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Entrevista:RODRIGO URÍA | ABOGADO

"La transparencia aumentará si se lo propone la CNMV"

El director de Uría & Menéndez cree que la salud del negocio debe primar sobre la creación del valor

Rodrigo Uría, madrileño de 62 años, es socio director de Uría & Menéndez, el despacho de abogados que fundó su padre junto al ex ministro Aurelio Menéndez. Cuando llegó al bufete, en 1979, contaba con cinco abogados. Hoy tiene más de 300 y el mejor ratio facturación/abogado de España. Él no sabe muy bien cómo lo ha hecho. Se preocupa sobre todo de fichar a los mejores y de asegurarles una buena carrera en la firma. Es también un cerrado defensor de la independencia del despacho frente a los intentos de absorción de los grandes acorazados británicos y estadounidenses. Sus ardores políticos juveniles, que se han moderado con los años, no le han impedido llegar a ser uno de los hombres de negocios más influyentes y mejor relacionados del país.

"Ésta es una profesión de talentos y la calidad es esencial. Prefiero un modelo de organización reducido donde los socios se conozcan"
"El inversor debe tener toda la información de lo que ganan los directivos de las empresas cotizadas. Luego, los mercados corregirán o no"
"En septiembre y en octubre se ha producido una recuperación de la actividad de fusiones y adquisiciones en España"
"España se está adaptando bastante bien al buen gobierno de las sociedades. Estamos haciendo un esfuerzo superior al de otros países"

Pregunta. ¿Le confunden con su padre?

Respuesta. Sí, bastante a menudo. Se me acercan estudiantes de derecho que, por lo que sea, se enteran de que soy Rodrigo Uría y me dicen: "Hombre, don Rodrigo, encantado de conocerle, yo he estudiado con su libro de mercantil". Antes intentaba sacarles de su error, pero desde que murió mi padre, hace dos años, en lugar de eso les agradezco que hayan comprado el libro y les pregunto si les ha gustado.

P. ¿Cómo fueron sus relaciones con su padre?

R. Mi padre era un gran tímido, lo cual no ayudó mucho en nuestras relaciones. Pero me llevé muy bien con él en mi infancia, me llevé muy mal en mi juventud, porque yo fui un líder estudiantil de izquierdas muy agresivo, y luego nuestras trayectorias volvieron a juntarse en el despacho de abogados. Yo, desde luego, tengo una gran admiración por su obra científica y académica, y él también valoraba mucho mi gestión al frente del despacho.

P. ¿Cuál ha sido su evolución ideológica y política desde aquella época juvenil?

R. Yo soy el ejemplo típico de hijo de la pequeña burguesía española que iba a un colegio de curas. De aquella época recuerdo sobre todo la represión sexual, que fue un poco el detonante para que yo me convirtiera en una persona anticlerical, y entre eso y el republicanismo de mi abuela materna, llegué a la Universidad con la intención de hacer la revolución con una base marxista y me integré en los movimientos estudiantiles antifranquistas. Fui fundador de la FUDE y militante de las Juventudes Socialistas. Pero luego la vida te va moderando. Estuve trabajando dos años en un bufete de abogados en Nueva York y allí me di cuenta de que la libertad era, aparte de todo lo que habíamos pensado, la libertad de escoger. También la transición a la democracia suavizó todos los planteamientos ideológicos, y yo ahora me considero una persona de centro izquierda o socialdemócrata. Desde luego, lo que tuve claro en cuanto entré en el despacho es que esta profesión es totalmente incompatible con la militancia política, así que dejé de militar en el PSOE en 1976. No soy apolítico, pero sí parapolítico.

P. Desde luego, de lo que tiene fama es de mantener buenas relaciones con todos los Gobiernos.

R. Con los de Franco no. Eso lo puedo asegurar. Pero sí es verdad que como profesional procuro tener las mejores relaciones posibles con los Gobiernos, y con el actual en particular me llevo bien, como me llevaba bien con el anterior. ¿Cuál es el secreto? Bueno, no milito en ningún partido, no firmo adhesiones inquebrantables, no suelo salir de mi ámbito profesional ni voy por ahí diciendo a la gente lo que tiene que hacer. Y por supuesto, lo que no soy es un lobby personificado.

P. Como experto en derecho societario, ¿cuál es su valoración de los muchos cambios normativos introducidos en la actividad y en el gobierno de las empresas en los últimos meses?

R. Una de las críticas que se pueden hacer a esas reformas es que se han elaborado de forma apresurada y da la impresión de que no nos hemos parado a pensar bien lo que queríamos. También se puede decir que se han hecho demasiadas leyes. En cambios de esta importancia hay que tener mucho cuidado con la calidad de las leyes, no sólo desde el punto de vista de los sanos principios, sino también intentar que sean claras, precisas, que no se contradigan... En España ya tenemos bastante maraña con el Estado parafederal como para incurrir en normativas cada vez más complejas y abstrusas. Pero hecha esta crítica de orden más bien técnico, yo creo que España se está adaptando bastante bien al fenómeno de la primacía del buen gobierno de las sociedades. Por ejemplo, está muy bien la última ley Aldama en lo que se refiere a la reforma de la Ley de Sociedades Anónimas y al establecimiento de los deberes fiduciarios de los consejeros de las empresas. Eso era necesario. Y en general creo que en esta materia estamos haciendo un esfuerzo superior al de otros países europeos de mayor peso y tradición.

