Henin logra otro Grand Slam
La belga derrotó a su compatriota Clijsters y mantiene el liderato mundial
Las malas sensaciones se le acumularon a Kim Clijsters, de 20 años, ayer en la pista Rod Laver de Melbourne. Como novia que es del ídolo local Lleyton Hewitt, Clijsters contaba con el apoyo de un público que la estuvo espoleando hasta el último minuto. Sin embargo no fue suficiente. Su compatriota Justine Henin-Hardenne, de 21 años, la devolvió a la cruda realidad y volvió a arrebatarle otro título del Grand Slam. En la batalla particular que mantienen estas dos jugadoras belgas por la hegemonía del tenis mundial, Clijsters tiene las de perder. Hasta ahora, ha cedido en las tres finales grandes en que se han enfrentado. Ayer cayó en la última. Henin se impuso por 6-3, 4-6, 6-3 en 1 hora y 47 minutos y no sólo ganó su primer Open de Australia sino que se mantuvo en el liderato de la clasificación femenina.
"Todo resultó muy emocionante", confesó Henin, convertida ya en una de las nueve jugadoras de la era open que ha ganado en tres de los cuatro grandes. "Dominé el partido al principio, pero después Kim jugó a su mejor nivel y contó con el apoyo del público. Sentí mucha presión. Estaba tensa y nerviosa. Tenía prisa para cerrar el partido. Pero ahora estoy realmente contenta".
Clijsters jugó el mejor partido de los tres que han enfrentado a las dos belgas en una final del Grand Slam. En Roland Garros y en el Open de Estados Unidos, el año pasado, no logró arrebatarle ninguna manga a Henin y acabó realmente decepcionada, viendo como su principal rival absorbía la gloria que creía tener reservada para ella. Clijsters fue la primera belga que disputó una final grande -lleva ya cuatro perdidas-, cuando superó a Henin en semifinales y perdió frente a Jennifer Capriati en Roland Garros en 2001. Después, fue también la flamenca la que alcanzó primero el liderato mundial. Pero a la postre, fue la valona la primera en ganar un título grande y está siendo la que más tiempo se mantiene al frente de la clasificación mundial.
La final de ayer parecía sentenciada cuando Henin ganaba por 6-3 y 4-2, combinando a la perfección la inteligencia y la potencia. Sin embargo, Clijsters decidió entonces tomar todos los riesgos y sublimó su juego hasta rozar la perfección. Aquellos momentos le permitieron ganar la segunda manga y forzar la tercera. Pero estaba también claro que aquel nivel de aciertos era imposible de mantener. Y la caída fue aún más brutal que la propia reacción: cedió sus dos primeros saques del set decisivo y se vio dominada por 4-0. Trató de remontar y casi lo logró. Pero una controvertida decisión arbitral tras una volea de Clijsters situó a Henin con 5-3 y saque. Definitivo.
"Dos años atrás hubiera perdido este partido", confesó Henin, que realizó por segunda vez la pretemporada con el prestigioso preparador físico Pat Etcheberry en Florida. "Creo que físicamente he evolucionado mucho". Probablemente es cierto. Pero lo que ayer le dio la victoria fue su tremenda fuerza interior, que se trasluce en un carácter indomable en la pista: quiere ganar por encima de todo y su mentaliad le permite seguir luchando hasta la última bola, sin perder el tiempo evaluando si lo que está ocurriendo es bueno o malo para ella. En 21 años, Henin ya ha vivido mucho. Ha sufrido el fallecimiento de su madre, los malos tratos y la desvinculación de su padre, una profunda crisis familar y la muerte de su abuelo -con quien mantenía unos lazos muy intensos- justo antes de jugar la final de Wimbledon en 2001. Excesivo. Pero todo eso la ha hecho invulnerable.
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