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Reportaje:

Una oportunidad para poner orden

Hernández de León propone afrontar la Copa del América como una excusa que resuelva los problemas urbanos de la ciudad

Los grandes acontecimientos son una oportunidad que se ofrece a las ciudades para resolver sus problemas. La clave para no dejar pasar el tren consiste en tener presente que el evento en cuestión "no es el objetivo final, sino una excusa para transformar el entorno urbano", se trate de organizar unos Juegos Olímpicos o ser la sede de la Copa del América. Juan Miguel Hernández de León, catedrático de Composición Arquitectónica en la y presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, lanzó ayer estas reflexiones en torno al reto que se le ha abierto a Valencia tras su designación como sede de la competición náutica de mayor peso tras participar en una conferencia celebrada en el Colegio de Arquitectos de Valencia sobre Valor y significado del espacio público.

Uno de los ejemplos de mayor éxito en el acercamiento a esta cuestión fue el de Barcelona en 1992. "La ciudad resolvió gracias a las Olimpiadas algunos de los principales problemas que arrastraba". Las inversiones que recibió la ciudad le permitieron abrirse hacia el mar, apuntó. Pero también plantar cara a otra cuestión que tenía pendiente: la desconexión histórica que existía entre diversas partes de la ciudad. La puesta en marcha de las rondas -la de Dalt o la Litoral- permitió corregir este defecto que la ciudad había adquirido a lo largo de su crecimiento.

Las ciudades cambian por las agregaciones generadas por el paso del tiempo y el propio crecimiento urbano; y cada vez lo hacen de forma más rápida, explicaba ayer Hernández de León

. Frente a los siglos XVI, XVII o XVIII, en los que para los vecinos apenas eran perceptibles los cambios que tenían lugar -"para hacer una catedral se tardaba 200 años"-, a partir de la mitad del siglo XIX el ritmo de crecimiento cambia, hasta el punto de que sus vecinos "ya no reconocen sus zonas de afecto, aquellas marcadas por experiencias vitales y sus memorias". Esta rápida evolución "genera tensiones en los ciudadanos: se necesitan puntos de referencia emocional, espacios ligados a la biografía afectiva de las personas". Pero además, los sucesivos añadidos del crecimiento urbano desestabilizan la propia estuctura de la ciudad, de ahí la oportunidad que se abre a través de los acontecimientos excepcionales para corregir estas disfunciones. "A veces sale bien como en Barcelona, y otras no tanto".

El arquitecto, autor, junto al portugués Álvaro Siza, del proyecto ganador del concurso convocado por el Ayuntamiento de Madrid para la remodelación del área de Recoletos-Prado que también explicó ayer, aludió a los problemas de saturación de tráfico a la entrada de Valencia -"es curioso que en contra de lo que sucede en la mayoría de ciudades, el problema es de entrada, no de salida"- que la Copa del América puede permitir abordar, pero también de la posibilidad que Valencia como ya hiciera satisfactoriamente Barcelona. se abra al mar.

Junto a ello, destacó dos "dudas" que le plantea la actual Valencia. Una es la Ciudad de las Artes y las Ciencias un conjunto "desconectado de la ciudad", enmarcado "en el terreno del espectáculo, la sociedad de masas" y alejado de "una visión profunda" de la arquitectura. El segundo aspecto es el excesivo alumbrado nocturno, algo que no se produce en ninguna otra ciudad. "Desde el punto de vista ecológico y ambiental es un derroche lumínico muy negativo", apunto. Pero además, "conceptualmente" Hernández de León reclama el valor del claroscuro, la penumbra y de los cambios de paisaje que provoca la variación de la luz solar. "El derroche lumínico provoca que se pierdan las cualidades del espacio urbano", apuntó. "Recomendaría a los responsables municipales valencianos un libro traducido recientemente, Elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki".

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