La banda causó en 2003 el menor número de muertos de su historia
2003 ha sido el año de menor operatividad de ETA y de mayor número de caídas de sus miembros. También ha registrado un significativo descenso de los atentados terroristas y una abrumadora reducción de su porcentaje de eficacia criminal. El balance final es de tres asesinatos, la cifra más baja desde que en 1976 ETA cometiera sus primeros atentados mortales, si se excluye 1999, en el que se mantuvo en tregua. Además del notable descenso operativo, la organización terrorista ha orientado casi la mitad de sus atentados a reforzar la exigencia del pago del llamado impuesto revolucionario a empresarios extorsionados.
Hay además otros datos reveladores de la situación de debilidad que atraviesa la banda: la presión policial ha socavado los cimientos de su estructura interna, afectando tanto a la cúpula dirigente, con las detenciones este mismo mes de Gorka Palacios e Ibon Fernández Iradi, Susper, como a las bases de reclutamiento. En octubre pasado, los jueces Baltasar Garzón y Laurence Le Vert asestaron un jaque mate con la detención en España y Francia de 70 miembros de la cantera etarra detectados en una lista sustraída a Fernández Iradi. Los presos etarras en Francia rondan ya los 130.
No hay que sorprenderse, por tanto, de que el Euskobaró-metro de diciembre registrara que el rechazo frontal a ETA alcanza, por vez primera, el 53% de los votantes nacionalistas en el País Vasco.
Pese a su escasa operatividad, este año ETA ha asesinado a tres personas en Euskadi y herido a varias en distintos atentados. El jefe de la Policía Municipal de Andoain, Joseba Pagazaurtundua, y los policías Bonifacio Martín Hernando y Julián Embid Luna, asesinados en Sangüesa (Navarra), fueron las tres víctimas. Los terroristas también hirieron a dos agentes de la Erztaintza en el puerto alavés de La Herrera, tras tenderles una emboscada que terminó con un etarra muerto en el tiroteo.
Una cifra tan baja, tres asesinatos en un año, no tiene precedente en la historia de ETA. Tan sólo el año 2002 y en 1996 se aproximó a ella, al registrar cinco asesinatos, mientras que, en 1998, el año en que la banda declaró la tregua en septiembre, tras el Acuerdo de Lizarra, había causado ya seis muertos. Al regresar a la actividad armada, ETA cometió 23 asesinatos en el año 2000 y 14 el año siguiente, cifras que han descendido en picado desde el pasado año en proporción directa a la eficacia policial consecuencia de una mayor coordinación entre España y Francia.
Las víctimas del año que ahora termina son miembros de las fuerzas de seguridad, lo que podría interpretarse como el retorno de ETA a los objetivos tradicionales, dentro de su idea de guerra contra el Estado. Pero la numerosa información sobre futuros objetivos terroristas localizada estos meses por la policía desmiente esta inicial apreciación.
Entre las personas cuyos movimientos han vigilado los etarras en su labor de apoyo de los taldes armados se encuentran políticos, cargos electos, profesionales y empresarios, además de miembros de las fuerzas de seguridad. La distancia entre lo que ETA proyecta y la realidad avalaría la impresión, convertida en certeza reconocida por los expertos antiterroristas, de que los comandos de la organización "hacen todo lo que pueden".
Un análisis pormenorizado de la actividad de ETA en el 2003 demuestra que entre sus principales preocupaciones se encuentra la de su abastecimiento económico, al que dedica cada vez más atención. En los doce últimos meses, casi la mitad de los atentados con explosivos cometidos por la banda -siete de los 15 atentados con bombas caseras- han tenido como principal objetivo forzar a los empresarios a someterse al impuesto revolucionario, una práctica tradicional para hacerse con recursos económicos. Las acciones cometidas contra empresas por este motivo no han producido víctimas mortales, pero sí cuantiosos daños materiales con la intención forzar la voluntad de los empresarios. La última acción este sentido fue desbaratada la víspera de Nochebuena por la policía francesa, al descubrir en un coche abandonado en la región de Las Landas doscientas cartas preparadas para su envío a empresarios del País Vasco y Navarra.
El ataque a intereses turísticos en zonas y épocas clave, así como la voluntad de provocar situaciones de terror y caos que alteren la normalidad ciudadana sigue teniendo una atención preferencial para ETA. Con ello persigue llamar la atención internacional y demostrar que España no es un país seguro al tener pendiente de resolución el tema vasco. Pero su efectividad sigue un proceso de progresiva disminución, como lo demuestra la operación policial que frustró los atentados que dos etarras querían perpetrar en Nochebuena en la madrileña estación de Chamartín, donde pretendían hacer estallar más de 50 kilos de explosivos.
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