Imperialismo e imperio
El autor ha escrito, en seis partes, una cosmovisión geopolítica en los comienzos del siglo XXI: el imperio mercantil, el poder de Estados Unidos, el drama del mundo árabe, la larga marcha de América Latina, Europa considerada como una oportunidad o una fatalidad, y el Sur a la deriva. Para haber sido completa falta el análisis de la larga decadencia del archipiélago japonés y la marcha hacia la integración de algunas zonas emergentes, como China e India.
Lo más sugerente del último libro de Sami Naïr es el contexto en el que sitúa su particular versión del mundo. En el lapso de tiempo de una generación, quizá en apenas dos décadas, los ciudadanos hemos visto cómo se tambaleaba un mundo y emergía otro, sin que nuestros instrumentos conceptuales y nuestras ideas hayan tenido tiempo de calibrar semejante munición. De lo que trata este texto es de ensayar una explicación.
EL IMPERIO FRENTE A LA DIVERSIDAD
Sami Naïr
Traducción de Sara Barceló y María Cordón
Areté. Barcelona, 2003
285 páginas. 21,50 euros
Ésta consiste en la necesidad de diferenciar los conceptos de imperialismo (ya tradicional) y de imperio. Sin esa diferenciación se produce una simplificación -considerar a Estados Unidos el único eje de dominación del planeta- en la que han caído muchos analistas paleomarxistas y algunos de los referentes del movimiento altermundializador.
Sami Naïr dice: para entender lo que está ocurriendo hay que ser consciente de que no es lo mismo el imperialismo que el imperio; el imperio es el sistema-mundo, y el imperialismo un comportamiento político, económico, militar, que puede caracterizar tanto a una nación grande como a una pequeña.
El imperio es el sistema mercantil hoy mundialmente dominante; el imperialismo habita en su seno, a través de la hegemonía estructural de Estados Unidos. Es un imperio con las siguientes características: mercantil, oligopolístico, mundial y democrático, en el que Estados Unidos es la potencia dominante en su seno y actúa de modo imperialista en el sentido clásico del término, para intentar garantizarse la dominación total. La potencia de un país es tributaria de su extensión geográfica, de su importancia demográfica, de su capacidad militar, de su control de la innovación científica y cultural, de su poderío económico y de la legitimidad de su poder político; aunque diversos Estados poseen uno u otro de estos criterios, o varios de ellos, Estados Unidos es el único que los tiene todos. A pesar de ello, no consigue la dominación total porque otras potencias, que comparten la misma adhesión a las normas del imperio mercantil mundial, tienden a oponerse a esa voluntad de hegemonía absoluta.
Con esta tesis es más fácil responder a la pregunta de si la globalización liberal, marco de referencia de nuestra época, es resultado de la americanización del mundo o, más correctamente, una variante de un vasto proceso histórico, de expansión de la civilización mercantil en la que concurren, en distinto grado, todas las grandes potencias mundiales.
Una globalización que tiene las dos caras de Jano: favorece la formación de conjuntos regionales, la expansión del comercio, la circulación de bienes a escala mundial, la formación progresiva de una opinión pública cosmopolita (como se ha demostrado a raíz de la guerra y ocupación de Irak), la difusión de determinados valores..., pero también la desarticulación de regiones enteras del mundo, la fragmentación de las sociedades, la exclusión de determinadas categorías sociales, el empobrecimiento de importantes sectores de las clases medias, la dualización entre los que están conectados y los que no lo están, y entre los que -siguiendo la expresión de Jeremy Rifkin- tienen "acceso al sistema" y los que están excluidos de él. Una lectura trasversal de El imperio frente a la diversidad del mundo permite encontrar las contradicciones a esa globalización que no lo es tanto cuando afecta de modo negativo a las partes geopolíticas más fuertes de la misma: por ejemplo, el proteccionismo de los países ricos: en el sector agrícola, la ayuda aportada por los mismos a sus agricultores representa siete veces el volumen de la ayuda total al desarrollo que reciben los países pobres.
Insisto: este contexto es la parte más original del libro. Quien esté familiarizado con los artículos, conferencias y reflexiones de Sami Naïr encontrará en los restantes capítulos del libro una profundización de los primeros. Con una particularidad que también es muy cercana a nuestro autor: su capacidad de pedagogía. Que en este volumen se amplía por la excelencia de la traducción de la obra al castellano.
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