El adiós de la 'araña lobo'
El comunicado remitido a la CNMV es muy escueto. El Consejo de Administración de Terra Networks informaba, el pasado 30 de octubre, de que Robert J. Davis presentaba su dimisión como consejero y vicepresidente de la compañía, y le agradecía su "trabajo y dedicación". Apenas cinco líneas para informar del adiós de Bob Davis, el fundador de Lycos, el hombre que convirtió a este portal en el tercero del mundo y el primero en lograr la rentabilidad, el que ideó -junto con Juan Villalonga- la fusión de su compañía y de Terra, y el primer consejero delegado de Terra Lycos.
El adiós de Bob Davis es la constatación del fracaso definitivo de lo que Villalonga llegó a denominar "la operación más importante, probablemente, en la historia de la compañía [Telefónica]".
A sus 46 años, Davis deja el consejo de Terra para dedicarse plenamente a su compañía de capital riesgo, Highland Capital Partners. Pero hacía tiempo que el papel del fundador de Lycos en Terra era casi testimonial. Su pésima relación, nunca ocultada, con Joaquín Agut -presidente de Terra- precipitó su sustitución como consejero delegado hace casi tres años. La pérdida de influencia de Davis ha arrastrado también a la filial estadounidense: Lycos ha pasado a ser el séptimo portal del mundo.
"Una empresa líder necesita un solo líder", comentaba Davis cuando se hicieron públicas sus desavenencias con Agut. El ejecutivo estadounidense estaba acostumbrado a mandar desde que fundó Lycos, con otros dos amigos y dos millones de dólares, en 1995. El nombre de la compañía es un homenaje a la Lycosidae
lycosa, la araña lobo, que a Davis le gusta especialmente porque no espera a que sus víctimas caigan en la red, sino que las ataca antes de que se posen en ella. La filosofía vital de este arácnido era lo que Davis buscaba aplicar como modus operandi de su empresa: adelantarse, atacar y devorar. Así, convirtió a Lycos en una compañía rentable y que controlaba sus gastos, en un mundo repleto de derrochadoras puntoscom. Pero cuando Villalonga puso encima de su mesa, en los días previos al 17 de mayo de 2000, 12.500 millones de dólares y la posibilidad de controlar la gestión del gigante fusionado, no lo dudó. Davis nunca ha dicho si se ha arrepentido de esa decisión, pero en el epílogo de su libro, titulado La velocidad... marca la diferencia, deja claro que su futuro en Terra terminó con la llegada de Agut: "Ante mi decepción y mi sorpresa, Alierta nombró a Joaquín Agut. Había negociado de forma muy dura para mantener el control del negocio y vi cómo el acuerdo se desmoronaba ante mis propios ojos".
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