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LA DEFENSORA DEL LECTOR
Columna
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¿Velo o pañuelo?

El reciente debate mantenido en Francia sobre el laicismo en la escuela pública, motivado esencialmente por la creciente presencia de alumnas musulmanas que reclaman su derecho a asistir a clase cubiertas con un hiyab -velo islámico o pañuelo-, ha vuelto a poner de actualidad un tema que en España, aunque en mucha menor medida (en Francia se habla de 1.256 alumnas que usan el velo en alguna de sus distintas formas), también ha saltado esporádicamente a los medios de comunicación. En distintas ocasiones, la última vez en noviembre pasado y referida a un colegio público de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), este diario se ha hecho eco de la polémica causada por la asistencia a clase de alumnas con pañuelo y las soluciones adoptadas.

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Algunas lectoras se han dirigido a esta Defensora despistadas por la utilización indistinta que EL PAÍS hace en titulares e informaciones de los términos velo islámico y pañuelo: "¿En qué quedamos, velo o pañuelo?", pregunta M. Basterra, refiriéndose al titular publicado en las páginas de Internacional el pasado 25 de noviembre: La presentadora estrella de 'Al Yazira' aparece con velo tras ganar una batalla legal, velo que en la información se convertía en hiyab o pañuelo. Por su parte, N. Bosch, de Madrid, se refiere al titular de la página 26 de Sociedad del 11 de diciembre último: 1.200 alumnas con velo provocan un gran debate sobre el laicismo en Francia, que se ilustraba con una fotografía de una joven con la cabeza cubierta con un pañuelo. "¿Puede explicar las diferencias entre velo y pañuelo? Para mí, y creo que en nuestra sociedad, el velo tiene unas connotaciones mucho más radicales que el pañuelo, pero siempre que tocan este tema utilizan ambos términos sin distinción".

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En el mundo musulmán existe una gran variedad de velos que responden a significados distintos y cuya diferencia fundamental es que cubran o no el rostro de la mujer, explica a esta Defensora la arabista Gema Martín Muñoz, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid. "El término hiyab es un nombre genérico que significa tanto manto, cobertura o cortina, y es el término que aparece en el Corán para describir la separación respetuosa que se debía mantener con respecto a las mujeres del Profeta. En la actualidad es el término que se utiliza para denominar la forma más extendida de cobertura entre aquellas mujeres musulmanas que optan por visibilizar su pertenencia e identidad musulmana (tanto religiosa como cultural). Su característica básica es que es solamente un pañuelo, colocado de formas muy diversas -puede dejar al descubierto parte del pelo o no- que nunca tapa el rostro de la mujer, con lo cual es sobre todo un signo de visibilidad de la identidad musulmana que, además, traiciona la finalidad patriarcal de anular a la mujer en el espacio público, y para la mayoría de las mujeres que lo utilizan voluntariamente no significa, como los otros velos, la asunción del principio patriarcal de la sumisión a los hombres, sino una seña de identidad cultural y de pertenencia a la fe musulmana. Es decir, el hiyab es el término árabe que en Europa transcribimos frecuentemente como pañuelo, porque en realidad no es un velo en sentido estricto. Todos aquellos otros que cubren el rostro de la mujer responden a modelos de vida tradicionales y muy patriarcales destinados a anular a la mujer en el espacio público, porque el espacio que se le adjudica como propio es el doméstico. Los más conocidos son el niqab (manto negro con dos rendijas en los ojos, muy extendido en los países de la península Arábiga y entre los seguidores de dicho modelo en el mundo árabe) y el burka (propio del mundo afgano y de formato de sobra conocido)".

