La esclavitud del texto

El estreno propiamente dicho se reservó a la segunda parte de la velada, que se complementó con Quiero tenerte cerquita (ya vista la temporada pasada) a manera de prólogo o introducción, y la verdad es que hoy gana en perspectiva y empaque. Chevi Muraday se propone a sí mismo, y con bastante acierto, un desarrollo más coral, pero tropieza con la esclavitud del texto. En las dos piezas sobran textos, exceden palabras que convierten la representación de danza en un filme subtitulado en la primera y en un recitativo demagógico en la segunda. Imaginamos esas mismas piezas sin texto, y resisten, acaso ganan cohesión, porque el baile generado por Chevi y sus bailarines es potente y dice sus argumentos con el movimiento. El texto de Facal es abrumadoramente obvio, lleno de humoradas fáciles y con pretensiones filosóficas de salón. La buena danza (y la de Muraday lo es) no necesita tales vehículos para establecerse con contundencia y convicción.

La compañía Losdedae ha incluido nuevos elementos, como el actor Marcos García, que genera ductilidad corporal y al que se agradece su esmerada dicción, y sobre todo el vasco Iker Arrue, todo un descubrimiento en su debú,con su inquietante presencia, su sentido innato de la proyección física y una lírica introspección que llega directamente al espectador, que se sobrecoge y acepta esa idea de desamparo, de tierra de nadie, donde el baile y sus extremos pueden tener un poder redentor.