Juan Goytisolo
Hay escritores de voz tan personal, de mensaje tan urgente, que adquieren la categoría de lo imprescindible, de lo cotidianamente necesario. En España uno de ellos ha sido y sigue siendo Juan Goytisolo.
Muchos de los que nos iniciábamos en el hispanismo allá por los años sesenta del pasado siglo entramos por primera vez en contacto con la trágica realidad de la España contemporánea -todavía sólo vagamente vislumbrada- gracias a la lectura de Señas de identidad, publicada en México en 1966 y, por supuesto, prohibida entonces en este país. La novela transmitía un dolor tan agudo, una desesperación ante la situación española de la posguerra tan acuciante, que modificó abruptamente el rumbo vital de más de uno de nosotros, determinando cambios de rumbo investigadores e incluso de vocación. Me resulta ahora imposible, por otro lado, no relacionar en mi recuerdo al Goytisolo de Señas de identidad, exiliado voluntariamente desde hacía ya diez años en París, con la heroica labor llevada a cabo en la capital francesa por Ruedo Ibérico, la editorial dirigida por José Martínez, y cuya magna contribución a la lucha contra la dictadura de Franco no ha sido todavía debidamente reconocida en la España democrática. París durante los años sesenta era el epicentro del antifranquismo de extramuros: se notaba nada más traspasar la puerta de la librería de Ruedo Ibérico en la rue Latran. Y la cabeza más visible de aquel permanente desafío era Goytisolo.
Desde entonces han pasado casi cuatro décadas. El escritor es hoy dueño de una obra ingente y polémica cuyo común denominador temático, si no me equivoco, es la porfiada reivindicación de la España plural de que ahora tanto se habla. De la España cuyas raíces se hunden en los siglos anteriores a 1492 y que, a partir de la toma de Granada, ha sido objeto de una historiografía metódica y grotescamente falsificada. El hecho de que Goytisolo sea tal vez el único escritor español actual que se haya tomado la molestia de aprender árabe dialectal marroquí es extraordinariamente significativo. Aquí la mera sugerencia de que se pudiera enseñar el idioma vecino en los IES suele ser recibida con incredulidad, cuando no con sorna. Es algo que llama mucho la atención, máxime en vista de las 4.000 palabras árabes enquistadas en el castellano. ¡Algo tendrá que ver España con aquel mundo que se rechaza! Pero la derecha se niega con terquedad a reconocerlo y pone cuantas trabas pueda a la inmigración magrebí, prefiriendo las que considera "emigraciones culturales afines". Tal ceguera, denunciada una y otra vez por nuestro escritor, ha hecho posible la alianza de Aznar con Bush, suicida para el potencial de España como puente de entendimiento entre Oriente y Occidente.
Goytisolo ha entendido como obligación vitalicia suya la reiterada denuncia de la secular ocultación histórica practicada por la derecha española. Es imposible no admirar su compromiso ético y la tenacidad con la cual ha perseguido su propósito. Muy pronto estará en los escaparates un nuevo libro suyo. Reivindicación, esta vez, del quehacer literario de Manuel Azaña, otra víctima del cainismo patrio. Enhorabuena.
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