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Reportaje:FÚTBOL | Decimoquinta jornada de Liga

La eficaz filosofía del carnaval

El preparador físico italiano del Madrid relaciona el éxito de Ronaldo con el carácter de su cultura

Diego Torres

El preparador físico del Madrid, Walter di Salvo, es el típico especialista italiano. Riguroso, culto, entusiasmado con su oficio hasta la obsesión, académico en sus argumentaciones y muy expresivo. Durante años compaginó su cátedra en la Universidad de Roma con su puesto en el Lazio. Allí entrenó, sobre todo, a italianos y argentinos, desde Verón a Simeone pasando por Mancini, Crespo, Lombardo, Favalli, Pancaro y Nesta. Eran todos gente reconcentrada, de amplio espectro agonístico, disciplinados, maestros del autocontrol, y, por tanto, como se dice, "profesionales". Hasta hace poco, Di Salvo tuvo ciertas convicciones respecto a la existencia de un arquetipo de jugador que creyó universalmente válido. Un modelo ideal que más o menos se ajustaba a esos "profesionales" con los que había trabajado. Un modelo que no tiene nada que ver con el carioca -el de Río, no el de San Pablo ni el de Porto Alegre-, quizá inspirado en el carnaval y fielmente representado por Ronaldo. Después del partido en el Camp Nou, Walter di Salvo lo dijo con una sonrisa de satisfacción. Como un científico que descubre una fórmula: "Estoy aprendiendo el valor de otra filosofía".

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El entrenador del Madrid, Carlos Queiroz, que es preparador físico titulado, gusta de dirigir él mismo algunas sesiones. Durante la gira por Asia, en Hong Kong, se ocupó personalmente de un grupo de futbolistas que habían jugado pocos minutos y que por ello debían entrenarse más que el resto. En ese grupo de suplentes, Queiroz metió a Ronaldo para que afinara su forma al ritmo frenético que imponía un circuito de vallas por el que había que pasar saltando y haciendo giros. Eso hicieron Solari, McManaman, Pavón, Portillo... menos Ronaldo. El delantero completó el circuito en último lugar, lentamente, andando casi y con deje torpón. El ejercicio siguiente fue un rondo en el que los jugadores debían pasarse el balón haciendo triángulos, a un toque. Ronaldo dedicó ese espacio a recibir el balón y golpear con él la cara del compañero que debía recibirlo en el pie. Para terminar, Queiroz impuso una secuencia de jugada-remate. Ronaldo fue el único jugador que marcó un gol en todos los recorridos y cada vez que lo hizo, lo hizo con magia. Luego repartieron botellas de agua entre todos y Ronaldo estuvo escupiendo chorros a la cara de sus compañeros y masajistas, ayudándose del hueco entre sus incisivos para apuntar bien. Nadie disfrutó más de la sesión que Ronaldo, pero pocos preparadores nacidos fuera de Río de Janeiro habrían pensado que servía de algo.

Suele decir Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y de la constructora ACS, que contrató a Ronaldo porque en lugar de atender a consideraciones psicológicas, médicas y técnicas, hizo caso a las máximas que alumbran su gestión: "Yo no soy un creador; yo hago lo más sencillo (...) Las cosas que tienen éxito son las más simples (...) Y es que lo que no es normal no puede ser normal".

Apoyado en estos principios decidió, sin temor al fracaso. Sin dudar: fichó a Ronaldo porque sencillamente "es el mejor delantero del mundo". ¿Era relevante que en los tres años anteriores casi no jugara? ¿Importaba que estuviera, para algunos médicos, perdido para la alta competición? ¿Suponía un contratiempo su fama de veleidoso y poco profesional? Pérez consideró que no.

Al principio, Ronaldo fue recibido con desconfianza. En el vestuario madridista, con algunas excepciones como la de Roberto Carlos, eran pocos los jugadores de talante juguetón. Ronaldo, además, era abiertamente noctámbulo, adoraba las fiestas, la música, la vida social permanente. Y eso, para gente como Hierro o Di Salvo, resultaba hasta cierto punto ajeno al profesionalismo.

Ronaldo supo que debía instalarse en un territorio extraño, pero nunca hizo nada por cambiar de hábitos. Después de todo, si alguna conclusión había sacado en sus años de carrera era que la posibilidad de jugar al fútbol debía ser obligatoriamente motivo de felicidad y agradecimiento. La rotura del tendón rotuliano derecho le hizo sentir lo que experimentan los lisiados siendo todavía una estrella. Cuando fichó por el Madrid repetía: "Yo llegué a pensar que nunca en mi vida iba a poder caminar como una persona normal. Y ahora que he ganado una Copa del Mundo y juego en el Madrid... veo todo de otra manera".

En lo que va de año Ronaldo ha marcado 31 goles en la Liga, 12 en la actual temporada. Ni sus compañeros ni los aficionados dudan de que sea la base del liderazgo del Madrid. Todos coinciden en que es un genio y algunos han dejado de cuestionar la poca ortodoxia de sus métodos. Si el año pasado el técnico madridista, Vicente del Bosque, opinaba que "lo importante" para que rindiera era que Ronaldo "sea feliz", ahora Queiroz y Di Salvo han llegado a la misma conclusión. Por eso suprimieron su idea inicial de restaurar las concentraciones en las noches previas a los partidos en el Bernabéu. Y por eso ya no se quedan perplejos cada vez que Ronaldo se niega a pasar por la báscula -según su costumbre- o leen en los periódicos algo que, suponían, iba contra "las leyes del fútbol", como anunciar los goles que piensa marcar. Cambiar eso, piensan, sería arruinar un talento.

Como dice Di Salvo: "La suya es una filosofía tan profesional como la europea".

Ronaldo conduce el balón y Motta intenta desequilibrarlo.
Ronaldo conduce el balón y Motta intenta desequilibrarlo.VICENS GIMÉNEZ

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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