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Reportaje:

Las 'rubias' ya son chatarra

Concluye la destrucción de más de 6.600 millones de monedas de peseta

Ramón Muñoz

La peseta ha caído muy bajo. Ya ni siquiera puede competir con "la falsa moneda que va de mano en mano y ninguna se la queda", de la que habla la copla.Y es que la popular rubia, que hace un año y medio dejó de ser instrumento de pago, ahora ya ni siquiera es un objeto simbólico para el recuerdo porque se ha convertido en simple chatarra.

La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) anunció ayer que había concluido el proceso de destrucción de más de 6.600 millones de monedas, con un peso de 30.400 toneladas, de la antigua divisa nacional.

El holocausto monetario comenzó casi en el mismo momento en que se puso en circulación el euro, el 1 de enero de 2002. De la retirada de las monedas se encargó la FNMT, y el Banco de España de la de los billetes. Las monedas se recogían, se clasificaban, se empaquetaban y se acumulaban en once grandes almacenes regionales distribuidos por todo el territorio.

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Desde allí, largas caravanas de vehículos blindados, protegidos por efectivos policiales -4.000 transportes y más de un millón de kilómetros recorridos- llevaban la preciada carga hasta las instalaciones de la empresa Botrade, en Zaragoza, donde se procedía a su destrucción.

Los responsables dudaron sobre la forma de inutilizar las monedas. El dilema estaba entre fundirlas o trocearlas. Al final, se optó por la segunda fórmula por varios motivos y, entre ellos, uno casi trascendental tratándose de una moneda: la venta de chatarra genera un beneficio económico que ha servido para pagar el proceso de retirada. O sea, se puede decir que la peseta ha costeado su desaparición.

Pero la peseta no ha muerto definitivamente. Al menos su cuerpo de diferentes aleaciones (aluminio, cupro-níquel, bronce-aluminio y plata) según los valores faciales de las distintas monedas (de 2.000, 500, 200, 100, 50, 25, 10, 5 y de 1 pesetas), se va a reencarnar en tuberías, chapas de automóvil, cuberterías, medallas e incluso nuevas monedas.

Pero como los billetes y monedas siguen teniendo valor (se pueden cambiar indefinidamente por euros en el Banco de España), las medidas de seguridad en este proceso de destrucción han sido extremas. Se cotejó informáticamente que el peso de la chatarra coincidiera con el de las monedas; se comprobó el tamaño del troceado, y se vigiló de cerca a todo aquel que tuviera algo que ver con alguna fase del proceso.

Aunque el dispositivo especial se ha dado por concluido, todavía continuarán llegando billetes y monedas para su destrucción. Y es que, según los últimos datos del Banco de España, aún quedan por canjear pesetas por valor de 2.108 millones de euros, de los que 1.175 corresponden a billetes y 843 millones a monedas, muchas de ellas ya desaparecidas por muerte natural, en manos de coleccionistas y turistas o simplemente extraviados en cualquier cajón.

Y si los españoles abrazaron el euro con entusiasmo, también se han dado prisa en aniquilar el otrora símbolo de su riqueza: España ha sido el primer país de la zona euro en concluir la destrucción de su antigua divisa.

Las pesetas con las que pagaron, y por las que suspiraron generaciones de españoles durante más de un siglo, son hoy mercancía de chatarrero o pasta de papel. Aunque habrá quien se guarde un billete para hacer suya aquella rima amarga de Bécquer que pensaba que "una oda sólo es buena de un billete del Banco al dorso escrita".

Proceso de conversión en chatarra de las pesetas.
Proceso de conversión en chatarra de las pesetas.EFE

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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