Más de 2.000 'Manolos'
Atraído por la posibilidad de escribir un libro sobre la aznarización de España o simplemente una epopeya titulada La aznaridad, hace meses que he recuperado cuanto he escrito durante más de diez años sobre el todavía jefe de Gobierno español...", explicaba Manuel Vázquez Montalbán en un artículo publicado en este diario el pasado 23 de abril. Buena parte de estos textos habían aparecido en EL PAÍS.
Así ha sido la intensa relación entre el escritor y su periódico, una historia que ha durado 23 años y 2.124 artículos. El primero apareció, en la sección de Deportes, el 12 de febrero de 1980, sobre un partido Madrid-Barcelona. Para quienes le habían leído en Triunfo no hubo sorpresa: él fue el primero que relacionó, en un medio de comunicación, Barça -"el ejército simbólico desarmado de Cataluña"- con catalanismo.
Vázquez Montalbán escribió 2.124 artículos en EL PAÍS. Fue un articulista disciplinado, rápido y brillante, y convirtió al diario en laboratorio de experimentación para sus libros
El Barça fue su pasión más pública. "El PP se acerca a la mayoría absoluta y el Real Madrid gana la Liga. Pienso que regresa el orden natural de las cosas", escribió en 1995
Su primera columna
Su primera columna de la última página, El caso del asesino asesinado, apareció un martes de 1981, trataba sobre un congreso de escritores policiacos y acababa hablando de Fernando Claudín. Era una de las características de Manolo, había que leerlo entero porque nunca se sabía en qué línea del texto iba a disparar. Las columnas de los lunes empezaron regularmente el 2 de enero de 1984 (inevitable escribir sobre Orwell y 1984), y, hasta finales de 1986, no aparecieron sólo los lunes, sino también los jueves. Dos por semana y, a veces, tres. La última la publicó el 13 de octubre (Triomf, así, en catalán, en homenaje a aquella revista que estableció "un puente entre España y Cataluña"). La del 20 no llegó. Vázquez Montalbán murió dos días antes en el aeropuerto de Bangkok.
Tenía 64 años y jamás tiró la toalla. Lo hemos visto en esas columnas que añoran ahora sus lectores. Desde la crítica, a veces feroz, a veces desesperada, siguió los pasos de la "desorientada izquierda occidental", de la desintegración del PCE y del PSUC, pero combatió contra quienes los atacaban. "Ha aparecido en Occidente un ejército de reserva espiritual formado por ex marxistas que actúan como jauría ideológica en busca de las pantorrillas de la izquierda permanente", escribió en diciembre de 1984.
No fue complaciente. "¿Cómo es posible que 45 años de inculcación de humanismo materialista no haya creado una cultura de respeto a la vida como única e instransferible?", se preguntó en junio de 1992 en un artículo sobre el desastre de los Balcanes. "Habrá que convenir que no hemos construido una alternativa suficiente a la barbarie".
Intentó aportar opiniones constructivas. "El PCE tiene que elegir entre el residualismo o la aventura constructora" (1988). Diez años más tarde aplaudió el efecto Borrell: "Elegido por las bases del PSOE por su izquierdismo, experiencia de gobierno, rigor intelectual, independencia con respecto al aparato". Y en Borrell, Maragall, Anguita, siguió peleando: "Un tándem Borrell-Maragall tendría muchas posibilidades de levantar un movimiento sociocultural alternativo. Sería conveniente que IU y sus socios catalanes asumieran la importancia de sumar esfuerzos".
Bajo su punto de mira estuvo la travesía de la derecha: Coalición Popular, Alianza Popular, el Partido Popular. Sus artículos sobre la corrupción, el GAL, las cloacas, la campaña de acoso y derribo contra el PSOE... fueron seguidos casi como si tratase de una historia de suspense. Hasta el punto de que, en las elecciones generales del 3 de marzo de 1996, los seguidores de Manolo aguardaron impacientes su opinión hasta la columna del lunes 11: "Pírrica victoria del PP. Teniendo en cuenta la magnitud de los desastres socialistas y la envergadura de la operación de acoso y derribo a la que se vio sometido el imaginario del felipismo. Demasiados medios y circunstancias favorables para tan poca victoria".
Las columnas de Manolo podrían ser objeto de una tesis doctoral. Nada le fue ajeno: la perestroika, la mayoría absoluta del PP en 2000, la invasión de Kuwait, los Bush padre e hijo, los kurdos, los palestinos, los insumisos; también la poesía... La lucha contra la desmemoria fue una de sus obsesiones, "para no perder los referentes". Otra, el compromiso de los intelectuales y el silencio de los intelectuales, "producto de un cierto pudor a la vista de los malos o mediocres resultados históricos obtenidos después de haber escrito y hablado como cotorras". La ironía y el sarcasmo fueron sus armas preferidas, como cuando habló no ya "del pensamiento débil, sino del pensamiento croqueta".
