La discriminación empieza en el nombre
Casi nadie duda de que los estadounidenses de raza negra tienen más dificultades para lograr un puesto de trabajo que sus colegas blancos. Lo que es más original es que esa discriminación se constata en algo tan cotidiano como el nombre. Ésa es la principal conclusión de una investigación de la escuela de negocios de la Universidad de Chicago. "Muchos responsables de selección no pasan del nombre", argumenta la profesora de economía Marianne Bertrand en el último número de la revista de esta institución.
Bajo el título ¿Son más empleables Emily y Brendan que Lakisha y Jamal?
hay un experimento práctico. Bertrand y su colega Sendhil Mullainathan, profesor de la misma disciplina en el MIT y coautor de la investigación, enviaron 5.000 currículos en respuesta a 1.300 anuncios de trabajo en Boston y Chicago. Los que sonaban a blanco tuvieron más éxito. Concretamente, recibieron un 50% más de llamadas.
Para eliminar lo más posible los sesgos económico y social, los autores cuidaron que cada una de sus personalidades ficticias respondiera a un perfil real. Por eso eligieron nombres habituales en los registros de nacimiento de ambas ciudades entre 1974 y 1979. Como Emily y Allison, para las chicas blancas; Latoya y Ebony, para las negras; Brad y Matthew, en el caso de sus candidatos caucásicos; Jamal y Leroy, en el de los hombres negros, y apellidos como McCarthy y Ryan para los triunfadores, y Washington y Jackson para los perdedores.
Perfiles reales
El siguiente paso fue inventarles un perfil socioeconómico ajustado a la realidad, con escuelas y direcciones de barrios afines a su raza. "Nos aseguramos de no colocar a un blanco en un instituto donde todos los alumnos son negros", subrayan los autores. De esta forma intentaban descartar el argumento de que los negros consiguen peores trabajos y cobran salarios más bajos porque tienen una formación deficiente.
La tendencia se mantuvo incluso en aquellos supuestos currículos de negros con mejores credenciales. "¿Cuál puede ser el incentivo para que un americano negro invierta en ir a clases o ganar experiencia?", se pregunta Bertrand.
Aunque la discriminación esencial detectada por este trabajo tiene que ver con el nombre, sus autores han encontrado también diferencias de carácter social. Los currículos procedentes de barrios malos son los que menos éxito tienen en su búsqueda de empleo, sin importar su historial profesional.
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