Casillas arregla un simulacro
El Eibar, que tropezó con el portero madridista, espléndido, desaprovecha su manifiesta superioridad por falta de acierto
Resignación. Porque la directiva del Eibar puso a la venta las entradas del partido antes de que Queiroz determinara llevar al Real Madrid B; porque el público que casi llenó Ipurua (a 100 euros por barba, si no era socio) se subyugó a la impronta de la camisola blanca y a la ambición de ganar a un club mayor por más que fuera un equipo menor. Tanto que Amorrortu, técnico del Eibar, también mantuvo su filosofía de alinear a los no habituales (como él llama a los suplentes) para defender su criterio.
Pero había trampa. Escondido entre una nube de meritorios y aprendices, asomaba la prestancia de Iker Casillas, un tipo sencillo, portero de profesión, por lo tanto ajeno a las candilejas actuales del fútbol, que llegó a Eibar por la lesión de César y en 20 minutos salvó al Madrid de caer en el precipicio. Cuando el Madrid no se encontraba y el Eibar aplicaba las cuatro normas futbolísticas (presión, velocidad, ambición y remate), Casillas, reivindicando el poder de la galaxia, metió tres manos que no sólo le justificaban el prestigio sino que reivindicaban el glamour del club. Casillas pagó la factura en los remates de Óscar Pérez, Cuevas y Saizar. Casillas, como si el tiempo no hubiera hecho mella en su historial, estiró los brazos y definió la jerarquía del partido. Era el tiempo en el que el Eibar se gustaba, jugaba con la inteligencia de Óscar Pérez y la habilidad de Corredoira y, sobre todo, con la fe del equipo pequeño que no se siente menor. Ni siquiera cuando en la única jugada de la primera mitad del Real Madrid, Guti rebañó un pase de la muerte de Juanfran y aclaró el partido en una jugada iniciada desde atrás. Ni siquiera así cambió el partido, porque el Madrid no lo tenía en sus botas, porque Cambiasso y Guti no estaban en él, quizás ajenos al tatuaje de la galaxia, y porque el resto asumió su humildad desde el inicio.
EIBAR 1 - REAL MADRID 1
Eibar: Basauri; Romero, Alaña, Zárraga, Dani; Uriz (De la Cruz, m. 75) Óscar Pérez; Edu Roldán, Cuevas (Kortina, m. 60), Corredoira; y Saizar (Arregi, m. 75).
Real Madrid: Casillas; Olalla, Rubén, Mejía, Paredes; Borja (Raúl Bravo, m. 86), Cambiasso (Jordi, m. 81); Juanfran (Núñez, m. 68), Guti, Solari; y Porftillo.
Goles: 0-1. M. 36. Jugada hilvanada desde atrás por Mejía que acaba en Juanfran cuyo pase atrás lo remata Guti.
1-1. M. 45. Cuevas cabecea tras un córner.
Árbitro: Pérez Burrull. Amonestó a Borja y Saizar.
Unos 5.000 espectadores en Ipurua.
Por un asunto al parecer genético empató el Eibar. Sabido es que la virtud del Madrid real no es la defensa aérea, por eso la chavalería permitió el gol de Saizar en un saque de esquina que remató a placer y con estilo de delantero centro.
El partido era del Eibar, por desinterés del Madrid y por la inquietud de algunos futbolistas eibarreses, como Óscar Pérez o Romero, empeñados en destronar al equipo de Queiroz fuera quien fuese quien luciera su camiseta. El Eibar se adueñó del partido porque el Madrid nunca supo cómo hacerlo. No hubo noticias de Guti, de Cambiasso, inapreciables en Ipurua, ni de Portillo, viviendo a a cien kilómetros de distancia de sus compañeros, ninguneado, quizás olvidado.
Así que el Eibar decidió discutir con Iker Casillas directamente. Sin problemas defensivos que resolver, había que ganar. Y lo intentó de todas las maneras.
En su monólogo de la segunda mitad, en su asedio sin piedad, encontró un remate de Arregui que volvió a reclamar la intensidad de Iker Casillas para repeler la agresión, y un derechazo de Corredeira que tropezó en el larguero mientras el portero madridista lo vigilaba con la mirada.
El Eibar, con los suplentes, salió a su estilo: fútbol directo, compensado, voluptuoso en ocasiones, sin remate a menudo; el Madrid, decidió contemporizar con el resultado porque la alineación no daba para más. El simulacro funcionó en el marcador.
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