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El socialista de Santa Coloma

Francesc de Carreras

Justo a la vuelta de las pasadas vacaciones, en los primeros días de septiembre, quedo a comer con un íntimo amigo y hablamos de las próximas elecciones autonómicas. Mi amigo me expone su escéptica posición con un ejemplo muy claro: "Mira, aunque siempre he vivido en el centro de Barcelona y no tengo noticia de que ninguno de mis antepasados haya nacido fuera de Cataluña, yo me identifico plenamente con el socialista de Santa Coloma que siempre vota a la izquierda en las elecciones generales y se abstiene en las autonómicas. A mí me sucede como a él: en las elecciones catalanas no tengo un partido de referencia y paso de ir a votar. Que se lo hagan ellos, conmigo que no cuenten".

El jueves de la semana pasada, exactamente hoy hace ocho días, volvemos a encontrarnos: "Me estoy repensando lo que te dije en septiembre. La campaña socialista de las últimas semanas se está centrando sobre todo en cuestiones sociales y acabo de leer en el periódico lo que ayer dijeron Maragall y Manuela. Es un giro importante". Por la noche llego a casa y me precipito a leer la prensa del día buscando ansiosamente la noticia anunciada por mi amigo. En efecto, me llevo una sorpresa.

Los dos primeros candidatos del PSC habían participado en un acto electoral en Santa Coloma, la ciudad de la que Manuela de Madre fue hasta hace poco alcaldesa. En dicho acto Maragall desarrolló su propuesta de lo que ya se ha denominado catalanismo con acento o catalanismo de fusión con estas palabras: "Esto es una fábrica de nuevo catalanismo. Y este nuevo catalanismo no es diferente del viejo: es el mismo. Pero ha evolucionado: es más amplio, más profundo, más intenso y está más al día, más a la medida de todos. Nuestro reto consiste en hacer de Santa Coloma el feudo de un catalanismo con acentos de la España plural: andaluz, extremeño o asturiano, que en definitiva es lo que siempre había pensado que acabaría naciendo. Este catalanismo no es enemigo de nadie, tiene muchos acentos y un solo objetivo: convertir a este país en la patria del trabajo, de la dignidad de las personas; en la patria de las mujeres que se incorporan a liderar estas ciudades; en la patria donde por fin el nacionalismo, nuestro catalanismo, esté basado en el orgullo de los ciudadanos por su calidad de vida y por los servicios que creamos para nuestros hijos".

Las palabras de Maragall no dejan de tener alguna contradicción teórica. Este catalanismo que anuncia es diametralmente opuesto al viejo, basado en supuestas identidades únicas, en míticas historias pasadas y en caracteres nacionales inexistentes. Por tanto, no se trata del catalanismo de siempre que ha evolucionado un poco, sino de un nuevo catalanismo fundado en supuestos muy distintos: en la igualdad social y en la dignidad de las personas. Del nacionalismo identitario hemos pasado, por tanto, al nacionalismo democrático, a un nacionalismo de ciudadanos, es decir, como sostiene Maragall, sin enemigos internos ni externos, sin anticatalanes y sin traidores a la patria. Los mítines no son, ni deben ser, piezas bien argumentadas de teoría política; sin embargo, la idea está clara: el nombre se mantiene pero el contenido cambia.

Todo ello se confirma en las palabras de Manuela de Madre, la carismática ex alcaldesa, hoy número dos en la lista electoral socialista, en las que se mezclan razón y pasión, reflexión y sentimiento. "En nuestra idea de Cataluña", dijo Manuela, "es esencial subrayar y poner en letras doradas la aportación de los otros catalanes a la construcción de la Cataluña de hoy. La memoria de nuestros abuelos y de nuestros padres, la memoria de tanta gente, ha de quedar grabada en la piedra de la patria catalana. No para suprimir capítulos históricos del pasado, sino para sumar un capítulo que hasta ahora nos ha sido ninguneado". Y añade: "El Gobierno de Jordi Pujol ha valorado mil veces más la remota historia medieval, las piedras y las murallas de las iglesias antiguas y el espíritu emprendedor de la burguesía, que el sudor obrero que fertilizó este país durante los siglos XIX y XX. La derrota del 11 de septiembre de 1714 o los éxitos políticos del nacionalismo catalán han sido referencias constantes, mientras que el esfuerzo creativo de los otros catalanes no aparece nunca como un valor patriótico".

Mi amigo, el socialista de Santa Coloma que vivía desde siempre en el Eixample barcelonés, tenía razón. Mucho ha cambiado el discurso socialista catalán en los últimos dos meses. La machacona insistencia en dar prioridad a la reforma del Estatut ha dado paso a un discurso preferentemente centrado en las necesidades sociales: la enseñanza pública, los servicios de asistencia a la familia y a la tercera edad, la vivienda social, la sanidad, la prevención de la exclusión social, la seguridad, el transporte público y las infraestructuras. Ciertamente se han perdido cuatro años en una labor de oposición light, en una simulación no creíble de ser más nacionalistas identitarios que CiU, en dar respetabilidad pública a ERC intentando elaborar reformas estatutarias conjuntas o formando ficticios grupos parlamentarios en el Senado. Tras el verano, quizá a la vista de las encuestas, el PSC ha iniciado el camino que debía emprender hace muchos años: optó por el discurso de las necesidades sociales, criticó a CiU por sus insuficiencias en ese campo y hasta se desacomplejó invitando a dar un mitin a Rodríguez Ibarra.

Se ha tardado mucho en rectificar el rumbo y no sé si el nuevo discurso llegará a tiempo, llegará a todos. Pero en todo caso, se gane o se pierda en las elecciones del domingo, la marcha atrás ya no es posible. "Nuestra bandera es el programa social", ha proclamado Maragall. Manuela de Madre, y Montilla, Corbacho, Bustos y tantos otros, deben pasar a ser referentes esenciales del nuevo socialismo catalán porque, desde hace más de 30 años, estamos en una nueva sociedad, en una nueva Cataluña. Los tiempos del viejo nacionalismo han pasado, son mera historia. Santa Coloma -todas las santacolomas- no es todo el presente, pero es parte esencial del presente y, muy especialmente, del futuro.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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