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FUERA DE CASA
Columna
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Lejos de Hollywood

Días y noches de cine en Madrid. Los sueños de Esperanza Aguirre, como los de Aute, cine son. Quiere la presidenta madrileña volver a los tiempos de Bronston, qué digo Bronston, por lo menos a los de Luis B. Mayer. Lo dijo en la reunión de cineastas para presentar mundialmente un plató llamado Madrid. No se conformaba con poner a la comunidad a la cabeza de Europa; la quiere, y ya, a la cabeza del mundo. No salíamos de nuestro asombro, ni Hollywood, ni New York, París o Calcuta. Madrid distrito federal será capital mundial del cine o no será. Y nada, con cuatro duros, ahorrando un poco de la música, de los teatros y de otros caros empeños de Gallardón, la presidenta puede prometer y promete, que lo conseguirá. Mientras tanto, como amigo se lo digo, no le vendría mal un cursillo acelerado de cine, no se debe confundir a David Trueba con Fernando Colomo. Hubo un tiempo, en los años de las grandes producciones de Bronston, en que Madrid y sus pueblos se convirtieron en un enorme plató de cine. Además la ciudad era "barata y puñeteramente divertida" en palabras de Ava Gardner. En sus calles se podían rodar las comedias de pícaros o de chicas de la Cruz Roja, y en sus alrededores se aparentaba ser Roma, Moscú o Pekín. Y eso a pesar de que no era fácil encontrar orientales en la ciudad castiza. Cuando se rodó 55 días en Pekín los únicos chinos de Madrid estaban trabajando en un restaurante de la Castellana. Una noche que allí cenaban Bronston, Charlton Heston, Ava Gardner y otros, el productor se extrañó de no ver al jefe, ni a los cocineros habituales, preguntó por ellos y le dijeron que desde hacía unas semanas no podían atender el restaurante, estaban trabajando de extras para su película. También de extra, en una de romanos, trabajó el joven Adolfo Suárez con Bronston. Un prometedor inicio que se frustró por la caída del imperio bronstoniano.

Que no decaiga la fiesta. Aunque seamos unos millones menos de espectadores, a pesar de que las televisiones generalistas no programen cine o de que los Goya no puedan decir su nombre, nos quedan los sueños de cine. Es decir, la esperanza sueños de uno, pesadillas de otros. Preocupados andan algunos con la película que preparan muchos directores que andan quejosos con el final de la era aznarí. Ya se sabe, los habituales disolventes del gremio, encabezados por Wyoming y Uribe, y seguidos por decenas de cabreados de todos los colores, desde Vicente Aranda a Gracia Querejeta.

¿Quién será el McCarthy de nuestra política para que hayan conseguido unir a tantos descontentos? El grupo de Madrid no será el de Hollywood, pero no quieren inquisiciones políticas, ni cazas de brujas, ni alcaldes de Toques. Lo que tengo claro es que el culpable, los culpables, no hay que buscarlos en el entorno del Príncipe enamorado, ni de la lectora y cinéfila. Al contrario, en ese camino de perfección que la pareja recorre hasta su apoteósico final en la Almudena, están atendiendo a todos los géneros de nuestro cine. Desde el espíritu nacional-católico de Balarrasa -después de haber sido libertino/a, también tienes un lado en las cortes celestiales- hasta el desaliñado rojerío de León de Aranoa. Así, con una vela a Dios y otra al Diablo, así se forja una futura reina. Letizia, que tiene que recuperar muchos ejercicios espirituales por la tarde, por las noches cena con bebedores de espirituosos como Wyoming, León de Aranoa y otros chicos nada del montón. No está mal. Mucho mejor que recuperar las edulcoradas películas que sobre la familia se hicieron en los años mozos de Vicente Parra. Que hizo del tatarabuelo Alfonso XII, aunque hubiera actores mucho más parecidos. Ahora el Príncipe, cuando le pregunten ¿dónde vas?, ya puede contestar, modernamente orgulloso: " Me voy con Wyoming caiga quien caiga".

Esto sigue lejos de Hollywood, pero hay noches que puede parecer París canalla. La alegría de la semana nos la dio en directo Jane Birkin. Llenaban Calle 54 productores, actrices, directores y tropa cultural variada tirando a mayor. Hasta la futura premio Planeta, todos convocados para ver y oír los sensuales susurros de una dulce mujer, que también era, y sigue siendo, modelo de cultas perversiones. Maravillosa mezcla del conde de Lautremont y del provocador de Gainsborough. Atento, en primera fila, Jorge Sanz. ¡Ay!, él la vio al desnudo cuando era niño actor. Jane Birkin vino a rodar una película de Masó y con López-Vázquez de galán. España y yo somos así, señora. Pero la otra noche, como no era gratis, López Vázquez se abstuvo. El amor se paga, a veces.

También enamorado de la Birkin, de Lautremont y de Rimbaud está el diseñador y editor Gonzalo Armero. Genial la exposición en la Biblioteca Nacional -y de Luis Racionero- de una de sus mejores obras, la incomparable revista Poesía. Una joya que surgió del Ministerio de Cultura, en los tiempos de Cabanillas, tan poco poético, y muere en los del poeta, y subsecretario del actual ministerio, Luis Alberto de Cuenca que tanto quiere a la revista y a sus responsables. Si quieres revista, búscate marcas. El ministerio no está para subvencionar poéticas aventuras. Todo prosaico. No importa, Armero tiene su parcela poética, su refugio de vida gracias a Hollywood. De allí llegó hace muchos años Tito del Amo, el hippy multimillonario que se refugió en Mojácar, y vendió a precio de amigo los terrenos donde Armero se escapa de la prosa capitalina. Sí, Tito, el que ha sabido gastar con arte una fortuna, el mismo que hace muchos años tuvo que enseñar a Franco su Rolls-Royce porque el dictador estaba celoso. El nieto del indiano que se hizo rico vendiendo unos montes de un lugar de California. Después los llamaron Hollywood. Que lo sepas, Esperanza Aguirre, Hollywood también fue nuestro. Pero esa es otra película.

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