Enemigos de otras especies
El único asesino capaz de competir con el poder destructor de un conflicto armado es el virus de la gripe. La Primera Guerra Mundial acabó en 1918 con un saldo de ocho millones de soldados muertos. Ese mismo año, la mal llamada gripe española mató a 40 millones de personas en el planeta. Los humanos estamos acostumbrados a convivir con la gripe, pero en aquella ocasión el virus humano tomó prestados un par de genes de un familiar suyo -el virus de la gripe del pollo, o peste aviar- y pilló completamente desprevenido a nuestro sistema inmune. Como en un experimento genético mal diseñado, el monstruo híbrido mató más que el odio, y se propagó mejor que la mentira.
Aquel virus se evaporó del mapa hace 80 años, posiblemente debido a que asesinó a todos sus posibles huéspedes -siempre una mala estrategia para un virus-, pero los peligrosos intercambios genéticos entre la gripe humana y la aviar se han repetido dos veces en el siglo XX, y en ambas ocasiones han originado una pandemia, o epidemia global: la gripe
La 'gripe española', un virus aviar que había intercambiado genes con su homólogo humano, mató en 1918 a 40 millones de personas
asiática, de 1957, que mató a 70.000 personas en el mundo, y la gripe de Hong
Kong, de 1968, que acabó con la vida de otras 47.000.
¿Ocurrirá otra vez? Pocos expertos lo dudan. Y la situación actual en 10 países asiáticos, donde la gripe del pollo se ha propagado entre decenas de millones de aves y ha demostrado que puede saltar al ser humano, al menos en una veintena de casos, es el escenario ideal. Puede bastar con que una misma persona se infecte a la vez con la gripe del pollo y con la gripe humana convencional, porque los dos virus tienen una endemoniada habilidad para intercambiarse sus genes. Uno de los más prestigiosos especialistas, Robert Webster, director de virología del hospital infantil Saint Jude de Memphis (EE UU), escribió en noviembre en la revista profesional Science: "Al margen de los esfuerzos humanos para crear agentes bioterroristas, los experimentos con el virus de la gripe que la naturaleza está haciendo en Asia pueden constituir la mayor de todas las amenazas biológicas. No hay más tiempo para hablar. Debemos prepararnos".
Las pandemias catastróficas de gripe son un ejemplo de ataque vírico llegado desde otras especies animales. Hay muchos otros. El virus Hanta, que salta de los roedores a los humanos, causa cada año cientos de miles de fiebres hemorrágicas y síndromes pulmonares en los continentes americano y eurasiático. El virus Marburg, que vive tranquilamente en las células de los monos verdes de Uganda, provocó en 1967 un brote de fiebre hemorrágica en varios laboratorios europeos que experimentaban con tejidos de esos primates. Un familiar cercano del virus Marburg, el célebre Ébola, lleva casi 30 años sembrando horror y muerte en la República Democrática del Congo (antiguo Zaire) y en Sudán, y sin duda proviene de un animal, aunque los científicos todavía no saben de cuál. Un brote de encefalitis que mató en 1998 a más de un centenar de personas en Malaisia fue debido al virus Nipah, procedente del murciélago a través de los cerdos. Y la peor pandemia desde la gripe española de 1918, el sida, es un virus importado de los chimpancés. Toda enfermedad emergente proviene de un virus extraño al Homo sapiens, un macabro visitante llegado de otras especies.
Una de las últimas visitas ha sido la neumonía asiática (síndrome respiratorio agudo y grave, o SARS), un patógeno de la familia de los coronavirus que se propagó el año pasado por medio planeta matando a más de 800 personas. "Es probable que el virus del SARS saltara desde los animales a la especie humana al menos dos veces, ambas en el sur de China", explica el especialista en coronavirus Luis Enjuanes, del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), en Madrid. Un consorcio de científicos chinos acaba de demostrar que los primeros casos humanos, detectados a mediados de noviembre de 2002, mostraban virus casi idénticos a los aislados de la civeta y otros animales habituales en los mercados de aquel país. En esa fase, el coronavirus de la neumonía asiática sólo era capaz de infectar al 3% de las personas con las que entraba en contacto.
