Raina Kavaivanska se despide de 'Tosca' con una función en el Real
La cantante ha hecho el papel de la ópera de Puccini más de 400 veces
Será su última Tosca, quizá el papel que más fama ha dado a Raina Kavaivanska en su vida en los escenarios. Lo canta el lunes en el Teatro Real en una función especial de despedida y homenaje, con el montaje dirigido por Núria Espert, que estará plagada de incondicionales de la ya legendaria soprano búlgara, que a los 69 años confiesa estar trabajando como nunca. Le da pena abandonar a la heroína de Puccini: "Hay personajes con los que he acabado en conflicto, como Madama Butterfly, pero con Tosca siempre me he llevado bien".
Quizá porque ha venido a Madrid para decir adiós a una de sus grandes recreaciones, Raina Kavaivanska luce una camisa elegantísima de tonos malva. Sin embargo, ella no mira atrás. Sonríe y contagia un sereno optimismo, lleno de autoridad, por otra parte: "He hecho Tosca más de 400 veces, en grandes y pequeños escenarios, durante 30 años", comenta. "Debuté en Módena en 1971 y, en cierto sentido, ella ha decidido mi destino", afirma.
Con Tosca encontró al amor de su vida. "Mi marido, que se llama Franco Guandalini, era director de escena en mi debut, pese a que ahora se ha calmado y es farmacéutico en Módena". Fue por exigencias del guión: "Debía ensayar una escena en la que el tenor me daba un beso y, como todos los tenores, lo hacía mal. Así que tuve que probar con Franco. Aquel beso acabó en boda y en nuestra hija, Francesca, que es arqueóloga".
Al principio, confiesa, a Tosca no la entendió bien: "No he tenido una relación fácil con ella; me parecía exagerada en todo, pero con la música de Puccini encontré la llave para entrar en ella: es una prima
donna, siempre actúa, delante de su amante, delante del malvado Scarpia, así es como se justifica su aspereza vocal. Y es que Puccini es grande por eso, porque a través de la música puede definir a los personajes", asegura la artista, que estará acompañada en el reparto por el tenor Mario Malagnini, como Cavaradossi, y el barítono Enrique Baquerizo, como Scarpia.
Orgullosa e independiente
Así se ha ido identificando cada vez más a través de los años con esta heroína que es una artista decidida a cambiar destinos: "Es orgullosa, como yo; independiente, igual que yo, aunque me sienta incapaz de matar a un tirano, y no porque me falten nombres para elegir", proclama Kavaivanska.
No se deprime porque esté en plena despedida de algunos de sus mejores papeles: "No tengo miedo a la vejez, lo acepto como algo natural, trabajo mucho y no tengo tiempo para pensar en arrugas ni en liftings", comenta. Su tiempo se reparte entre la enseñanza -estos días ha impartido en Madrid una clase magistral- y la escena, sobre todo con obras de autores del siglo XX, como Janácek, Poulenc o Britten: "Me ocupo de los jóvenes, trato de ayudarles porque cada vez veo más difícil hacer una carrera con posibilidades cuando los teatros se preocupan más por el comercio que por el arte", dice.
Y echa de menos un nombre en su repertorio: "Si algo siento es no haber hecho más óperas de Richard Strauss", confiesa, "pero yo no hablo alemán y, por tanto, no puedo cantarlas. Sólo hice una vez Capriccio, porque se adaptó una versión en italiano para mí y fue una experiencia magnífica", recuerda la cantante.
Babelia
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