A la sombra de lady Diana
La 'princesa del pueblo' sigue repartiendo fortuna y miseria más allá de su muerte
La princesa Diana Spencer sigue provocando polémica. Esta semana, el magistrado encargado de examinar las circunstancias del accidente que le costó la vida en 1997 ha pedido una investigación a fondo al jefe de Scotland Yard. Es una pésima noticia para su ex marido, Carlos de Inglaterra, ya que, tras unas explosivas revelaciones periodísticas, es sospechoso de planear el accidente, pero es una mina de oro para el ejército de ex sirvientes, periodistas, abogados y consejeros que siguen explotando la popularidad de Lady Di seis años después de que el coche en el que viajaba junto a su amante, Dodi al Fayed, se estampara contra un pilar del túnel bajo el puente Alma, en París.
La decisión del coroner Michael Burgess ha sorprendido a la familia real británica. Los Windsor esperaban que este funcionario de segundo rango optara por dictaminar en un plazo relativamente corto que, a la luz de todos los datos que se conocen, la muerte de Diana y Dodi fue meramente accidental. Pero Burgess cree que es necesario despejar la creencia popular, apoyada por el 88% de los británicos, de que la pareja fue asesinada. No es que él sospeche que es así, pero los rumores están tan extendidos que hay que aclararlos y él no tiene ni poder ni medios para ir a fondo. La policía, sí.
Ha sido una pésima manera de empezar el año para el príncipe de Gales. La investigación encargada al jefe de la Policía Metropolitana, sir John Stevens, durará muchos meses y la prensa británica especula que el propio Carlos puede ser llamado a declarar. Hacia la primavera de 2005, concluidas las pesquisas, el coroner decidirá qué hace con su propio proceso.
Para el heredero de la corona es un contratiempo no sólo porque pueda acabar prestando declaración, sino porque la investigación policial mantendrá caliente la polémica sobre la muerte de su ex esposa, aletargando la posibilidad de que Carlos se case con su amante de siempre, Camilla Parker Bowles.
Aunque todo eso no sería más que un mal menor al lado de lo que ocurriría si se confirmaran las teorías de que la pareja fue asesinada por los servicios secretos británicos. El diario Daily Mirror ha echado aún más pimienta a la apertura de las investigaciones desvelando que Diana dejó escrito en una carta que su marido planeaba un accidente en su coche. Hasta ahora se conocían los temores de la princesa sobre una conspiración, pero nadie había publicado negro sobre blanco que la princesa se refería a Carlos de Inglaterra como responsable. La tesis ha sido calificada de "probablemente absurda" incluso por el director del Mirror, Piers Morgan.
Pero la desgracia de Carlos es la fortuna de muchos otros. Abogados, asesores, biógrafos, editores, la prensa tabloide y también la seria. Pero, sobre todo, de Paul Burrell, el fiel y al principio discreto mayordomo de Diana. Burrell ha acabado haciéndose de oro con la muerte de la princesa. En gran parte debido a la extraordinaria torpeza y desdén con que le ha tratado el príncipe Carlos, que durante meses mantuvo una denuncia por robo contra el sirviente presentada por la hermana menor de Diana, lady Sarah McCorquodale.
El mayordomo se sentó en el banquillo de los acusados y sólo cuando sus abogados hicieron ver a los Windsor que tanto el heredero de la corona como el segundo en la línea de sucesión, el príncipe Guillermo, serían llamados a declarar por la defensa, la Reina recobró súbitamente la memoria e hizo saber que el mayordomo le había comunicado hacía ya unos años que guardaba los objetos supuestamente robados.
Burrell, que durante años había guardado no sólo esos tesoros, sino los aún más valiosos secretos acumulados durante años al servicio de Carlos y Diana, perdió también súbitamente el rubor y empezó a convertir sus recuerdos en dinero. Por sus entrevistas tras el juicio obtuvo 450.000 euros del Daily Mirror y 145.000 de una cadena de televisión.
No fue codicioso: el Daily Mail y el Sun le ofrecían muchísimo más. Un año después, en octubre pasado, publicó el libro A royal duty (Un deber real), del que Penguin imprimió en secreto una primera edición de 95.000 ejemplares en el Reino Unido y 700.000 en Estados Unidos. El Mirror aumentó su tirada en 250.000 ejemplares diarios con los avances editoriales.
También Mohamed al Fayed, el padre de Dodi, está disfrutando estos días, aunque más desde el punto de vista sentimental que desde el económico. Nada le consolará de la tragedia de perder a un hijo y probablemente una nuera y futura madre de sus nietos. Pero la venganza es un plato que se sirve frío y para Al Fayed, que ha gastado mucho en dinero para forzar que se investigue lo que él considera un "horroroso asesinato", la investigación lanzada por el coroner Michael Burgess es el primer paso para ver cumplido su objetivo de que se haga justicia con su hijo, pero sobre todo de ver humillados a los Windsor, en los que ve la encarnación del establihsment que siempre ha aceptado su dinero, pero jamás le ha premiado con lo que él más deseaba: la nacionalidad británica.
El dinero gastado por Al Fayed en defensa de sus teorías conspiratorias no es ajeno al hecho de que la inmensa mayoría de la población esté de acuerdo con ellas. El millonario, de la mano de abogados y relaciones públicas, se ha encargado de avivar las dudas sobre el caso en el imaginario popular. Otros bufetes y gabinetes podrán presentar también estupendas minutas en los próximos meses, a medida que progresen las investigaciones de la policía sobre el accidente del túnel bajo el puente Alma. Seis años después, Diana sigue dando que hablar y repartiendo fortunas y miseria.
Surge una duda clave
Menos de una semana después de que la policía británica empezara su investigación sobre la muerte de Diana y Dodi Al Fayed, el diario The Times abrió ayer su edición cuestionando el punto crucial que llevó a la justicia francesa a concluir que la muerte de la pareja fue un accidente provocado por el estado de ebriedad del conductor del coche, el jefe de seguridad del hotel Ritz de París, Henri Paul.
Según el diario, que no cita ninguna fuente aunque habla de "preocupación a alto nivel" y "autoridades en Londres", las muestras utilizadas por las autoridades francesas pudieron no proceder del cuerpo de Henri Paul, quizá debido a "un inocente intercambio" en los laboratorios. El diario apoya su tesis en que los altísimos niveles de monóxido de carbono de las muestras analizadas hubieran impedido no ya conducir, sino incluso caminar a Paul aquella noche.
El diario recuerda que el juez francés que llevó el caso se negó a que se tomaran muestras de ADN para determinar si los análisis correspondían a Paul. La familia de éste interpuso por ello una demanda en París en 2002. La familia niega que recibiera ayuda financiera de Mohamed Al Fayed.
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