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Columna
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Juglares

Fue lo primero que pensé a raíz del descabalgamiento del pujolismo. Pensé en los arriscados e inasequibles juglares de Els Joglars. Pensé en la parte alícuota que les correspondía a Boadella y los suyos en el cambio de régimen catalán. No es asunto, creo, para tomarlo a broma. El humor (el buen mal humor de los juglares) es asunto serio. El rey (Ubú o quién sea) está siempre desnudo y nunca nadie (salvo el juglar) se atreve a denunciar su desnudez, su despelotamiento intelectual, moral o ético. Pero el viejo mester de juglaría no ha dejado de poner en solfa las arbitrariedades y las ridiculeces del pujolismo. El sentido reverencial del poder del que hablaba Maeztu, unido al servilismo, al ventajismo, al arribismo y a otros ismos de varia intención, han levantado un muro de intereses y miedo y miseria moral que sólo los juglares han podido socavar lentamente. El mundo ha estado siempre (y me temo que seguirá estándolo) lleno de Mr. Chances, burros con traje, dictadores de opereta, donfiguras de quinta división y estadistas de metro y medio. Personajes ridículos. Pero el poder otorga inmunidad y bula. Sólo el juglar se atreve a olvidar la sagrada consigna, a disonar del coro. Mencken, Kraus o Boadella, da igual.

La última provocación de Boadella ha sido dirigir una carta a la nueva consejera de Cultura de la Generalitat de Cataluña diciéndole que, de alguna forma, le debe su poltrona o parte de ella a las geniales mascaradas de Els Joglars. La compañía que ha creado más obras de teatro en catalán en los últimos años se ha visto marginada durante toda la égida pujolista, lo cual, por otro lado, tiene su injusta razón de ser. Lo de pagar para que se pitorreen de uno es una santa virtud al alcance de muy pocos cristianos. En una muestra de generosidad sin precedentes, Boadella remitió al ex president Pujol una oferta de empleo: le proponía que sustituyese a Ramón Fontsere en la obra Ubú president. No sabemos aún si don Jordi ha aceptado el empleo. Hace unos meses, una compañía de pompas fúnebres le ofreció un puesto de comercial a Luis Roldán. Y parece que el hombre que se parecía al Algarrobo no aceptó la propuesta.

A uno le produce sana envidia el caso catalán y su pujante mester de juglaría. Los vascos llevamos un cuarto de siglo desmintiendo nuestra fama levantisca y besando correa. En su última obra teatral, un montaje basado en El retablo de las maravillas cervantino pasado por la Comedia del Arte, Els Joglars nos presenta a los "menguados", que se extienden y plantan sus reales en todas las esferas del poder. "Los más peligrosos y nocivos", dice Boadella, "son los imbéciles ilustrados". Si hay alguna comunidad en la que los "menguados" hayan copado todos los resortes del poder, ésa es la nuestra. Paniaguados, menguados y tontos ilustrados (y sin ilustrar) campan por nuestros parlamentos, diputaciones y ayuntamientos desde hace 25 años. Pero no hemos tenido juglares. No hemos tenido arrestos para reírnos de tanto mentecato avalado por las listas cerradas y el sufragio universal. Un viejo dicho joseantoniano aseguraba que sólo los poetas mueven a los pueblos. De algunos poetas, verdaderamente, yo no me fiaría mucho. Habría que cambiar el aserto y decir que sólo los juglares mueven a los pueblos.

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