"Recién producido el salto entre especies", dice Enjuanes, "el virus se reproduce mal en el cuerpo humano, pero genera todo tipo de variaciones y evoluciona muy rápido. Las mejores variantes van comiendo el terreno a las demás, hasta que se impone una. A partir de ahí el virus muestra una estabilidad extraordinaria". En febrero de 2003, sólo tres o cuatro meses después del salto, el virus del SARS ya era capaz de infectar al 70% de los seres humanos que tenían contacto con él, y desde entonces ha evolucionado muy poco.
Al igual que ha ocurrido ahora con la gripe del pollo, China intentó al principio afrontar la epidemia de SARS con una estrategia óptima para la propagación de cualquier virus: la ocultación. Sin embargo, es evidente que el Gobierno de Pekín ha reaccionado de manera responsable. Sus científicos públicos no sólo han logrado contener la epidemia y reconstruir la historia evolutiva del virus, sino que están avanzando en el desarrollo de una vacuna. "Los chinos tienen ya un prototipo de vacuna", afirma Enjuanes. "Se trata de un virus del SARS inactivado por métodos químicos, y han empezado los primeros ensayos clínicos con 30 voluntarios".
Estrategias sofisticadas
Entretanto, otros grupos europeos y norteamericanos están explorando algunas estrategias más sofisticadas contra el SARS. El virus utiliza un componente de su cubierta exterior -la espícula, en la jerga- para atacar a las células humanas. Un equipo de la Universidad de Harvard ha roto la espícula en muchos fragmentos, y uno de ellos induce, cuando se inyecta en un mamífero, lo que los investigadores llaman "anticuerpos neutralizantes": elementos del sistema inmune que impiden la interacción entre la espícula del virus y la célula del huésped a la que el virus pretende atacar. "Es un primer paso muy importante hacia una vacuna eficaz contra el SARS", dice el científico español. "También sabemos ya cuál es el componente de la célula huésped que interactúa con la espícula -es muy similar al de otros coronavirus-, y eso ofrece una buena diana para desarrollar un fármaco antiviral".
La epidemia de SARS es un buen ensayo general para poner a prueba las líneas de defensa contra una pandemia vírica, y la principal lección es la necesidad de una colaboración internacional abierta, rápida y decidida. Controlar la situación habría sido imposible si el Gobierno chino no hubiera respondido a la presión de la comunidad internacional contra su secretismo inicial, si una red mundial de laboratorios asociados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) no hubiera trabajado contrarreloj para identificar el patógeno, y si los especialistas en coronavirus de todo el planeta no hubieran dado prioridad a la crisis, en un régimen de colaboración transparente. Con el SARS no ha habido suerte, sino una buena gestión biomédica global, coordinada por la OMS.
Pero con la gripe del pollo sí está habiendo suerte. En palabras de Webster: "Vivimos en un mundo en el que el viaje aéreo es común. Un turista en Hong Kong puede propagar el virus de la gripe aviar por todo el planeta en cuestión de horas, y el mundo no está preparado para el asalto. Por desgracia, una nueva pandemia es inevitable". Este científico, como otros epidemiólogos, cree que el planeta estuvo ya muy cerca de una catástrofe en 1997, cuando la gripe del pollo se propagó entre las aves de Hong Kong y logró infectar a 18 personas, de las que seis murieron. "En 1997", escribe Webster, "el mundo se acercó peligrosamente a una epidemia global de gripe de origen aviar. Si aquel virus hubiera adquirido la habilidad de transmitirse de persona a persona, la pandemia podría haber acabado con la vida de una tercera parte de la población mundial".
¿Exagera Webster? "Vende bien su producto", reconoce Juan Ortín, profesor de investigación del CNB especializado en la biología molecular del virus de la gripe, "pero no creo que esté exagerando. Webster es un científico serio, y un paladín de la epidemiología molecular de la gripe, con muy buenos contactos en todo el mundo. Su cálculo es una mera extrapolación de lo que ocurrió en Hong Kong en 1997: seis muertos de 18 infectados significa una mortalidad de un tercio. Si el virus aviar hubiera mezclado sus genes con el humano, adquiriendo así la capacidad de contagio de persona a persona, es probable que se hubiera propagado por todo el mundo, y su letalidad muy bien podría haber sido la misma, un tercio, y posiblemente mayor en los países subdesarrollados".