P. ¿Han avanzado también las empresas españolas en materia de transparencia?

R. Sí, desde la aparición del Código Olivencia han cambiado mucho las cosas en las empresas españolas. No hay más que ir a la página web de la CNMV para darse cuenta de que ahí aparecen hechos relevantes que hace cinco años a las empresas ni de lejos se les hubiera ocurrido comunicar a los mercados. Pero si se quiere mejorar, es el regulador el que debe hacerlo. Si se lo propone la CNMV, la transparencia se incrementará.

P. Otro problema que ha aflorado en los últimos escándalos empresariales es el de las elevadas remuneraciones de algunos altos directivos. ¿Es posible acotar de alguna manera la codicia individual?

R. ¡No hay manera de regular la codicia humana! Es como ponerle puertas al campo, no hay ley que lo pueda conseguir. Lo que sí se puede hacer es llevar el principio de transparencia hasta sus últimas consecuencias, y subrayo lo de las últimas consecuencias, en materia de remuneraciones. El inversor debe tener toda la información sobre lo que ganan los directivos de las empresas cotizadas. Luego, los mercados harán correcciones o no, y si el legislador en algún momento entiende que debe corregir alguna conducta, pues deberá hacerlo. Pero lo fundamental es que la información esté disponible para todo el mundo. En cualquier caso, yo en estos temas lo que defiendo siempre es el concepto de decencia, que va más allá de lo que se puede considerar comportamiento ético.

P. ¿Las opciones sobre acciones o stock options son un buen instrumento para incentivar al gestor?

R. Soy bastante escéptico. Las stock options están asociadas a una etapa, a mi juicio negativa, de los mercados en la que se adoraba al ídolo de la creación de valor para el accionista y que ha coincidido con la formación de burbujas en los mercados. Al estallar las burbujas, explotó también el sistema de las stock options, aunque algunos ya las habían cobrado, de tal manera que ahora tenemos más ricos que antes, y algunos sin hacer nada, o muy poco, para merecerlo. Yo creo que en una empresa, más que la creación de valor, debería importar la salud del negocio y los beneficios.

P. Su despacho es experto en fusiones y adquisiciones, y asesora a algunas de las principales empresas del índice bursátil Ibex 35. Desde ese observatorio, ¿se atisban movimientos empresariales importantes en España?

R. Mi impresión es que en septiembre y en octubre se ha producido una recuperación de la actividad de fusiones y adquisiciones en España. No sólo es una impresión; ya hay datos de que eso es así. Yo creo que en esta crisis rara que hemos tenido, las empresas han ido haciendo caja, y llega un momento en que se plantean hacer algo con ese dinero y comprar cosas.

P. Uría & Menéndez es un firme defensor de la independencia de las firmas de abogados pequeñas, es partidario de un enfoque más regional que global en el negocio del bufete. ¿Eso no es ir contra corriente?

R. Depende de cómo se mire. Ésta es una profesión de talentos, y para nosotros la calidad es esencial. Yo tengo mis dudas de que el control de esa calidad pueda hacerse adecuadamente en una firma con 5.000 abogados que trabajan en 80 oficinas de 20 países. Prefiero un modelo de organización más reducido donde los socios se conozcan, se sientan complementarios y estén cerca. Esta misma tesis la defienden muchos pequeños bufetes americanos e ingleses, y les va muy bien. ¿Por qué está de moda el concepto de despacho global? Eso parte de la creencia de que las grandes empresas multinacionales prefieren una sola firma para gestionar sus asuntos jurídicos en todos los países en los que están presentes, una idea que se hizo muy evidente cuando a mitad de la década de los noventa las auditoras empezaron a crear despachos de abogados para aprovechar sus redes mundiales. Con el tiempo se ha demostrado, y lo digo sin revanchismo, que ése no es el único modelo. Puedo convenir en que hay algunas áreas, como el mercado de capitales, en las que los servicios jurídicos tienen poco valor añadido, y en las que, por tanto, las grandes empresas prefieren una gestión única por parte de una firma. Pero cuando se trata de un gran pleito, el cliente lo que quiere es escoger el mejor despacho de abogados de cada país.

P. ¿Podemos por tanto decir a los grandes bufetes de abogados españoles y extranjeros que se olviden de cortejar a Uría & Menéndez para los restos?

