Francisco Tombas, director técnico del equipo Derbi de competición
El preparador de las balas rojas, las pequeñas Derbi de 50 y 125 centímetros cúbicos ganadoras de ocho títulos mundiales de velocidad entre 1969 y 1988, Francisco Tombas, murió el pasado viernes en Barcelona a los 73 años tras una larga enfermedad. Fue llamado el genio de la lima, el mago de los dos tiempos y calificativos similares por su dominio de la termodinámica de esta clase de motores monocilíndricos, con los que Derbi entró en la escena de los grandes premios de velocidad en 1962. Pese a ello, Tombas había empezado afinando las grandes 250cc y 350cc que producía la fábrica vallesana cuando él entró a trabajar ahí en los años cincuenta como mecánico.
Nacido el 9 de noviembre de 1929 en Lliçà d'Amunt (Barcelona), Francisco Paco Tombas era un técnico autodidacto cuyo gran maestro fue el desaparecido Jaume Pahissa, entonces al frente del departamento técnico. Y también un buen piloto en diversas disciplinas (en 1958 ganó junto con Simó Pou el Campeonato de España de Resistencia). Pero la orientación comercial de Derbi hacia el ciclomotor en los años sesenta le condujo a máquinas más pequeñas: "Las primeras 50cc de carreras las hicimos con motores de serie arreglados que daban 9 o 10 caballos, cajas de cinco marchas y admisión clásica".
A pesar de su somera preparación, estas motos mantuvieron a raya las Honda y las Suzuki desde el principio. La llegada de un joven piloto zamorano fue un revulsivo. "La suerte de Derbi fue que hicimos la válvula rotativa y apareció Nieto". El binomio Derbi-Nieto iba a pasar a la historia por su dominio aplastante en los años setenta, hegemonía que el de Derbi-Aspar volvió a ejercer durante los ochenta, pero esto no hubiera sido posible sin la enorme intuición y sabiduría del técnico de Lliçà, con su tesón, sus métodos artesanales -"al principio hacíamos los chasis dibujándolos en el suelo del taller con una tiza"- y un carácter bastante especial.
Tombas se jubiló en 1993. El motociclismo de máximo nivel entraba en una nueva era, y su ciencia empírica poco podía hacer ante el imparable avance de la electrónica, la informática y la telemetría. Con él desaparece el último de los técnicos de la vieja escuela y se cierra una de las etapas más brillantes de la competición en España.-
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