Martín Muñoz explica cómo el mundo del hiyab en sus distintas variantes, pañuelos más o menos tupidos, gasas, e incluso turbantes, ha entrado de pleno en el mundo de la moda en los países musulmanes y en estos momentos goza de variados e imaginativos diseños. "Ahora, en Teherán (Irán) muchas jóvenes llevan un simple foulard de gasa, tipo Benazir Bhuto, que deja ver mucho pelo; otras llevan una especie de turbante tipo Mil y una noches. Hay moda y entonces la coquetería entra de lleno en el mercado. Se ven unos modelos muy bonitos, pero la clave es que en todos los casos dejen al descubierto el rostro".

Parece claro que, en el caso del hiyab, los términos velo y pañuelo pueden ser usados indistintamente, puesto que el genérico "velo islámico" incluye a ambos, aunque parece más lógico y adecuado utilizar pañuelo, ya que es esta prenda, inequívoca para nosotros, la que se emplea mayoritariamente.

¿Final feliz?

La última página del periódico del 15 de diciembre contaba la historia de Brahim Ghali, un marroquí superviviente, junto a otros tres compañeros, del dramático naufragio sucedido el 25 de octubre, frente a Rota (Cádiz), de una patera que transportaba a 60 emigrantes clandestinos. En los días posteriores fueron rescatados 37 cadáveres en playas y aguas gaditanas. Unas imágenes difíciles de olvidar. Ghali, que tras llegar a una playa se entregó a la policía española, que lo atendió y luego repatrió a su país, narraba su particular odisea al enviado especial de EL PAÍS, Ignacio Cembrero, en la chabola en la que vive en Salé (Marruecos), asustado y temeroso de que su nombre alertara a las autoridades marroquíes, que podían aplicarle la ley que prevé hasta un año de cárcel o 950 euros de multa para los que salen ilegalmente del país.

Sin embargo, pese a estos temores, el reportaje incluía, además del nombre y apellidos del náufrago, una fotografía suya junto a dos de sus pequeños hijos -éstos con las caras tapadas como es preceptivo-, lo que chocaba frontalmente con el miedo a ser reconocido explicado por el periodista. Algo no encajaba. ¿Se había publicado una foto sin permiso del entrevistado haciendo caso omiso de sus temores? ¿Había conseguido EL PAÍS, como parecía, la imagen no autorizada de una revista marroquí?

Ignacio Cembrero explicó a esta Defensora, telefónicamente desde Marruecos, que Ghali accedió no sólo a dar su nombre, sino finalmente a hacerse la foto, ante las palabras de un miembro de la ONG Asociación de Amigos y Familiares de las Víctimas de la Inmigración Clandestina que hizo de intermediario, y que mantenía que, de esta forma, quizá consiguiera alguna ayuda para su hijo Jalid, motivo del trágico viaje en patera. El niño, de 12 años, está gravemente enfermo y no recibe medicación alguna por falta de recursos. "El fotógrafo fue conmigo a la chabola, y aunque es cierto que trabaja para la revista marroquí Le Journal -y así firmó la foto-, la hizo especialmente para EL PAÍS. Ghali también pensó que podía ser bueno para su hijo. Por otra parte, aunque es verdad que la ley marroquí establece esas sanciones, no se sabe que se hayan aplicado en ningún momento, aunque las autoridades las utilizan como una espada de Damocles para tener callados a los emigrantes".

Afortunadamente, el reportaje no sólo no ha tenido repercusiones negativas para Ghali, sino que, al parecer, paradojas de la sociedad mediática en la que vivimos, ha tenido un efecto positivo. Jalid ha sido ingresado dos días en un hospital, al que volverá de nuevo el próximo martes, para realizarle pruebas de diagnóstico. Por otra parte, Ignacio Cembrero ha recibido ocho ofrecimientos de españoles interesados en ayudar a la familia del náufrago marroquí.

Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electrónico (defensora@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

En las imágenes superiores, dos modelos de <i>hiyab</i>. En las inferiores, mujeres con <i>niqab</i> (izquierda) y <i>burka</i>.
En las imágenes superiores, dos modelos de hiyab. En las inferiores, mujeres con niqab (izquierda) y burka.

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