_
_
_
_
OPINION DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Educación vial

Por fin, el problema que se ha originado con la circulación vial en nuestras ciudades está calando hondamente en la sociedad. Ningún medio de comunicación se resiste a incluir en sus tertulias diarias este escabroso tema, ya que nos afecta a todos en gran medida.

En todas ellas se percibe un cierto grado de preocupación que se refleja claramente en el aporte de ideas que, aunque no llegan a dar soluciones definitivas y urgentes, contribuyen, al menos, a mantener nuestro espíritu vigilante en la búsqueda de soluciones prácticas y eficaces.

Cada mañana nos desayunamos con reiterativos informes sobre retenciones y atascos, cuando no accidentes que constituyen una auténtica pesadilla: no podemos asegurar nuestra puntual asistencia al trabajo, al especialista o a las clases de la Universidad. Es evidente que el progreso nos atenaza también, a veces, con sus avances.

Todos culpamos de la situación actual a falta de infraestructuras, exceso de vehículos, escasa preparación de los conductores, egoísmo reflejado en actitudes insolidarias, irresponsabilidad, inmadurez, etcétera. Es decir, creemos firmemente que la formación y la educación, con sus buenas maneras y excelentes directrices, pueden influir de una manera manifiesta en el desarrollo del tráfico vial en nuestros pueblos y ciudades.

Con cierta insistencia, oímos voces autorizadas que nos remiten a la función social que la escuela ha de cumplir también en una sociedad tecnificada. Desde muy temprana edad, el niño, parte integrante de la misma, ha de aprender a conducirse ante la avalancha, frecuentemente trágica, que se le ha venido encima y que le impide no solamente jugar en las calles y plazas como antaño sino, incluso, pasear, cruzar las calles, detenerse y entablar conversación con los amigos, etcétera, sin una mínima tranquilidad.

No podemos negar que, de vez en cuando, la prensa nos informa de algún que otro cursillo, organizado esporádicamente por la Administración o asociaciones de vecinos, a través de agentes especializados, en el que los escolares van tomando conciencia de los peligros de la circulación y la necesidad de aprender las principales normas para conducirse más seguros por el caos circulatorio que nos hemos montado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

En el mes de febrero de 1961, la parroquia de Los Remedios de Sevilla, dirigida por el prestigioso sacerdote don Otilio Ruiz, construyó un edificio escolar en terrenos del actual Parque de los Príncipes, para atender a la población infantil más necesitada de una zona trianera muy deprimida, El Tejar del Mellizo, en la que se llevó a cabo una labor educativa, religiosa y social poco común.

El edificio en cuestión, hoy destruido ya por necesidades de los tiempos tras una etapa muy fructífera, fue entregado a la Administración pública de enseñanza, que nombró a su costa a los cuatro primeros profesionales que se hicieron cargo de la educación e instrucción de aquellos niños, hoy padres y madres de familia en San Juan de Aznalfarache y Torreblanca la Nueva, con total dedicación: Piedad, Pastora, Benjamín y Antonio, que esto escribe.

A las pocas fechas de nuestra toma de posesión, intuyendo el desbarajuste circulatorio que se nos avecinaba, me presenté en la Comandancia de la Policía Municipal, en calle Almansa, con el fin de que me proporcionaran material adecuado para enseñar a mis alumnos lo más preciso y fundamental del Código de la Circulación. Tan inesperada y desacostumbrada iniciativa causó una gran sorpresa en aquellos tres agentes que me atendieron. Ellos se miraron mutuamente enmudecidos y yo desistí de mi ocurrente y profética pretensión.

A pesar de todo, con escasos medios, muy rudimentarios, aquellos niños de El Tejar del Mellizo fueron los primeros alumnos que aprendieron en una escuela pública las más elementales normas sobre el agobiante problema de la circulación. Los automóviles más modernos de principios de los sesenta, casi todos Seat, lucían en la matrícula la irrisoria cifra de 34.000. No obstante, el caos se veía venir.

A los 25 años de aquella iniciativa pionera, el Ministerio de Educación y Ciencia introdujo tímidamente en los libros de Ciencias Sociales algo sobre el tema que tanto nos preocupaba. Hoy, la escuela no ha implantado todavía entre sus contenidos, al menos con la seriedad y profundización que merece, una de las enseñanzas más importantes que formen buenos ciudadanos para andar más seguros por la vida: el Código de la Circulación.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_