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MÚSICA

La tentación de la sacristana

JENUFA LLEVA el nombre de su protagonista femenina, seducida y abandonada por el impresentable Steva que está a punto de convertirla en madre soltera en una sociedad pequeña y cerrada. Para salvar el honor de su hija adoptiva y para que ésta pueda casarse con Laca, la Kostelnicka (la Sacristana) deja morir de frío al niño fruto del desliz. El acto II es testigo de la tormentosa preocupación de la Sacristana por su amada Jenufa (personaje que adquiere su plenitud al final de la ópera), convirtiéndola en el centro absoluto de los acontecimientos. Así, Janácek erige a la Kostelnicka en uno de los personajes más asombrosos de la literatura operística, de tesitura ambigua entre soprano y mezzo, es fruto codiciado por las grandes cantantes actrices (donde la actriz debe doblegar a veces a la cantante) que se atreven con el idioma checo, ya impuesto hoy como irreversible en la interpretación de la obra. En un momento de la acción, La Kostelnicka acapara toda la atención del espectador, como por otros motivos lo consiguen la decrépita condesa de la Dama de picas de Chaikovski o la vieja priora de Diálogo de carmelitas, de Poulenc, de ahí que haya seducido a cantantes de excepcional bagaje interpretativo, a menudo en los últimos pasos de su gloriosa carrera, como Martha Mödl, Astrid Varnay, Sena Jurinac, Anja Silja y, especialmente, la inolvidable Leonie Rysanek que, primero en el Liceo de 1990 y luego en La Zarzuela madrileña de 1993, dejó un imborrable y quizá insustituible recuerdo. Después de haber debutado en junio de 2000 en el San Carlo de Nápoles, Raina Kabaivanska, es Kistelnicka en Bilbao, siguiendo otra vez los pasos de Magda Olivero que cantó el papel sólo en italiano. Con Elena Prokina como Jenufa, triunfrotagonista igualmente de Katia Kabanova, Raina Kabaivanska, la partitura de Janácek recuperará en Bilbao su carácter profundamente femenino, y por tanto, trágico y a la vez sublime.

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