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Columna
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Cuentacuentos en la Moncloa

El cronista ha reconocido pacientemente el teatro valenciano de las operaciones que se libran de cara al asalto a La Moncloa, y ha tomado buena nota de algunas posiciones estratégicamente enigmáticas: la posición Fabra, la posición Palau y la posición Bancaixa. Las tres presentan aspectos inquietantes; las tres se encuentran en estado de merecer; las tres ofrecen resoluciones de dudosa definición. La posición Fabra es un polvorín que puede saltar por los aires al hilo de la investigación fiscal, o no. Pero, en cualquier caso, deja tras de sí un indeleble hedor a basurero, aunque las querellas presentadas por Vicente Vilar, que punto, hayan sido rechazadas por defecto de forma, y por ausencia de indicios y prescripción de un supuesto delito. La posición Fabra es un flanco débil en el fragor de la contienda, y mal lo tiene Font de Mora restañarlo, por mucha metralla dialéctica que dispare contra los socialistas. La pregunta elemental y que puede revelar la identidad del beneficiario de esta posible intriga es: ¿Qué mandamás del PP no podía pisar, sin levantar escoceduras, el feudo del presidente de la Diputación de Castellón? Por supuesto que a Font de Mora no le interesa la metodología narrativa de Raymond Chadler; si le interesara, tendría otras expectativas. Expectativas que guardan relación con la igualmente enumerada posición Palau. El único inquilino a quien las urnas le expidieron al contrato fetén es Francisco Camps. Y, sin embargo, se dice que, por allí, vaga otra presencia muy exigente, poderosa y ubicua. ¿Es el Palau uno de esos llamados edificios encantados? No se trata más que de un rumor, sin fundamento alguno, pero se insinúa que un equipo de cazafantasmas, podría colarse en el Palau, sigilosamente y de matute, para ver de desahuciar definitivamente a esa otra hipotética e incómoda presencia, que tanto está mareando más que a la perdiz al pardillo. Si así fuera, el cronista que es un contumaz incrédulo, considera que los parapsicólogos se van a dar una trompazo de impresión. Hay presencias con mandíbulas de perro de presa y garras de águila, que se clavan en los mismos sillares y en el cemento armado. Desalojarlas es toda una proeza muy embarazosa de conseguir, si no un imposible. Los socialistas que durante unas jornadas han estado en Dénia adiestrándose en la olímpica prueba del salto adelante, a su regreso han anunciado al público que "el gobierno popular está paralizado y más pendiente de las luchas internas de PP que del servicio al ciudadano". Algunos hermeneutas han interpretado la advertencia como un eufemismo de: "En el Palau cohabitan un presidente vivo y un ex presidente vivales".

Esto de las campañas electorales enseñan mucho a todos, especialmente a los que participan. Porque, si se aplican, pueden hacerse con muchos saberes. Ya ven, Zaplana de portavoz del gobierno, dio en heraldo de Aznar; y de heraldo de Aznar, en cuantacuentos de La Moncloa. Un hermoso oficio que algún día podría ejercer. Aunque no es su caso. Ni el de otros tantos. Porque está la posición Bancaixa, que tiene aires benéficos y de lugar de reposo Así es que todos los bandos y bandas la miman. Llegado el momento, Zaplana puede susurrarle a Rajoy, con una sonrisa entre cínica y lánguida: Siempre nos quedará Bancaixa.

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