Una 'Misa' luminosa
En el ciclo Los Siglos de Oro se produce una doble fidelidad: la de los programadores al patrimonio desconocido de la música española que ayudan a descubrir y la de los asistentes a una obligación que asumen con un gozo difícilmente disimulable. Son siempre los mismos, se conocen y logran un ambiente de pasión compartida. A veces, como el jueves, tanta que a uno de ellos, ávido de emocionarse cuanto antes, le pareció mal que la autoridad eclesiástica competente diera la bienvenida al público y manifestó a voces su disconformidad, pues había acudido a un concierto y no a un fervorín de circunstancia. Alguien le repuso que no era para tanto, pues el sacerdote estaba en su casa -la parroquia de San Ginés- y la buena educación nunca sobra. Un tercero apoyó al de la queja con el sólido argumento de que el cura estaba hablando del Adviento. "Si le parece va a disertar acerca del Diapasón instructivo de Rodríguez de Hita", concluyó otro, chuleta y erudito al mismo tiempo, que ya se había leído las notas al programa. Al fin la sangre no llegó al río y acabó en paz un episodio digno de la más enraizada cepa hispana versión con instrumentos originales.
Los Siglos de Oro
Europa Galante. Capilla Peñaflorida. Almajano, Garvin, Domènech, Sakurada, Abbondanza. Obras de Rodríguez de Hita y Domenico Scarlatti. Iglesia de San Ginés. Madrid, 4 de diciembre.
Admirable Biondi
De la parte más edificante de esa misma cepa -y aledaños latinos- procedía el programa que propuso -y resolvió de forma admirable- Fabio Biondi con su Europa Galante, la Capilla Peñaflorida y unos cuantos solistas y que no podía ser ni más instructivo ni más bello. El citado Rodríguez de Hita con su Salve Regina y dos obras de Domenico Scarlatti: el Te deum laudamus -compuesto para la corte de João V de Portugal- y la Misa de Aranzazu -ésta transcrita por el desaparecido José Rada a partir del borrador copiado nada menos que por un "menor del Serafín Llagado", es decir, un franciscano, en su caso del convento guipuzcoano que da nombre a la obra.
La pieza de Rodríguez de Hita es la más simple de las tres, la de menor valor musical también a pesar de sus bellezas. El Te deum laudamus es muy hermoso pero la Misa es magistral. Tiene mucho de lo que Scarlatti ofrece de compositor de transición trufado de rasgos puntuales de genio. Es una composición de cierto boato pero tratado con una alegría, con un sentido afirmativo, con una luminosidad meridional como de primavera madrileña. Los cantantes rayaron a buena altura, con Marta Almajano, musa de tantas de estas músicas pretéritas, en cabeza. El tenor japonés Makoto Sakurada fue toda una sorpresa y cumplieron muy bien el alto Jordi Domènech y la mezzo Sara Garvin. El barítono Roberto Abbondanza, de bella voz, tiene la mala costumbre de apoyar en una consonante el sonido de las vocales en los adornos o en las cadenzas, lo que afea la expresión.
Babelia
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