Vicente hace trizas al Atlético
Un gran partido del extremo permite al Valencia arrollar a um adversario pobrísimo
Con la Eurocopa de Portugal entre ceja y ceja, Vicente ha decidido que ésta va a ser su gran temporada. No desaprovecha la menor ocasión para demostrar que es uno de los mejores extremos zurdos de Europa. Ayer, por ejemplo, hizo trizas a Gaspar y Novo, que circulaban por su banda, con un sinfín de desbordes coronados con un gol extraordinario: una vaselina cruzada desde el pico izquierdo del área que dejó a Mestalla boquiabierto. Claro que antes Mista ya había despejado el camino dando rienda suelta a su desatado instinto goleador. Todo le fue rodado al Valencia porque también su rival, el peor Atlético en mucho tiempo en el estadio valencianista, le dio todo tipo de facilidades. Y sobre todo, una: su escasísima ambición.
VALENCIA 3 - ATLÉTICO 0
Valencia: Cañizares; Garrido, Ayala (Fabio Aurelio, m. 85), Marchena, Carboni; Angulo, Albelda (David Navarro, m. 74), Baraja, Vicente; Mista y Xisco (Sánchez, m. 75).
Atlético: Aragoneses; Gaspar, Santi, Lequi, Sergi; Novo, Simeone, Jorge (Gabi, m. 83), Musampa (Contra, m. 56); Ibagaza; y Nikolaidis (Paunovic, m. 68).
Goles: 1-0. M. 30. Mista, de cabeza.
2-0. M. 67. Vicente pica el balón.
3-0. M. 72. Mista, tras regatear a Simeone.
Árbitro: Turienzo Álvarez. Expulsó a Sergi por doble tarjeta amarilla (m. 52). Amonestó también a Albelda, Lequi, Gaspar y Santi.
Unos 40.000 espectadores en Mestalla.
Al tiempo que lee un libro sobre la fortaleza mental en el deporte, Mista va adquiriendo poco a poco, sigilosamente, el perfil de los grandes goleadores. De aquéllos que siempre encuentran espacios donde nadie los ve ni los huele. A la salida de un córner, cuando parece imposible que entre tanta adrenalina suelta, agarrones y blocajes, alguien pueda desbrozar unos metros de libertad. Pues, bien, en esas condiciones los encontró. Despistó a su marcador y, mientras Simeone sujetaba a Baraja, Mista cabeceó a placer: alto y fuerte, en busca de la escuadra izquierda. Suficiente para doblarle la mano a Aragoneses, que, inopinadamente, dejó a Juanma en el banquillo. Luego, Mista, insaciable, redondeó la tarde con otro tanto, el decimotercero de los suyos, con su pierna mala, la derecha, tras haber sentado a Simeone.
El Valencia expresó así una superioridad muy evidente, pensada por Baraja y desarrollada por Vicente. Es decir, el medio centro vallisoletano se dio cuenta enseguida de cómo debía hacer daño a su ex equipo: abasteciendo de pelotas al extremo. Vicente tuvo uno de sus días inspirados, en los que es casi imposible pararle, y mucho más si el defensa no cuenta con demasiada experiencia, como era el caso de Gaspar. De modo que desbordó cuanto quiso y puso en decenas de aprietos a una defensa muy rígida. Porque ésas fueron las constantes de la zaga atlética: rigidez defensiva y espesura en la salida del balón. Gregorio Manzano metió muy atrás al Atlético y a la media hora se quedó al descubierto. Solo en el ataque, la agresividad de Nikolaidis tuvo todas las de perder con Ayala y Marchena, que no son mancos en ese aspecto. Ni Ibagaza ni Jorge pudieron enganchar con nadie y todo el ataque rojiblanco quedó a expensas de algún error en la entrega del joven Garrido.
El Atlético trató de renacer tras el descanso, pero a los cinco minutos se vio con un jugador menos por la acción más insignificante: Sergi tocó el balón con una mano en el centro del campo y, como ya tenía una tarjeta amarilla, hubo de visitar la ducha antes de tiempo.
Lejos de ser controlado en esos primeros momentos por el Valencia, el partido se enloqueció. Fue un ir y venir y Baraja se enfureció con su portero, Cañizares, por sacar a toda prisa buscando el contragolpe. El horno valencianista no estaba para bollos y Rafa Benítez retiró a Albelda, seguramente porque ya tenía una tarjeta y el técnico temió que al árbitro le tentara la ley de la compensación.
Mientras tanto, Vicente siguió marcando las diferencias: cada vez que agarraba el balón, sólo una falta podía impedir su fuga, tal fue la naturalidad con que se iba de unos y otros. Tan sólo le faltaba ese instante de fortuna y de inspiración que constatara su gran clase. Por fin, llegó. Acompañado como casi todo el encuentro por Gaspar y Novo, Vicente alcanzó el pico izquierdo del área. Como de costumbre. Sólo que esta vez no centró, sino que picó muy suave la pelota, muy abajo, y ésta apareció poco después en la esquina derecha del arco de Aragoneses. Soberbio.
Excitado el Valencia y hundido el Atlético, Angulo sacó su espíritu guerrero para seguir la jugada tras una tarascada de Lequi, centrar al área y observar el segundo gol de Mista.
La noche era feliz para el valencianismo. Así que Benítez tuvo gestos de generosidad para los que menos intervienen: primero entró Sánchez, casi inédito en el campeonato, y después Fabio Aurelio, que se llevó una emocionante ovación después de ocho meses de ausencia por una insidiosa lesión de rodilla.
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