Castillos en el aire
DURANTE LA CLAUSURA de la conferencia política del pasado domingo, Zapatero anunció que sólo presentaría su candidatura a la presidencia del Gobierno en el caso de que el PSOE fuese la lista más votada en España; si el PP aceptase como buena esa audaz iniciativa y se comprometiera a hacerla suya de forma permanente en el futuro, los dos grandes partidos de ámbito estatal (sus diputados ocupan más de los cuatro quintos del hemiciclo) podrían negociar en mejores condiciones el apoyo de las minorías. La oferta sólo cubre el cómputo de los sufragios; el PSOE obtuvo la mayoría relativa de los votos en las elecciones catalanas y en los comicios municipales de 2003, pero quedó relegado al segundo puesto en el total de diputados y concejales.
Zapatero se compromete a no presentar su candidatura a la presidencia del Gobierno después de las elecciones del 14-M a menos que el PSOE sea la lista más votada en toda España
A primera vista, la propuesta socialista parece fruto de una ensoñación; no sólo los sondeos pronostican la mayoría absoluta del PP, sino que el desestimiento del PSOE en el caso de que Rajoy se acercase -aun sin llegar- al listón de los 176 diputados sería menos un acto de virtuoso desprendimiento que una renuncia realista a la blanca mano de Doña Leonor. Sin embargo, la apuesta de Zapatero es algo más que un castillo construido en el aire por la fantasía y el voluntarismo. Por lo pronto, puede atraer el voto útil de electores sin preferencias partidistas, pero desosos de echar al PP del poder. Además, el compromiso de respetar la lista más votada desmonta la peligrosa tesis según la cual la única alternativa a la mayoría absoluta de Rajoy sería un inestable Gobierno presidido por Zapatero y apoyado por todos los partidos con representación parlamentaria en la Cámara baja a excepción del PP (una decena en la legislatura anterior). Según esa desestabilizadora advertencia, la coalición balear de 1999 -cuando los populares quedaron a un escaño de la mayoría absoluta- sería la prefiguración de la investidura de Zapatero con 176 escaños a favor (y los 174 votos del PP en contra).
Ese tenebroso escenario enfrenta a los votantes con un dilema que les obligaría a escoger entre el PP y el caos: si Rajoy se quedase al borde de la mayoría absoluta, el PSOE accedería al poder -según esa apocalíptica visión- mediante una impía alianza que arruinaría a la economía y quebraría la unidad de España. Mientras la consigna gratis total profetiza el alocado despilfarro de dinero público -con sus catastróficas consecuencias para el crecimiento, el empleo y el déficit- por un irresponsable Gobierno socialista, el estribillo todo a 17 pronostica la inevitable ruptura del Estado en cantones independientes si Rajoy no consigue la mayoría absoluta. La despectiva y demagógica réplica dada por el PP al compromiso asumido por Zapatero a favor de la lista más votada despeja cualquier duda razonable acerca del carácter intoxicador de su campaña electoral, dedicada a sembrar el temor, el odio y la incertidumbre por cualquier procedimiento: si los dirigentes populares se tomaran realmente en serio sus mensajes propagandísticos, habrían respirado con alivio nada más conocer la tranquilizadora oferta socialista.
Lejos de conceder el beneficio de la duda a Zapatero, los portavoces del PP ponen en cuestión la sinceridad de sus propósitos y exigen al PSOE que deshaga sus pactos de gobierno en aquellas instituciones territoriales -la autonomía de Cantabria y varios ayuntamientos (León, Segovia y Guadalajara, entre otras ciudadades)- donde los socialistas no fueron la lista más votada. Es evidente, sin embargo, que los ámbitos autonómico y municipal plantean problemas específicos de gobernabilidad cuyas soluciones no son trasladables al marco estatal. Por lo demás, las preguntas sobre la futura política de alianzas del partido más votado -en el supuesto de que las urnas no arrojen el 14-M una mayoría absoluta de escaños- deberán ser dirigidas no sólo al PSOE, sino también al PP. Si Aznar negoció en 1996 con los nacionalistas catalanes, vascos y canarios el respaldo imprescindible para ser nombrado presidente del Gobierno, ¿a qué grupos parlamentarios se dirigiría Rajoy en busca de apoyo para obtener la investidura y cuáles serían las contrapartidas ofrecidas por el PP a cambio del voto de las minorías nacionalistas?
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