Michael Phelps desafía a Mark Spitz
El estadounidense aspira en Atenas 2004 a proclamarse el mejor nadador de todos los tiempos - Gemma Mengual, el rostro español
Los Campeonatos del Mundo de natación comenzaron en Barcelona con novedades necesarias para un deporte con cierto problema de imagen. Se construyó una piscina artificial en el Palau Sant Jordi con un éxito ratificado por varios récords mundiales. La solución técnica supone un gran avance para las futuras ediciones, que no necesitarán caros edificios sin apenas utilización después de las competiciones.
Las dudas sobre la bondad de la pileta artificial quedaron despejadas inmediatamente. De ello se encargó personalmente Michael Phelps, la estrella de los Mundiales y uno de los deportistas del año. Se tenían referencias muy precisas del talento del joven nadador estadounidense, cuya precocidad venía confirmada por sus numerosos récords en su país en las categorías infantiles. Con 14 años se ganó el derecho a participar en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000; con 15 fue el quinto en la final olímpica de los 200 metros mariposa; meses después batió su primer récord mundial (200 metros mariposa). Pero había que verle en los Mundiales, frente a rivales de primera magnitud y con un calendario demencial, el que Phelps afrontó para demostrar que era capaz de destronar al australiano Ian Thorpe como mejor nadador del mundo.
Phelps, un prodigio de versatilidad, participó en los 100 y los 200 metros mariposa, en los 200 y 400 estilos y en los relevos de 4x100 libres y estilos, además de en el de 4x200. En la manga se guardó otras dos carreras en las que figura entre los mejores del mundo: los 200 metros libres y los 200 espalda. Los Mundiales de Barcelona eran para Phelps el laboratorio perfecto antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Porque su aventura es colosal. En la capital griega pretende superar las siete medallas de oro que obtuvo su compatriota Mark Spitz en los de Múnich 72. Si lo consigue, tendrá todo el derecho a proclamarse el mejor nadador de todos los tiempos.
El experimento funcionó. Sólo hubo una prueba que se escapó al poderío de Phelps. Fue la final de los 100 metros mariposa, que parecía un 1 fijo. Lo impidió su compatriota Ian Crocker, autor de la carrera de su vida. Bajó de 52 segundos, batió el récord del mundo, venció a Phelps y envió un aviso al joven fenómeno de las dificultades que encontrará en su desafío olímpico. Pero el balance general de Phelps fue imponente. Dejó una sensación de poderío que sólo está al alcance de los elegidos, con récords estratosféricos, especialmente en los 200 metros estilos. Phelps oscureció a Thorpe, empresa que parecía imposible hasta hace bien poco.
Thorpe llegó a los Mundiales sin el entusiasmo de otras temporadas, cuando casi salía a récord por carrera. Quizá estragado después de siete años en la cumbre, el australiano ganó las finales de los 200 y los 400 metros libres sin apenas oposición. Con una grandeza inhabitual, aceptó el reto de combatir con Phelps en la final de los 200 metros estilos, prueba en la que todavía está en fase de aprendizaje. Ganó Phelps, pero Thorpe se llevó una medalla inesperada. Cuando fue necesario, tiró de su extraordinaria capacidad competitiva.
Phelps ganó tres medallas de oro (200 metros mariposa y 200 y 400 metros estilos), cada una de ellas con un récord del mundo para acreditar su fabulosa categoría. Comienza a sacar un gran rédito económico a su talento como nadador. Sus contratos con diversas firmas comerciales le aseguran unos ingresos cercanos a los dos millones de euros, cifra que le acerca a las ganancias de Thorpe. Si cumple sus difíciles objetivos en Atenas, su posición en el mundo del deporte cambiará radicalmente. Será un campeón de orden planetarario, un referente para la historia, como lo ha sido Spitz.
Los Mundiales significaron también la consagración de Gemma Mengual como icono del deporte español. Durante una semana, su imagen fue recurrente en las portadas de los periódicos y en los informativos de la radio y la televisión. Aprovechó su momento con una precisión que habla de su notable carácter competitivo, de la durísima preparación que siguió para convertirse en una de las estrellas de los Mundiales, de algo parecido al carisma. Ella lo tiene. En un país con apenas 500 licencias, es un ejercicio casi imposible obtener grandes resultados frente a potencias como Francia, Rusia, Japón o Canadá.
Gemma Mengual y las especialistas españolas en natación sincronizada confirmaron el espectacular avance de las deportistas españolas. Frente al fracaso de los nadadores -ninguno consiguió un puesto en las finales-, las nadadoras españolas alcanzaron el máximo protagonismo en la especialidad sincronizada y obtuvieron buenos resultados en la piscina del Sant Jordi, medalla de Nina Jivaneskaia incluida.
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