El fútbol, el Barça, fue su pasión más pública, aunque a menudo trató de que no fuera tan evidente. Tenía una teoría que atribuía a un ministro de cuyo nombre no quería acordarse. "Me dijo a finales de 1994: 'Como gane el PP las elecciones, se os acabó la Liga a los del Barça", escribió en junio de 1995. Cuatro meses más tarde: "El PP se acerca a la mayoría absoluta y el Real Madrid gana la Liga 1994-1995. Pienso que regresa el orden natural de las cosas".
Vázquez Montalbán no faltó a la cita de los extras de la Liga o las previas de los encuentros Real Madrid-Barcelona, o viceversa. Aparentaba cierto hastío. "¿Qué he hecho yo para merecer esto? Cuando se acerca un encuentro entre el Barça y el Real Madrid intuyo que seré convocado para opinar asumiendo la representación de los barcelonistas, que es mucho asumir, y progresivamente me siento más desganado para cumplir el empeño", afirmaba en marzo de 2001. Quince días después se indignaba por la marcha de Pep Guardiola: "Sin Guardiola, de momento, es como si una bebida catalana tan carismática como Aromas de Montserrat dejara de ser Montserrat o perdiera los aromas, una catástrofe equivalente a hacer una tortilla de patatas sin huevos".
¿Qué no hizo, de qué no habló Vázquez Montalbán en este diario? Algunas de sus series, por ejemplo, son inolvidables. Como Crónica sentimental de la transición, 31 capítulos publicados en El País Semanal, de enero a agosto de 1985. Arrancaba en el tardofranquismo y acababa poco antes de lo que Manolo calificó de postransición, casi tres años después del triunfo socialista en 1982. "En el futuro, cuando definitivamente yo o alguien escriba la Crónica sentimental de la postransición, se descubrirá que tuvo en Pedro Almodóvar su poeta, en Adolfo Domínguez su modisto y en José Barrionuevo su peluquero".
En aquella Crónica desveló el porqué de aquella frase que hizo historia: "Contra Franco estábamos mejor". Fue una pregunta que se hizo a sí mismo en un artículo publicado en la revista La Calle, cuando, en tiempos de Constitución y pactos, los ultras empapelaron un montón de paredes con el eslogan Con Franco vivíamos mejor. "Yo me contestaba que no y trataba de razonarlo, pero lo que prosperó, como suele suceder, fue el título de mi artículo, no la argumentación".
Otra serie que también hizo fortuna fue Gigantes o cabezudos, un análisis entre la ficción, la irreverencia y el sarcasmo, de lo que pasaba en la España de 1984. Los títulos -Manolo fue un magnífico titulador- eran definitivos: Sobre las circunstancias que enmarcan la aparición del cadáver de Julio Feo o ¿Y tú, Alfonso, aún me preguntas que qué me pasa?, por citar sólo dos. Atrapaban.
La Crónica sentimental de la transición se publicó luego en libro. De la misma manera que la serie de entrevistas Encuentros en la tercera fase -los Valls Taverner, Valdano, Cándido Méndez y Antonio Gutiérrez o un encuentro con el Rey- formaron parte de Un polaco en la corte del rey Juan Carlos.
Dios entró en La Habana o Marcos. El señor de los espejos fueron antes reportajes que libros. Algunos carvalhos, como Sabotaje olímpico o Roldán, ni vivo ni muerto, vieron primero la luz en el diario. Sus numerosos artículos gastrónomicos -el espléndido texto sobre Pla y la cocina, aparecido en el EPS, o su recorrido por las cazuelas de España para Revista de agosto- fueron reunidos en diversos volúmenes: La cocina de los mediterráneos, La cocina de autor o La cocina del mestizaje.
Una buena simbiosis
Fue una buena simbiosis la de Vázquez Montalbán con EL PAÍS. Era un articulista rápido, brillante y disciplinado. Aceptó todos los encargos, por complicados que fueran, no importaba el día ni la hora, y él convertió al periódico en laboratorio de experimentación para futuros libros. Sólo de vez en cuando, tímidamente, pedía hacer alguna reseña de un libro de poesía para Babelia.
Veintitrés años y más de 2.000 artículos dan para mucho, también para conocer un poco al Manolo más personal, el que confesaba, en una columna, que se afeitó el bigote tras ver una entrevista televisiva con Mastroianni, después de su muerte, en 1996. "Definitiva responsabilidad del rostro, la muerte obscena, reaccionaria, asomaba en las canas agusanadas del bigote de Marcello. Urgentemente comprobé en el espejo la amenaza de mi mostacho canoso, residuo y aviso de un fracasado ocultamiento. Justiciero, me lo corté. In memóriam". El Manolo que se declaraba drogadicto de Paco Rabal, de Raimon o de los boleros. "En todo bolero, como en el tango o el corrido, hay una historia y una filosofía, y si se hace un cierto repaso de sus contenidos se descubre que casi todo lo que creímos saber y querer es un bolero", escribió el 9 de diciembre de 1991.
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