"Es mejor la poesía que la narrativa"
PREGUNTA. ¿Qué caracteriza a la nueva poesía mexicana?
RESPUESTA. El ser bastante mejor que la nueva narrativa mexicana.
P. ¿Por qué?
R. Digo que es mejor la poesía porque así me parece, no porque tenga una razón que explique el porqué de este estado de cosas. En el nuevo panorama poético, que incluye desde los poetas que andan por los cincuenta años hasta los muy jóvenes, encuentro unas voces inconfundibles que no tienen paralelo en el campo de la narrativa, donde hay muchos buenos escritores, pero hasta ahora ninguno, a mi juicio, imprescindible.
P. ¿Cuáles son los temas que inspiran a los poetas de hoy?
R. Los temas de siempre, porque los temas nunca cambian. Lo que cambian son los contenidos, que dependen a su vez de un cambio de tono, o de entonación, y de la manera de mirarse alrededor; pero describir esos cambios es una labor de la que me siento incapaz, y menos en una entrevista periodística.
1. La falta de lectores. El escritor mexicano actual tiene que inventarse un público imaginario para sentarse frente a la máquina de escribir. Antes no había tanta necesidad de eso porque los escritores formaban un gremio mucho más compacto, se veían más a menudo y se leían entre sí. Ahora, con el crecimiento desmedido de todas las ciudades, nadie ve a nadie y el escritor se ha quedado a solas con un público que casi no existe. Algunos incluso han empezado a escribir para públicos de fuera, como el español y el europeo en general, creyendo que ellos sí los van a leer. A esto hay que añadir la penuria crítica. El grado de atención crítica que un joven escritor, incluso poeta, podía despertar hace unos diez años en México ha disminuido pavorosamente y las reseñas de antes se han reducido a breves notas informativas o, peor, a aburridas entrevistas al autor que nadie lee. La entrevista se ha convertido en la reina de las páginas culturales de nuestra prensa.
2. No hay aportes literarios nacionales, sino individuales, y dentro de los aportes individuales, la nacionalidad del escritor no tiene importancia. A Rulfo se le nota que es mexicano, pero el que sea mexicano no explica su genialidad.
3. En México, como en otras partes, las poéticas o las escuelas se han desdibujado, cosa que no deploro, pues sólo les interesan a los profesores para elaborar sus cuadros sinópticos. En cambio, observo un fenómeno que me parece más interesante subrayar, y es el ansia, entre muchos de los narradores que andan entre los cuarenta y cincuenta años, de tener éxito, o sea, de vivir de sus ventas, algo que es para reírse en un país como éste. Observo una progresiva pérdida de rigor y de capacidad de riesgo, con un regreso paulatino a los géneros canónicos (novela histórica, policiaca, gótica, thriller intelectual, naturalismo, etcétera), en cuyas aguas tranquilas es más fácil navegar para producir libros. Se va perdiendo esa oblicuidad, esa tensión que refleja un modo concreto de encarar el mundo, ese don de desmarcarse que están entre los atributos mejores de los escritores de generaciones anteriores, desde Arreola hasta Ibargüengoitia, desde Elizondo hasta Rossi y desde Pitol hasta Monterroso.
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