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Reportaje:EL CENTRO DE LA CAPITAL, PARA LOS VIANDANTES

"Esto lo tenían que hacer todos los días"

Miles de personas acudieron a la Gran Vía para comprar, pasear o ir al cine. Los carriles habilitados para los peatones ayudaron a evitar aglomeraciones en las aceras a última hora de la tarde

Costó. Pero al anochecer miles de peatones se decidieron, por fin, a utilizar el carril ganado a la calzada de la Gran Vía para ellos desde por la mañana. No era para menos. O eso, o pelearse a codazos por un sitio en la acera. Por la tarde, miles de personas tomaron la Gran Vía para comprar, tomar algo, pasear o ir al cine y hacer felices a los carteristas. Todos mirando al cielo por si llovía. Y, por un día, no llovió.

Poco a poco, y conforme fue avanzando la tarde, el carril de los peatones -visto con desconfianza por la mañana- fue llenándose de gente. Muchos lo usaron para evitar el trasiego imposible por la acera. "Esto parece Europa... Con taxis, autobuses, peatones por todos lados", comentó Manuel, eufórico.

Los agentes no daban abasto regulando el tráfico y contestando a los conductores
"Para incentivar el comercio, primero que quiten la prostitución", pide un comerciante
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Los peatones 'invaden' el centro en el primer domingo de cortes de tráfico en la Gran Vía

En algunos tramos, como a la altura del negocio de lotería de Doña Manolita y donde la gente se agolpaba para comprar un décimo, era una odisea transitar. Lo mismo ocurría en la puerta de los cines, llenas de gente entrando o saliendo de películas estrenadas poco antes de las navidades como Buscando a Nemo y Master and Commander.

La proximidad del periodo navideño también se dejó notar en los que se atrevieron a lucir pelucas de colores compradas en los puestos del mercadillo de la plaza Mayor. Calles cercanas a la Gran Vía como Arenal o Preciados eran un auténtico hormiguero de gente subiendo y bajando.

La mayoría de la gente se había enterado de los cortes de tráfico por los medios de comunicación. A otros, la noticia les pilló totalmente por sorpresa. "No tenía ni idea. He tenido que dejar el coche en la plaza de las Descalzas, a ver cómo lo saco luego de ahí", explicó un vecino de Tetuán. Pero a todos los paseantes la medida les pareció bien. "Esto lo tenían que hacer todos los días. No sólo los domingos por Navidad, que parece que es en plan publicitario", criticaron unos jóvenes que venían desde Malasaña y que estaban paseando a su perro.

Varios peatones aprovecharon el momento para grabar con cámara o hacer una foto al inusual aspecto de la Gran Vía, más digno del rodaje de una película que de un domingo de compras navideñas.

Jóvenes con perros, matrimonios con carritos de bebés, minusválidos, turistas con el plano en la mano y niños acompañados por su padres fueron adueñándose de la calzada. Los cortes de tráfico provocaron apasionadas discusiones. "Mira, están dejando pasar a los coches al aparcamiento de El Corte Inglés", aseguraba una mujer a su marido. "Sí, venga, lista, vamos a pararnos un momento. A ver si ves tú alguno entrar...", contestó, muy acalorado su marido.

Las cafeterías se llenaron, los restaurantes, los locales dedicados a Internet, las librerías, las tiendas de discos. Hasta para comprar unas castañas o una mazorca había que hacer cola. La multitud no dio ni un respiro al comercio.

Para facilitar el trasiego de gente, los agentes de Policía Municipal se colocaron en los puntos estratégicos de la zona. Además, regularon el tráfico. Había agentes en San Bernardo, en Callao, en el aparcamiento de Santo Domingo, en la plaza de España, entre otros lugares.

