Un campeón que no lo fue
Mikel Zarrabeitia cuelga la bicicleta tras dos hernias discales, un accidente de tráfico y el caos del pelotón español
A Mikel Zarrabeitia (Abadiano, Vizcaya; 1970) se le adivinaba desde el principio el estilo de un campeón. Once temporadas después de su debut profesional, cuelga la bicicleta "cansado de promesas incumplidas y falsas expectativas" y con un mal de espalda que, a sus 33 años, no le permitía disfrutar de las últimas pedaladas en el cambiante pelotón. El campeón permanentemente en ciernes se va al otro lado acosado por la lesiones -dos hernias discales operadas y un accidente de coche que le produjo una fractura de clavícula y esternón- y atribulado por los espasmos del ciclismo español que han obligado a muchos a la emigración y la inestabilidad. Por eso se va "un poco disgustado, porque nadie se quiere ir de aquello que le gusta", y "contento con lo realizado", aunque a sabiendas de que "la gente esperaba un poco más".
Zarrabeitia aprendió a andar en bicicleta a los tres años, pura herencia genética de su padre, ciclista. Sin embargo, sus primeros pasos los dio en las carreras de cross, en las que compitió hasta la categoría de cadete, en la sokatira (deporte rural vasco) y el futbito. Hasta que decidió unir la genética, la bicicleta, y el cross y comenzó a disputar ciclocross. Finalmente, su padre le encaminó a la carretera, en la que pronto muchos vieron al sucesor natural de Marino Lejarreta, el Junco de Berriz, el otro campeón que no pudo ser aunque su palmarés fuera envidiable.
"Ganar... ganan pocos. Sólo un grupo selecto", explica Zarrabeitia, quien entiende que su enganche con la afición provenía de meterse "en batallas de lejos, de cerca", moviéndose "continuamente" en la carrera: "Luego, me tocó apoyar a corredores de grandísimo nivel, como Alex Zülle, Laurent Jalabert o Abraham Olano, es decir me tocó currar, y eso también es importante".
Aprendió Zarrabeitia a andar en bicicleta muy pronto y a los 21 años comenzó a "aprender el oficio" con Javier Mínguez en el Seguros Amaya, "con todo lo que eso significa", pero obteniendo beneficios. Al segundo año de profesional, se adjudicó la Vuelta a La Rioja tras hacer podio en la Vuelta al País Vasco. Y al cuarto, se proclamó subcampeón de la Vuelta a España.
Hasta ahí, la felicidad. Después, el infortunio. En 1994 viajó a Francia con el Banesto para ayudar a Indurain en la conquista su cuarto Tour. No pudo. La víspera de la salida, un fuerte ataque de ciática le clavó en la cama.Comenzó el vía crucis de las hernias discales que le llevaron al quirófano. Y de ahí, a un abismo que sorteó con la fortuna que se le negaba en la línea de meta: un accidente de coche concluyó, como mal menor, con una fractura de clavícula y esternón. Las hernias le pararon diez meses; el accidente, veinte.
Y entonces apareció Manolo Saiz y lo recuperó en el ONCE. "De Manolo yo sólo puedo decir cosas buenas. Las malas, si las tiene, que las digan otros. Lo cierto es que él apostó por mi tras el accidente. Lo que ocurre es que después los resultados no acompañaron tanto como preveíamos y quizás se fue perdiendo la ilusión inicial", afirma Zarrabeitia.
En ese tiempo interiorizó la dureza de una profesión que parece exclusivamente reservada para los ganadores. Lo dijo en una ocasión Saiz: "El segundo es el primero en perder". Salvo en la Bicicleta Vasca, que Zarrabeitia ganó en 2002, lo comprobó en la París-Niza de 2003, en la que fue el segundo, y en el resto de las carreras importantes, en las que casi siempre se inscribió entre los diez primeros, fomentando la esperanza de sus incondicionales.
Y llegó el sprint final. Convertido en gregario de lujo, apostó por Joseba Beloki y el futuro fracasado en el Stayer y acabó rechazando ofertas del Kelme, el US Postal, el CSC, el Maia y el Saunier Duval.
La espalda decidió. Con el futuro resuelto, quiere ser director de chavales y comentarista de televisión "para contar detalles y anécdotas de ésas que gustan a los cicloturistas", aunque, como Lejarreta, también él se ha sentido un cicloturista obligado a ganar o a hacer ganar.
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