Un brote peligroso
Pocas bromas. Sobre todo si se tiene en cuenta que la actual epidemia entre los pollos asiáticos es mucho mayor que la de 1997. Mucho mayor, de hecho, que cualquier brote registrado en la historia. Cuantos más pollos infectados, más probabilidad de saltos al ser humano y más oportunidades para la temida evolución del virus.
La mejor definición de "virus" está en los diccionarios, pero no en la primera acepción, referida al agente biológico, sino en la segunda, dedicada al virus informático: un trozo de programa diseñado para copiarse a sí mismo. Un virus (biológico) no es un ser vivo por sí solo, ya que no puede reproducirse. Mal podría hacerlo con sólo ocho genes, que son los que tiene el virus de la gripe. Una bacteria tiene 3.000 o 4.000 genes, y cada célula humana tiene 30.000.
Lo que sí sabe hacer el virus es penetrar en una célula huésped y secuestrar sus dispositivos para ponerlos a su servicio. Tal y como dice el diccionario en la acepción informática, los ocho genes del virus de la gripe no son más que "un trozo de programa", pero ese trozo está diseñado para engañar al genoma humano y hacerle ejecutar una tarea que no le interesa lo más mínimo: sacar miles de copias del propio virus.
De los ocho genes del virus de la gripe, seis funcionan en estrecha colaboración con el genoma humano durante el proceso de copiado. Los otros dos, en cambio, son los responsables de fabricar los dos componentes externos de la cubierta del virus: dos proteínas llamadas hemaglutinina y neuraminidasa, que son clave para que el virus reconozca a la célula humana y la penetre. Hay 15 tipos generales de hemaglutinina (de H1 a H15) y 9 de neuraminidasa (de N1 a N9), y todos existen en las aves.
Combinación letal
La gripe del pollo actual es un virus H5N1, y la razón de que tenga una escasa capacidad para infectar al ser humano es que su maquinaria interna -los seis genes que deben trabajar en estrecho contacto con el genoma del huésped- no está adaptada a nuestra especie. Pero si una persona se infecta a la vez con el virus humano y el aviar, los dos agentes se intercambian sus ocho genes en todas las combinaciones posibles (exactamente 2 elevado a 8, que son 256). Una de esas combinaciones lleva los seis genes internos del virus humano -por eso puede reproducirse muy bien en una persona- mezclados con los genes aviares de la hemaglutinina y la neuraminidasa. Nuestro sistema inmune no sabe reconocer esos componentes de origen aviar, y el virus se propaga a sus anchas por la población humana. Esto es exactamente lo que pasó en las pandemias de 1918, 1957 y 1968, y es lo que puede volver a pasar. "Con un agravante", advierte Ortín. "Esas pandemias fueron causadas por virus de tipo H1, H2 y H3, nunca un H5 como el de la crisis aviar actual. No sabemos qué podría pasar".
El tipo concreto de hemaglutinina H5 que presenta el virus asiático actual tiene una característica preocupante adicional. Normalmente, para que la hemaglutinina funcione es preciso que se rompa en dos trozos, y quien la rompe es una proteasa (una proteína que rompe a otras proteínas) aportada por el huésped, sea éste un pollo o una persona. La proteasa adecuada sólo está presente en los exudados de las vías respiratorias, y por eso la gripe suele ser una enfermedad leve que sólo afecta a esas vías. Pero la H5 actual contiene una diana que puede romperse en cualquier órgano o tejido, y no sólo en las vías respiratorias. Ésa es la razón de que este virus cause una mortalidad cercana al 100% en los pollos, y también muy alta en los pocos humanos que se han infectado hasta ahora en Vietnam y Tailandia. Si la temida mezcla de genes llegara a ocurrir, el nuevo virus, que contendría la H5 de origen aviar, heredaría esa peligrosa diana.
