El chico duro
Pablo García, el más agresivo de Osasuna, no habla con nadie, ni quiere ni le gusta
"Es especial", dicen quienes conocen a Pablo Gabriel García Pérez, natural de Suárez, una pequeña ciudad cerca de Montevideo (Uruguay) y centrocampista de Osasuna, de 26 años. Por varios motivos. Un primer vistazo descubre a un medio defensivo alto (1,86 metros), de 26 años, sin contemplaciones en su juego, agresivo en ocasiones. El domingo pasado pisoteó intencionadamente a Baptista, del Sevilla, en una entrada brutal, y se quedó tan ancho, como si nada. "En el fútbol vale todo. Siempre voy fuerte y al balón. No me importa lo que digan, siempre voy a jugar así. Al que le guste bien y al que no también, ésas son mis características", dijo.
Jornadas antes también se había enfrentado con Iván Helguera en el Bernabéu. El madridista le ninguneó preguntándole con ironía los trofeos que había ganado. "Fuera te veo", respondió Pablo García, un jugador muy temperamental. No le gustó nada el desprecio del central. El uruguayo ha visto ocho tarjetas amarillas en media Liga, sólo una menos que en toda la temporada pasada, cuando también fue expulsado una vez.
El estereotipo le encasilla como un leñero. Sin embargo, con el balón en las botas desmiente esa fama. Poco después de restregar sus tacos contra la pierna de Baptista empató el partido para Osasuna con un gran gol desde fuera del área, su segundo en la Liga en 16 partidos, todos de titular. Su golpeo con la zurda dejó clavado a Esteban, portero del Sevilla, pese a la lejanía del lanzamiento. "Tiene muchísima calidad en su pierna izquierda, como pocos futbolistas la tienen. No sólo es un jugador de envergadura. Para nosotros es fundamental", asegura Francisco Puñal, su compañero en el centro de campo de Osasuna.
El equipo navarro echó en el verano de 2002 sus redes sobre Pablo García, que acababa de disputar el Mundial de Corea y Japón con Uruguay, con cuya selección ha sido 39 veces internacional. Antes, en 1997, se había proclamado subcampeón del mundo sub 17 en Malaisia, sólo por detrás de la Argentina de Aimar y Riquelme. Su gran torneo, con otro golazo a la selección albiceleste, le sacó del Wanderers, su equipo en Uruguay los últimos tres años, y le llevó a España, al Atlético de Madrid B. En tres cursos fue cedido al Peñarol de Montevideo primero y al Valladolid después, hasta que curiosamente los ojeadores del Milan pusieron sus ojos en este centrocampista poderoso que se ajustaba al modelo del calcio. En la temporada 2000-2001 jugó cinco encuentros de Liga con el equipo milanista, y en la siguiente otros cinco con el Venezia. El fútbol italiano le aportó intensidad defensiva a su talento, pero devaluó su cotización.
Osasuna, su siguiente parada, aprovechó el momento. "Es muy competitivo, muy completo defensivamente, gran trabajador, y con el balón marca las diferencias. Para nosotros está siendo un fichaje muy rentable. No es el clásico pivote que sólo destruye en el centro y no hace más. Al contrario, es el jugador que más responsabilidad asume en la creación de juego del equipo, y cuando participa, Osasuna lo nota muchísimo", comenta Ángel Martínez, secretario técnico de Osasuna. A sus 26 años, Pablo García acumula experiencia suficiente como para liderar el centro del campo del club navarro, la revelación de la Liga en la primera vuelta. Es un fijo para el técnico, Javier Aguirre.
Sus pecualiaridades se extienden fuera del campo. "No habla con nadie, ni le gusta ni quiere. Se entrena y se va a casa", cuentan desde el club rojillo. La prensa se ha acostumbrado a sus noes. No aparece cuando le reclaman los medios y enlaza periodos de hasta tres meses sin decir palabra. Cuando puede, viaja a Uruguay con su familia, a Suárez, donde practica la caza y la pesca.
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