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VISTO / OÍDO
Columna
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Saltar sobre el cadáver

Saltan encima del cadáver del enemigo abatido, y aparecen las protestas: no debían transmitirse esas imágenes. Por "respetar la sensibilidad", dice el tópico de quienes no respetan otras sensibilidades. Los falsos sabios cotidianos razonan para qué se han dado: para mostrar lo primitivo que es nuestro enemigo y su condición sanguinaria. La contraria: para que se vea que toda la población del país ocupado está en contra del invasor, y los salvajes somos los que hemos matado miles de personas, destruido su insustituible museo; somos los carceleros de sus ciudadanos en condiciones infrahumanas. Se parte del error al decir que estas imágenes se publican "para": y no solamente "por": porque han sucedido, las cámaras las han captado y las transmiten. Es una guerra. He visto ya muchas y por muchos medios, incluyendo "el directo". He visto toda clase de monstruosidades, cometidas por personas de alta cultura. ¿Hieren la sensibilidad las imágenes del holocausto? Se emiten porque pasó y conviene saberlo. Huesos, pellejos, ojos enormes. He alcanzado a ver los linchamientos de negros en los noticiarios de Estados Unidos y tengo la sensación de que una de las razones para que cesasen fue el horror que produjeron. Cualquiera ve una ejecución en un Estado americano; o en China, aunque en este caso el comentario vaya añadido de connotaciones sobre a) la impiedad del comunismo; b) la crueldad asiática; c) la información de que los órganos de los ejecutados serán trasplantados, lo cual en lugar de decirse con satisfacción se añade a la maldad natural del "peligro amarillo".

Soy, naturalmente, muy ingenuo. Mi desarrollo se produjo en una época en la que se predicaba la bondad laica, la comprensión, el librepensamiento, el respeto a la mujer, el cariño a los niños y, en fin, la idea del buen salvaje emitida por Rousseau, y no he podido ser tránsfuga: algo me remordería por dentro. Se paralizó ese desarrollo por la teratología del "mitad fraile, mitad soldado", y así sigo. Tengo creencia muy arraigada en la ayuda mutua. En mi imbecilidad abstracta creí durante cuarenta años que el día en que se pudiera saber todo, dar a la palabra un uso libre y sin censura, la maldad de Estado no se podría mantener. Luego he advertido mi error. O no es un error: será que aún no puede saberse todo, crear el conocimiento con la información; y dar a la palabra libertad y valor propios.

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