_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Derrotemos al derrotismo

La derecha española no defiende ideas ni derechos humanos, sino su poder de mandar y sus intereses. Por eso es monolítica y dogmática, sin escrúpulos éticos. Confía en su control mediático y en su mendaz propaganda en régimen de casi monopolio. La izquierda, en cambio, plural y crítica, ha de forjar su unidad y discutir opiniones libres y desconfía del voto popular manipulado por la derecha. Tiende a ser derrotista ante la fachenda del PP. Éste presume ya de victoria electoral. El PSOE no depende tanto de su programa como de la reacción ciudadana frente a la política pepera y el escandaloso panorama de incompetencias, desafueros y altivas irresponsabilidades que la enmarca. Ambos partidos han acabado coincidiendo en un hecho que sería trivial si no compartieran sobre él la misma frívola conclusión: la sentencia del 14-M ya la habría dictado el señor Carod Rovira.

Pero las cosas no son como las ven los derrotistas. Según las encuestas, el 60% pide un cambio de partido en el gobierno y, si el PP o el PSOE no obtuviesen mayoría absoluta, el 34% se inclina por la alianza de izquierdas y nacionalistas, como la catalana (apoyada por el 40% de los españoles, que la ven perjudicial para el PP). Además, el PSOE ya ganó las elecciones municipales pasadas y ganó en la comunidad madrileña. Todos saben con qué sucia estratagema corruptora el PP

recuperó el poder perdido y ahora los electores pueden resarcirse de ella por poco que reflexionen. En Cataluña, la operación Carod, montada para forzar una repetición de la jugada, fracasó gracias al temple unitario de Maragall, Puigcercós y Saura, y es aquí donde el PP perderá las elecciones generales gracias al nutrido censo que puede votar a las fuerzas del Gobierno catalán para impedir, como mínimo, su mayoría absoluta en las Cortes. Esto sin olvidar a ese otro nutridísimo electorado andaluz. Ambos, sumados, son suficientes para alcanzar el cambio político y ético que nuestra malherida democracia necesita y reclama, aunque en el resto de una España engañada mucha gente vote al PP.

Si el PP no barre y no tiene apoyos (¿se lo daría la actual CiU?); si se lo niegan más diputados que los suyos propios, el Rey encargará recabarlos a José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Quién se los negará tras negárselos al señor Rajoy-Aznar? No erró el líder socialista al condicionar sus futuras alianzas a obtener un solo voto más que su rival. Aparte de inducir al voto útil (¿quién si no puede sustituir al rechazable PP?) e impedir su campaña franquista contra una alianza rojo-separatista, sabe que, si no fallan Cataluña y Andalucía, ese voto está más que asegurado. ¿Y si Cataluña falla? Cataluña no puede fallar si es coherente con su voto del 16-N y su aumento de participación.

Pero seamos realistas. Sin partidismos sectarios que no me van, he de recomendar una movilización, consciente y práctica, a favor de José Montilla, del PSC; ese cordobés catalán que tan en jaque tiene a los malos y desbarras del PSOE, sutiles derrotistas y amiguetes, cuando les conviene, del PP y de CiU. Con todo, se moverá poco la gente (no hace falta llamarla buena) si no contamos con los sindicatos y las decenas de plataformas, organizaciones y movimientos que tanto ruido, espectáculo y manifestaciones promovieron contra las leyes, decretazos, catástrofes, mentiras y guerras (mantenidas con descaro y sin aceptar responsabilidades en el Congreso de Diputados) del partido en el gobierno o desgobierno. ¿Sólo se buscaba el récord Guinness? ¿No se exigía la dimisión de quien ahora se va de su arbitrario y desdeñoso poder sin hacerse responsable de sus efectos y, por tanto, debe exigírsele a quien le sustituye y perpetúa? Ahora es la hora, catalanes, de exigir las responsabilidades que no se asumieron y se negaron para que no se repitan los irresponsables y para que no se diga que también lo son aquellos que tanto botaron sobre el asfalto y ahora no votan o no movilizan el voto para derrotar al PP. ¡Se ha de crear un clima popular, alegre y esperanzado, de que Cataluña decidirá el destino de la democracia española con su voto masivo y triunfador!

Los catalanes de origen y de destino hemos ido siempre a la cabeza de esa democracia desde los años treinta ¡del siglo XIX! para crearla, defenderla y ampliarla. Por eso padecimos siempre la represión de la derecha belicosa con el apoyo hipócrita de la catalana seudonacionalista. Fuimos artífices de la Constitución, negada entonces por los que hoy la maniatan y violan. En noviembre rompimos la alianza espuria de las derechas catalanas y, pese a sus ataques constantes allá y aquí, presentamos un baluarte de resistencia democrática que tiene que pasar a las Cortes Generales para reconstruir el Estado social de derecho y vivificar una Constitución abierta al autogobierno federante de todos sus pueblos. Carod Rovira ha dicho del proyecto federal socialista que "es la única forma existente para convencer al independentismo catalán de que puede existir una España distinta". Y Josu Imaz confía alcanzar acuerdos con el socialismo vasco si éste es como el catalán. Por todo ello, la trascendencia del 14-M es casi la misma que la del 15-J de 1977. No será preciso decir "¡no pasarán!" si derrotamos primero al derrotismo (la gran baza del PP) para así derrotar a éste. Mejor será decir "¡sí pasaremos!". La mejor defensa es el ataque. Bien lo saben ellos, los eternos atacantes. Pero, ¿cómo llegar a la mente de los ciudadanos para neutralizar los efectos letales de unas televisiones controladas, que no cejan, día a día, de lanzar descalificaciones calumniosas y mentiras contra la única fuerza popular que puede derrotarles? Sólo con la creación de un clima general de protesta y de denuncia (nos sobran argumentos) como aquellos que supieron crear tantos grupos cívicos, tantos jóvenes trabajadores y estudiantes, hace tan sólo un año. Busquemos el reino de la verdad y de la justicia y lo demás (la derrota del derrotismo y del PP) se nos dará por añadidura.

J. A. González Casanova es profesor de Derecho Constitucional de la UB.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_