"Un espectáculo tétrico", afirma Jordi Sabater Pi

"Lo voy a ver, pero me da mucha pena. Este animal está muy decaído. Es un espectáculo tétrico". Así se expresaba ayer acerca del estado de Copito de Nieve su descubridor, Jordi Sabater Pi, el hombre que pagó en 1966 un rescate por su vida a los cazadores fang que lo habían apresado y lo envió desde Guinea al zoo de Barcelona. Sabater Pi presentaba precisamente ayer Copito para siempre (Península y, en catalán, Edicions 62), un pequeño libro con hermosos dibujos y fotos (en buena parte material inédito) del gorila blanco realizados por el propio naturalista y que pasa revista a la vida del animal en una suerte de "homenaje" y "despedida". Al ser preguntado sobre si le parecería bien que se le aplicara la eutanasia al ajado primate, respondió: "No soy veterinario". Y añadió: "Pero..." para colocar un largo y fúnebre silencio sobre los puntos supensivos.
Sabater Pi es partidario de disecar a Copito en contra de la opinión del responsable del zoo, Jordi Portabella, aunque, eso sí, "en el mejor lugar": el Museo de Historia Natural de Nueva York.
Pese a que su libro incluye un epílogo que podría calificarse de emotivo ("Adiós Nfumu-Ngui, adiós Copito. Que el viaje al más allá te lleve al paraíso de los gorilas", escribe), el naturalista destacó que el célebre antropoide "es un gorila como los otros" -o incluso menos, pues es "un fallo", un albino, un ser monstruoso-, y que "ha vivido bien". Recordó que de vivir en libertad "ya se lo habrían zampado", y, para sorpresa de los que esperaban algún episodio más entrañable, ofreció un pormenorizado relato de cómo los campesinos guineanos despiezan a los gorilas para comérselos. "Cuando los despellejan y trocean, los gorilas, con los músculos al aire, parecen personas; uno casi puede creer que está ante un episodio de antropofagia". Y añadió: "Si Copito hubiera muerto cuando lo curábamos, se habrían comido el cadáver al devolvérselo, aunque estuviera ya en putrefacción".
El naturalista, que destacó la importancia del dibujo en su oficio, rompió una lanza por todos los gorilas y por la suerte de África y los africanos, en cuyo destino consideró un deber moral implicarse.
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