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Saber y poder en el Fòrum

El concepto de desarrollo sostenible forma hoy parte del acervo popular y está íntimamente ligado al discurso conservacionista, medioambientalista o ecologista que se ha instaurado en nuestra sociedad desde los años setenta del siglo XX. Cualquier política actual que esté basada realmente en el progreso y la calidad de vida de la ciudadanía incorpora criterios relacionados con el desarrollo sostenible de los recursos naturales, de la gestión energética, de la ecología urbana o del planeamiento territorial, entre otros... ¿Seremos capaces de llegar a construir un modelo de desarrollo que no comprometa el futuro de la vida sobre nuestro planeta? Éste es el reto que tenemos planteado y para ello defendemos el desarrollo sostenible, pero el problema que hemos de resolver no está circunscrito exclusivamente al medio ambiente.

¿Estamos creando un mundo más justo o no? ¿Estamos permitiendo a las diferentes civilizaciones que pueblan la Tierra que puedan sobrevivir, evolucionar e incorporarse a un proceso colaborativo que haga viable ese mundo más solidario al que aspiramos? ¡A todas luces, no! No sólo no lo estamos haciendo, sino que posiblemente nos alejamos cada vez más de ese noble objetivo.

Nuestra forma de hacer política, nuestro modelo económico, nuestros criterios sociales e incluso nuestros valores culturales divergen ostensiblemente del necesario equilibrio entre el poder y el saber. En nuestra sociedad prevalecen los criterios de la fuerza económica y/o política sobre los del conocimiento, al tiempo que se impide que nazca y evolucione el espíritu crítico de la sociedad. Por ello es indispensable que luchamos por otro desarrollo sostenible: el que permita la colaboración e influencia del saber con y en el poder.

El resultado es que no sólo no somos capaces de construir un mundo justo, sino que cada vez lo hacemos más injusto, y posiblemente la causa radique en que no sabemos cómo desarrollar de una forma sostenible un adecuado equilibro entre el saber y el poder. En este contexto parece indispensable poder reflexionar sobre qué mundo estamos construyendo.

Éste es el objetivo profundo del Fòrum de les Cultures Barcelona 2004: hacer un alto en el camino, evaluar si llevamos o no una dirección equivocada y sentar las bases para que el desarrollo sostenible del saber y del poder sea una realidad en este siglo que hemos comenzado.

¡Pero hay un peligro! Las diferencias entre los que saben y los que no saben en un mundo en el que cada vez se valora más el cómo que el qué hacemos pueden provocar rupturas sociales aún mayores que las que hemos vivido desde la revolución industrial. Constituye, por lo tanto, una responsabilidad individual y colectiva el reciclaje continuado de nuestras capacidades intelectuales y nuestra adaptación a la vertiginosa velocidad de innovación de nuestra sociedad. Ya sean los conocimientos de aquí o los que vengan de otras partes, pues la mezcla y la capacidad de asimilación de la diversidad cultural serán factores decisivos que posibilitarán, paradójicamente, la aparición y fortalecimiento de valores locales que serán precisamente los que marcarán las diferencias de oportunidad y calidad de vida en un mundo cada vez más irremediablemente globalizado.

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En este contexto, hay que intentar elaborar una nueva convención interdisciplinaria de la política, de la economía y de la cultura basada en la complementariedad entre el poder y el saber, y en un desarrollo sostenible entre ambos. Si analizamos los diálogos y debates que nos ofrece el programa propuesto por el Fòrum para los 141 días que durará este evento mundial, podremos darnos cuenta de que existe la voluntad de reflexionar sobre estos problemas que tenemos planteados. Obviamente, podrían añadirse otros muchos, pero existe una constante, aunque no se exprese explícitamente: situar el saber y el conocimiento en el centro del debate y mostrar al mundo que somos capaces de hacer un alto en el camino para intentar corregir nuestro rumbo si realmente estamos equivocados. Una aparente utopía que aspiramos a que se convierta en una necesidad para que se repita con regularidad en otras ciudades a lo largo del siglo XXI. Ésta será la mejor herencia de Barcelona 2004.

Vladimir de Semir es comisionado para la Cultura Científica del Ayuntamiento de Barcelona.

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