_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lotería

Según como se mire, la imponente tecnología de la sociedad moderna, con su telaraña digital, es fruto del azar en el sentido más estricto. De la especulación de los antiguos sobre el azar, las probabilidades y sus leyes surgió la estadística; de la estadística derivó la ciencia de la computación, y de la computación... Discuten los biólogos sobre la incidencia de lo aleatorio en la conformación del planeta e investigadores como Stephen Jay Gould sostienen que el azar y la historia han determinado la evolución, hasta el extremo de que nada hacía inevitable la aparición de los seres humanos sobre la tierra. En las experiencias existenciales del azar hinca sus raíces la religión (que convirtió en un dios el miedo a lo que nos depara) y, hasta cierto punto, la civilización no sería más que el intento titánico de domar sus efectos esquivos. Escritores como Paul Auster han hecho del azar el motor principal de sus ficciones, empujados por una "obligación moral" de recordar lo frágil del individuo sometido al capricho de la coincidencia, la suerte o el destino. El azar, en fin, es un emblema de la imposibilidad del conocimiento completo, un límite del orden y de la razón, un punto de fuga en la perspectiva de la libertad. Jorge Luis Borges, que conocía bien los amenos debates de los filósofos sobre el principio de causalidad, construyó la fantasía de un mundo regido por los premios y los castigos de un sorteo, de manera que la lotería en Babilonia podía significar la esclavitud o el poder, la fortuna o la muerte, en un "infinito juego de azares" que se confundía en todo con el desorden de la vida. Afortunadamente, a diferencia de la que soñó el escritor argentino, nuestra lotería es una institución imperfecta, aunque no carezca de la fascinación que se condensa en sorteos extraordinarios como el de hoy, donde el juego que implantaron los liberales de la Constitución de 1812 con la intención de recaudar fondos para el Estado aprovecha el atractivo remoto de la incertidumbre y del desafío a lo que parece imposible de cambiar. Sabemos que la felicidad no procede generalmente de los grandes golpes de suerte, sino de pequeñas cosas que ocurren cada día, pero la lotería apela a una poderosa facultad humana: la esperanza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_