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Un CD y un DVD resumen la trayectoria de Nacha Pop

Diego A. Manrique

Nacha Pop, el grupo que lideraban Antonio Vega y Nacho García Vega, sigue siendo la banda más mitificada del pop español de los ochenta. EMI publica hoy un CD antológico con 23 canciones y un DVD que recopila actuaciones de Nacha Pop en TVE, dos lanzamientos que se venden por separado. Una edición especial suma al CD un DVD reducido, de casi una hora de duración.

Desde su primer elepé (1980), Nacha Pop se convirtió en el paradigma de grupo pop de alta densidad emocional. Cuando dejó de existir, en 1988, muchos grupos y solistas retomaron sus hallazgos. Curiosamente, dejó también su huella en núcleos selectos de aficionados de México. Alejandro González Iñárritu usó Lucha de gigantes en una de las escenas más crudas de Amores perros. Plastilina Mosh, el grupo de Monterrey, ha editado este año un homenaje a la movida madrileña, Peligroso pop, que sugiere las canciones más hedonistas de Nacho García Vega.

Urge recordar que Nacha Pop no estuvo entre los grandes triunfadores de esa genuina década prodigiosa que fue, para los grupos españoles, la de los ochenta. De hecho, en DRO, que fue su segunda discográfica, reconocen que ha vendido más en los últimos tiempos que cuando estaba en activo. Los Nacha se mantuvieron gracias a sus directos: contaba con seguidores militantes.

Como casi todas las propuestas madrileñas de los ochenta, la mecha de Nacha Pop había sido encendida por la new wave británica. Pero funcionó la alquimia: Antonio Vega se construyó un repertorio de sentimientos atormentados; su primo Nacho García Vega también hizo canciones sombrías, pero reflejó el espíritu de carpe diem que dominaba en aquellos años. Así, el primer disco contenía Chica de ayer, punzante crónica de incomunicación de Antonio, a la vez que Nadie puede parar, retrato de una ciudad con urgencia por vivir todo lo que el franquismo negó.

La oferta de Nacha Pop -canciones pop, nervio rock- se fue ampliando. Antonio descubrió el filón de las baladas, exquisitas construcciones con letras tan elípticas como la de Una décima de segundo (1984); Nacho supo injertar influencias afroamericanas como el reggae de Grité una noche (1985) o el soul de Vístete (1987). Ya en Polygram, se aproximaron a las máquinas e incluso hicieron temas aptos para las pistas de baile como Relojes en la oscuridad (1985), en realidad un reflejo de la fascinación de Antonio por la astronomía y otras ciencias.

Todas esas canciones están reunidas en la nueva antología, Un día cualquiera, que se queda corta en su selección de piezas grabadas para Polygram Ibérica pero que rescata cuatro caras B; al final, se suma una inédita miniatura instrumental. El DVD, Un día cualquiera: visiones del ayer, incluye declaraciones retrospectivas de periodistas musicales y recupera videoclips, entrevistas y actuaciones para diferentes programas de TVE, unos fragmentos a veces con mal sonido y pobre realización. Más lamentable aún es el hecho de que ni Antonio ni Nacho quisieran participar en el proyecto evocando lo que fue Nacha Pop.

Las deficiencias historiográficas de CD y DVD se pueden subsanar. Por su carácter de grupo de culto, abunda la información sobre Nacha Pop. El pasado año, Alex Fernández de Castro publicó Nacha Pop: magia y precisión (Editorial Milenio), un concienzudo repaso biográfico donde hablan todos los miembros del grupo y sus allegados.

Nacha Pop, en una actuación de 1988.
Nacha Pop, en una actuación de 1988.PACO G. TALLÉS

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