_
_
_
_
_
Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Daniel Pommereulle, un inclasificable artista plástico

El artista plástico Daniel Pommereulle murió el martes 30 de diciembre en un hospital de París a consecuencia de un tumor maligno. Tenía 66 años de edad. Uno tiene ganas de decir que era un artista rebelde, intransigente, de otra época. En su juventud, antes incluso de emprender estudios artísticos, Daniel Pommereulle se apasionó por Gustave Moreau y Odilon Redon y, en realidad, siguió apegado a una forma de simbolismo fuera de las normas de los años sesenta, cuando comenzó su carrera. El artista combinó este simbolismo con su rebeldía, con su asco al mercantilismo, haciendo gala de un estado de ánimo más cercano en el fondo a los surrealistas que a los neorrealistas y los artistas de su generación. Como París se le quedaba pequeño, le gustaba marcharse, pasar temporadas en el desierto del Sáhara (donde en 1969 rodó una película, Vite) o en otros lugares, como en California, o en Asia, y detener toda producción para luego reaparecer con obras nuevas, violentas.

Nacido en 1937 en Sceaux (Hauts-de-Seine), Daniel Pommereulle empezó siendo pintor, pero luego se alejó del lienzo para reunir objetos, jugando con acercamientos incongruentes o provocadores, en cualquier caso cargados de una energía en tensión. Por aquel entonces no estaba demasiado alejado del Arte Povera italiano. Llegó incluso a provocar escándalos. Por ejemplo, cuando en 1966 expuso en el sótano de la galería Mathias Fels sus Objetos de tentación: todo lo necesario para sumirse en los paraísos artificiales. Jean-Pierre Raynaud exponía en el piso superior sus Psico-objetos. Ese mismo año, uno de los gestos que le dio a conocer fue traer un árbol al Salón de Mayo: un melocotonero en flor, bien recibido por parte de la crítica y por el artista Raymond Hains por haber llevado el pecado

[en francés "melocotonero" y "pecado" se pronuncian igual] al museo. En aquella época se le etiquetó de "objetor".

El año de 1975 fue otro momento importante en la carrera llena de altibajos de Daniel Pommereulle, que expuso en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de París tres grandes obras, unas esculturas-monumentos, bajo el título de Fin de siglo. Una era un tobogán en tubos de acero brillante que descendía hacia una lámina cortante. La segunda era un Muro de cuchillos, 450 cuchillas plantadas en una estela de mármol negro de más de tres metros de largo y de alto y brillantes como estrellas en la noche. La tercera era un Monumento a la palabra presentada como una oscura escenificación de lo irracional o de la angustia existencial.

Con su Muro de cuchillos y diversas obras igual de agresivas, como los botes de pintura llenos de bisturís y otros instrumentos quirúrgicos de la serie Objetos de premonición, Daniel Pommereulle se impuso como escultor que trabajaba con la violencia de los materiales, el hierro y el mármol. El vidrio vino después de algunas escapadas a las aguas celestes de las acuarelas sobre papel: los Objetos de poniente.

En los años ochenta y noventa, Pommereulle multiplicó las combinaciones heterogéneas de vidrio, piedra y acero, y con la misma energía explotó -visual y metafóricamente- el aspecto cortante de las formas, la transparencia y la opacidad; mucha crueldad, pero también dulzura. A su imagen y semejanza. Hay que señalar que, cuando no hacía escultura, Daniel Pommereulle se dedicaba al cine. Trabajó con Rohmer, Godard, Truffaut y, sobre todo, con Philippe Garrell.-

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_