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Reportaje:

"Mi deber era salvar al agente español"

Un teniente de la policía iraquí asegura que libró de morir a José Luis Sánchez Riera

"Mi deber era salvar la vida del agente español. Si le hubiera dejado allí, le habrían matado". El teniente de la policía iraquí Khasem Razak Aziz, destacado en Latifiya, al sur de Bagdad, acudió el sábado pasado al lugar en el que habían sido atacados dos vehículos con los ocho agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), pocos minutos después de que acabara el tiroteo entre los españoles y sus asaltantes.

Según el testimonio recogido por Sudarsan Raghavan, un periodista del grupo estadounidense Knight Ridder, el policía se encontró con siete españoles muertos y con decenas de iraquíes armados con Kalashnikov que daban vivas a Sadam Husein y que querían rematar al octavo agente.

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El teniente, formado por el ejército estadounidense en el plan de reorganización de las fuerzas iraquíes de seguridad, estaba al frente de otros cinco policías, y aseguró al periodista que disparó al aire para disolver a sus compatriotas. Los que celebraban el ataque se enfadaron: "Me dijeron que no interfiriera. Me llamaron traidor. Creían que los militares eran estadounidenses". A pesar de que sus hombres tenían sólo armas cortas y que les amenazaban con los fusiles, el policía no retrocedió: "Intenté explicarles que estaba haciendo mi trabajo y que iba a dispararles si me lo impedían".

Entonces, y siempre según su testimonio, Khasem Razak Aziz atravesó el grupo de manifestantes, recogió a José Luis Sánchez Riera, que tenía sus ropas ensangrentadas, y le metió en el vehículo policial. Fueron a la comisaria, donde le dieron de comer, y posteriormente le trasladaron a un hospital militar estadounidense. Sánchez Riera le dio las gracias repetidamente, asegura Aziz. Después, el teniente informó a los mandos norteamericanos de lo que había ocurrido.

Dinero para la resistencia

En la crónica enviada por Sudarsan Raghavan al grupo para el que trabaja -el segundo más importante de Estados Unidos- y publicada en varios diarios, se dice también que el domingo, un día después del ataque, un hombre con barba oscura se acercó al periodista y le ofreció un paquete de color naranja. Dentro había un pasaporte español, fotos de dos niños y su madre, una tarjeta de crédito española y una agenda con notas y tarjetas de visita.

El hombre, que se definió como wahabita

[seguidor de una desviación estricta y radical del islamismo, como la de los talibán] dijo que había vendido ya otro pasaporte por 500 dólares. "Voy a dar el dinero a la resistencia", aseguró al periodista.

Los siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) asesinados el sábado pasado en una emboscada a 30 kilómetros al sur de Bagdad llevaban como mínimo cinco años trabajando para los servicios secretos españoles. Todos estaban casados y seis tenían algún hijo. Los fallecidos pertenecían al Ejército de Tierra , excepto uno, que trabajaba para el del Aire.

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