Música para después de una guerra
Concierto en Washington de las Orquestas Nacionales de Irak y EE UU
"Lo que queremos es que los estadounidenses vean con sus propios ojos un ejemplo de lo rica que es la herencia cultural iraquí, que escuchen una muestra de sus tradiciones musicales". Patricia Harrison, secretaria de Estado adjunta para Asuntos Culturales del Departamento de Estado, hizo ayer una pausa de cinco minutos en la agitada jornada que desembocó en el concierto que ofrecieron en Washington la Orquesta Nacional Sinfónica de Irak y la de EE UU para explicar a EL PAÍS el sentido de la iniciativa: "Estas cosas también son importantes para Irak ahora. Les hace falta agua, les hace falta electricidad, pero también son necesarios el arte y la cultura, son los alimentos del alma".
Tras la primera guerra del Golfo, los músicos tuvieron que buscarse otros empleos para sobrevivir
Anoche, frente al río Potomac, en el Kennedy Center, pudo escucharse música clásica y música iraquí antigua y contemporánea en un mismo concierto, bajo las batutas de Leonard Slatkin y de Mohamed Amin Ezzat. La Orquesta Nacional iraquí, todo un símbolo de la lucha contra la adversidad, consiguió reunir a 60 músicos -chiíes, suníes, kurdos y cristianos, todos hombres excepto tres mujeres- gracias a diversas ayudas del Departamento de Estado y del Kennedy Center. Grandes marcas musicales han colaborado con los instrumentos, "que estaban en muy malas condiciones, como casi todo el resto: ¡fíjese que tocaban con partituras copiadas a mano por ellos mismos! Les hemos mandado toneladas de partituras", dice Patricia Harrison.
La Orquesta Nacional iraquí se fundó en 1959. Tuvo un periodo de esplendor en los años siguientes, con directores y músicos de otros países en sus filas y con conciertos en el exterior, aunque de 1966 a 1971 sus actividades quedaron suspendidas porque un miembro del Gobierno pensó que no era bueno que divulgaran música occidentalizante. En el periodo de inactividad, los músicos se reunían en sus casas para ensayar clandestinamente. Pasado el bache, el presupuesto de la orquesta empezó a disminuir y la situación se agravó durante los ocho años de guerra entre Irán e Irak. Todo se complicó más tras la primera guerra del Golfo. Los músicos tuvieron que buscarse otros empleos para poder vivir y el embargo de la ONU tuvo sus efectos en la vida de la orquesta y en los instrumentos. Aun así, Ezzat pudo dirigir, desde 1989, 140 conciertos, hasta que en 2002 se exilió a Suecia tras negarse a componer la partitura de una novela escrita por Sadam Husein. "Estos músicos vivieron un periodo muy difícil en todos esos años", asegura Patricia Harrison, que cree que habrá una relación a largo plazo que mantenga las ayudas y becas. Los saqueos posteriores a la guerra dejaron arrasada la Escuela de Música y Ballet de Bagdad.
Un acto como el de anoche no podía quedar al margen de las críticas que lo contemplan como un enmascaramiento de la guerra, la ocupación y la posguerra. El responsable de la Orquesta Nacional iraquí, Hisham Sharaf, cuya casa quedó medio destruida en la guerra y que sufrió recientemente un atentado en Bagdad, cuando se supo que iba a venir a Washington, ha declarado a The New York Times que no hay un programa político: "Venimos a tocar, a ver a los norteamericanos y a demostrar que tenemos cultura. Algunos creen que en Irak hay sólo desierto y camellos". A Sharaf no le preocupa tampoco haber recibido algún refuerzo en su orquesta de estadounidenses que trabajan en Bagdad: "Los problemas son siempre entre Gobiernos, no entre músicos. Nosotros hablamos el mismo idioma: do, re, mi, fa, sol".
Kathy Kelly, una estadounidense que dirige un grupo contra la guerra, conoció a Sharaf en Bagdad en abril. Alaba su constancia, después de haberle visto completamente desmoralizado, y comparte las críticas, aunque las matiza: "Creo que hay que apoyar la presencia de la orquesta, porque es un puente entre culturas y pueblos. Me parece maravilloso que vengan, pero me parece mal la situación que hay allí y me parece mal que, además de ayudar a estos músicos, estemos formando a sus policías y a sus soldados".
"Los que critican no se ponen en el pellejo de estas personas", replica Patricia Harrison. "Que la orquesta se rehaga no es más que otro ejemplo de regreso a una vida normal en Bagdad. Son músicos, no políticos. Uno de ellos me dijo el otro día: 'Hemos tocado tantas veces en la oscuridad que queremos salir a la luz".
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