¿Fue esa diana la causa de la catastrófica gripe española de 1918? "No", responde a este diario Jeffery Taubenberger, del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, en Washington. "Ninguno de los genes de hemaglutinina que hemos secuenciado en el virus de 1918 tiene esa diana". Taubenberger es un paleogenetista de la gripe: ha pasado buena parte de su carrera profesional obteniendo y analizando muestras de las víctimas de la gripe española, bien preservadas en las heladas latitudes de Noruega y Alaska. También es uno de los investigadores que presentaron el viernes pasado en Science una instantánea precisa de la hemaglutinina del virus asesino de 1918. Los datos confirman más allá de toda duda razonable que aquella proteína era de origen aviar, y que algunas modificaciones secundarias la habían adaptado para atacar óptimamente a las células humanas. Sin embargo, no contenía la diana que hace especialmente peligroso al virus actual de la gripe del pollo.
Esa diana es la clave de los esfuerzos para fabricar una vacuna que están haciendo contrarreloj tres laboratorios asociados a la OMS: el de Webster, en el hospital Saint Jude de Memphis; los Centros para el Control y Prevención de enfermedades (CDC), de Atlanta (EE UU), y el grupo de John Wood en el Instituto Nacional de Estándares Biológicos y Control (NIBSC), en Hertfordshire, Reino Unido. Wood explica a EL PAÍS: "Tenemos un virus aislado de una víctima vietnamita del brote actual, y estamos modificando su gen de la hemaglutinina para privarle de esa diana. En primer lugar, esto es necesario para poder amplificar el virus en huevos de gallina
[la forma habitual de producir vacunas de la gripe], porque de otro modo el virus mata al embrión de pollo del huevo y no se puede generar suficiente cantidad para una vacuna. Pero también esperamos que esa misma modificación genética elimine la alta mortalidad en humanos, de manera que el virus resultante sea mucho más seguro y se pueda usar como una vacuna en pacientes".
Wood ya tiene el virus prototipo, pero la vacuna tardará todavía entre tres y seis meses. "Después de las modificaciones genéticas", explica el científico británico, "hay que hacer pruebas de seguridad con el virus alterado, y sólo entonces lo podremos ofrecer a los laboratorios fabricantes de vacunas".
Un problema adicional es que jamás se ha usado un virus alterado genéticamente para vacunar a la población contra ningún tipo de gripe, y ello podría conllevar más retrasos si las autoridades sanitarias de cada país exigen controles adicionales por esa razón. Wood se siente optimista a este respecto: "La OMS ha hecho una evaluación de riesgos y ha concluido que el virus H5N1 modificado genéticamente supone un riesgo bajo si se usa como vacuna, aunque recomienda ciertas precauciones para el personal sanitario que tenga contacto, tales como respiradores y fármacos antivirales".
Escapar de los fármacos
Estos fármacos son otro punto que preocupa a los expertos. Si llega una pandemia de origen aviar, los dos fármacos más comunes contra la gripe -amantidina y rimantidina- no serán útiles, porque el virus aprende a escaparse de ellos con una facilidad pasmosa. Pero hay otros dos medicamentos, llamados inhibidores de la neuraminidasa, que serían muy valiosos. "Son activos frente a todos los tipos de virus de la gripe", dice Ortín, "y tienen muy pocos efectos secundarios. Ninguna Sanidad pública los financia, porque con la gripe vulgar sólo consiguen aliviar los síntomas y acortar un par de días su duración. Pero si se llega a dar una nueva pandemia de origen aviar, esas leves mejoras pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte".
Ortín, al igual que Webster y otros especialistas, está convencido de que los países deberían producir y almacenar un stock de inhibidores de la neuraminidasa. "Ningún país tiene stocks y, en caso de pandemia, los fabricantes no tendrían tiempo de producir las dosis necesarias", advierte Ortín. "No se trata de almacenar fármacos para toda la población, pero sí para el personal sanitario y para las personas que hayan estado en contacto con cada afectado".
Conclusión: pese a los espectaculares avances científicos en este campo, no dispondremos de una vacuna eficaz en varios meses, y los fármacos útiles existen pero no llegarán a tiempo en la cantidad suficiente. Millones de vidas siguen dependiendo de la suerte, de la ciega combinatoria de ocho genes tomados de dos en dos. Las armas de destrucción masiva han aparecido por fin. Se esconden en un mercado de animales vivos de Hong Kong, o no muy lejos de allí. Tal vez, antes del próximo apocalipsis, llegue el día en que los Gobiernos escuchen más a sus científicos y menos a sus servicios de inteligencia.
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