180 euros por la casa de su vida
Unos ancianos se enfrentan a la amenaza de una promotora que les obliga a abandonar su vivienda
José y Manuela tienen en la mesa una oferta de 180 euros para rehacer su vida a los 80 años y buscarse una nueva vivienda donde pasar lo que les resta de vejez. Cuatro euros por cada año que vivido en la casa que ahora una constructora quiere derribar. A cambio, la promotora de viviendas elevará más de un centenar de viviendas en el barrio ilicitano de El Toscar, tras derribar la casa de este matrimonio en la que viven desde hace 42 años, último escollo para la urbanización del denominado sector E-12.
El susto inicial tras conocer la noticia de que debían marchar de su casa ha dejado paso al sentimiento de resistencia, propio de un matrimonio nacido y crecido en la adversidad de construir un futuro a partir de una nada de postguerra. "Aquí han crecido mis cinco hijos y nació mi hija pequeña. Esta es mi casa y no me pueden echar de ella como si nada", afirma Manuela Juan, de 76 años. En el mismo sentido se expresa su marido, que desde el porche de su vivienda contempla cada mañana el trabajo de los operarios y cómo los tractores y máquinas elevan los pisos de los futuros edificios: "Vinimos jóvenes, trabajamos mucho, día y noche, a cambio de nada, sólo por el derecho de tener una casa donde vivir y algo de comida con la que alimentar a la familia. Ahora nos hemos hecho viejos aquí; no nos puede tirar sin más", afirma José Sánchez, de 78 años.
"No pedimos nada más que nos den una casa para para poder vivir", comentan
Este matrimonio resiste en el centro del sector E-12 de Elche, donde la mercantil Promociones y Ventas La Loza SL desarrolla el barrio de El Toscar. Las máquinas han sitiado desde septiembre su casa, construida a lo largo de muchos años en medio de lo que antes era un campo de cultivo. "Yo vivía antes de 1962 en Dolores, pero conocía a Manuel Pertusa, que era propietario de los 11.000 metros cuadrados de esta finca y tenia otras en Matola (pedanía de Elche) y también tenía obras", comenta José.
Desde esa fecha el matrimonio con cuatro hijos, la quinta nació después, ocuparon una casa en el centro de la finca "que Manuel me dijo que era para mí para siempre, como pago por mi trabajo". Porque José trabajó mucho en la finca que en pocos meses será cubierta de cemento cultivó habas, alfalfa, alcachofas y otras verduras. También criaba animales como cerdos, ovejas y cabras. Cuando no había trabajo en los campos acudía a alguna de las obras.
Mientras tanto, la familia se empadronó en la vivienda y todos los documentos oficiales hacen referencia a esta casa como único domicilio del matrimonio desde 1962, a pesar de que no tiene escrituras de propiedad, sino la palabra de su propietario que le cedió el usufructo vitalicio. "Si no pedimos nada más que una casa, que nos den una casa para vivir, como ésta, una planta baja que ya estamos mayores para subir pisos", explicó Manuela. "Pero que después, cuando no estemos que se la queden; sólo queremos una vivienda digna para vivir", añade. "O los duros necesarios para poder comprar una", apostilla su marido.
Su vida cada día es más dura "porque es muy desagradable los ruidos y porque alguno de estos quitavergüenzas, los encargadillos de obra, tratan de complicarnos la vida", explica José. Su mujer comenta las diversas roturas de las conducciones de agua y las dificultades para reestablecer el servicio. Desde septiembre han sido tres averías y más de ocho días sin agua potable. "Sabemos que no podemos estar aquí, solo esperamos una respuesta".
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