R. Sí, absolutamente, eso lo podemos decir urbi et orbe.

P. ¿Cómo se definiría como gestor?

R. Pues no lo sé. Yo nunca he leído libros de gestión al uso ni he aprendido nada en ese terreno, o sea, que lo que he hecho a lo largo de todos estos años lo he ido haciendo sin darme cuenta. Sí hay algunas cosas que tengo claras. Por ejemplo, una de mis ideas básicas es que todo joven licenciado con mucho talento que entre en el despacho pueda llegar a ser socio en diez años. Ésa es, desde luego, una de mis obsesiones: seleccionar a los mejores, vengan de donde vengan. A los que tengan mejores condiciones. El abogado se hace con un 30% de derecho, un 50% de sentido común y un 20% de imaginación. Y además, los abogados deben ser simpáticos. Los antipáticos suelen ser malos abogados siempre. Pueden ser buenos registradores de la propiedad, buenos jueces, buenos fiscales, pero no buenos abogados. Luego, una parte de mi función consiste en arbitrar y lidiar con un grupo de profesionales que son estrellas y que tienen un alto concepto de sí mismos. Eso no es fácil.

P. Alguien que le conoce bien me dice que a usted nunca se le ha oído decir una tontería...

R. Ese alguien me conoce menos de lo que piensa. Yo digo muchas tonterías. Además, desde la autoridad que da tener ya una cierta edad puedo decir que aquel que no dice nunca una tontería se convierte en un personaje insufrible.

P. Aparte de su trabajo y su familia, su gran pasión es el arte. Creo además que tiene una buena colección de arte contemporáneo.

R. Sí, el arte me apasiona, me encanta. Yo en tiempos fui abogado de pintores y tuve mucha relación con el grupo El Paso y con el informalismo de los artistas de Cuenca, incluso tuve una casa allí, y luego, ya desde el despacho, intervinimos en la recuperación del cuadro de Goya La marquesa de

Santa Cruz, que me encargó el entonces ministro Javier Solana. También asesoramos gratuitamente al Estado en la operación para traer a España la colección Thyssen, a la que dediqué muchos esfuerzos durante seis años de mi vida. Ésa es una de las cosas de las que estoy más orgulloso en mi vida profesional. Ver nacer un museo tan importante es algo maravilloso. Y sí, tengo una colección de arte de la que estoy muy orgulloso, pero que es pequeñita y modesta. En esta profesión, ejercida decentemente, se gana menos dinero de lo que la gente piensa.

Rodrigo Uría, socio director de Uría y Menéndez.
Rodrigo Uría, socio director de Uría y Menéndez.CLAUDIO ÁLVAREZ

Un rebelde morigerado

Rodrigo Uría se hizo rebelde en el colegio El Pilar de Madrid y anduvo toda su juventud dando disgustos a su padre con su izquierdismo radical. Sus actividades como líder estudiantil contra el régimen franquista culminaron cuando fue entrevistado por la cadena de televisión estadounidense NBC en un reportaje sobre la España de los años sesenta. Uría, cuyas declaraciones se emitieron junto a otras de Fraga, Ullastres, Tierno Galván y el propio Franco, dijo cosas muy duras sobre los mineros de Asturias y se despachó a gusto contra el Opus Dei. Fue represaliado y acabó en un batallón de las milicias universitarias de El Aaiún, en el Sáhara. "Aquel año y pico en el desierto me sirvió para saber cómo eran los obreros de verdad, porque mis compañeros en la mili eran, sobre todo, trabajadores industriales del País Vasco y de Asturias".

Cuarenta años después, Rodrigo Uría se expresa como una persona morigerada y cauta, pero sigue siendo un insurrecto en pequeñas cosas. Fuma constantemente, le gusta ir de bares y tiene una sutil inclinación por la provocación. Orador chispeante, le encanta hacer experimentos con la audiencia. El pasado verano recibió en Londres un premio de la editorial jurídica Chambers. Llegada la hora de su discurso, Uría hizo el recorrido habitual de agradecimientos y como colofón manifestó su gratitud a su esposa por ser "una excepcional compañera sexual". La referencia a las habilidades sexuales de su mujer dejó pasmados a los cerca de mil asistentes, todos apropiadamente ataviados de etiqueta, que, después de un momento de duda, ovacionaron durante casi un minuto la dedicatoria.

En la entrevista, Uría no rehúye ningún tema. Sólo sella sus labios "por razones de ética profesional" cuando se le pregunta por las indemnizaciones a Amusátegui y Corcóstegui tras su salida del BSCH. Cree que España ha ido "demasiado lejos" en su apoyo a Estados Unidos en el conflicto de Irak. "Aunque no comparto el antiamericanismo feroz e inexplicado de las élites europeas, especialmente de las francesas, tengo muchas dudas sobre los beneficios que puede tener para España una alineación tan rotunda con las tesis de Bush". Uría sostiene que la elección de Rajoy como candidato del PP es una apuesta "hacia dentro" del presidente Aznar, frente a la opción de Rato, que "hubiese sido mucho mejor sucesor desde el punto de vista de las relaciones exteriores". Y, como "usuario del centro izquierda", considera que Zapatero lo tiene muy difícil en las elecciones de marzo. "Haría bien si confía en algunos antiguos dirigentes del partido, como Javier Solana o Pedro Solbes", dice.

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