Algunos policías, en algunos momentos del día, no dieron abasto. Los agentes tenían que atender, además de al tráfico, a las múltiples preguntas de los peatones y los conductores. "¿Pero es que no ha visto lo que me ha hecho ese coche?", increpó un taxista a una policía municipal en el cruce de San Bernardo. El hombre se había parado en mitad de la calzada, había taponado la zona y había dejado la puerta abierta del taxi. No tenía ni un roce. "Joder, pero si no le ha hecho nada... Y cierre la puerta... que se la van a llevar por delante", contestó, sin inmutarse, la agente. El taxista se fue mascullando entre dientes. Las preguntas eran constantes por parte de los conductores a los agentes. Casi siempre eran las mismas: ¿Se puede girar a la izquierda? ¿De verdad no se puede subir? ¿Cómo llego a tal o a cual sitio? ¿Hasta qué hora dura esto? Los agentes contestaban casi con rutina: "Sí, no, por allí, hasta medianoche". Una mujer que conducía un coche deportivo intentó de forma seductora que un agente le permitiese subir por la Gran Vía. No tuvo éxito y se tuvo que desviar, como todo el mundo, por donde le indicó el policía.

El día avanzaba, pero seguía habiendo gente despistada. Una joven que circulaba por la calle de Tudescos en un Seat Ibiza blanco no pudo evitar poner cara de susto cuando llegó a la Gran Vía y se encontró con las vallas y con la gente felizmente andando por la calzada. "Madre mía", musitó. Después, intermitente a la izquierda. Luego intermitente a la derecha y finalmente desapareció por donde le indicó otro de los agentes.

Problemas para los conductores y autobuses que circularon llenos en las horas punta. "Agárrese un poquito que nos vamos", advirtió un conductor de la línea 1 (Prosperidad-Cristo Rey) a una mujer que acababa de quejarse con enojo por el retraso con el que llegaba el autobús. Acelerón y Gran Vía para arriba. La mujer, que optó por no agarrarse debido a su enfado, casi se cae. Hubo retrasos en varias de las líneas que circulan por la zona centro, según denunciaron varios usuarios.

Algunos comerciantes acogieron positivamente la medida. "Ya era hora de que hiciesen algo por nosotros porque los negocios de la Gran Vía están empezando a morirse", dijo el responsable de un bar. "Aquí ya viene poca gente a comprar; viene al cine y a comer, pero no a las tiendas. Ojalá que esto sirva para algo", comentó otra comerciante.

Otros se mostraron más escépticos con el resultado de los cortes de tráfico. "Si la gente no puede venir en coche al centro, se irá a zonas donde sí pueda, como los centros comerciales de la periferia", se quejó un comerciante. "Para incentivar el comercio en la zona, el Ayuntamiento tendrá que arreglar primero otras cosas, como la prostitución o los continuos robos", criticó otro, dueño de un comercio de venta de zapatos en la calle de Montera.

En el cristal de esta zapatería, un cartel con la foto del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y la frase: "Estamos hartos. Señor Gallardón, queremos ya una solución". A menos de dos metros, una prostituta inmigrante esperaba ajena al trajín producido por el experimento Gran Vía, la llegada de algún cliente. Ayer, lo haría en transporte público.

Jornada para las bicis

Los ciclistas pudieron ayer, por fin, circular por la Gran Vía sin tener que mirar con miedo a derecha y a izquierda por si un coche se los llevaba por delante. Ayer nadie les pitó. Cada 15 o 20 minutos, dos o tres ciclistas subían por la Gran Vía tan sólo atentos al transporte público que transitaba por la zona.

"Esto es una gozada. Ir en bici por Madrid es normalmente imposible, es jugarse la vida. La oportunidad de hoy es única para los ciclistas y tenía que aprovecharla". Jorge Navarro, de 27 años, vive en San Bernardo, así que ayer se bajó con la bici a la calle en cuanto cortaron el tráfico.

Lo mismo hizo Bárbara Guevara, que se puso el casco y un mono ajustado de colores para darse un paseo por la Gran Vía en su bicicleta. "En Madrid se me quitan las ganas de ir en bici. Han prometido muchas veces carriles para nosotros, pero yo no los veo. Por lo menos hoy puedo darme el gusto de darme una vuelta", dijo, antes de desaparecer calle abajo dándole a los pedales.

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