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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De Salzburgo a Salamanca

Salamanca ha vuelto a recuperar el pulso musical barroco con este Radamisto, de Haendel, procedente del Festival de Pentecostés de Salzburgo. El montaje estrenado en la enorme Felsenreitschule se ha adaptado a las reducidas dimensiones del Liceo salmantino, con lo que ha perdido espectacularidad, pero mantiene su idea ceremoniosa de representación oriental entre ecos del kabuki y Kurosawa, con predominio del color y la geometría en una apoteosis de escaleras a lo Appia.

De nuevo, una ópera de Haendel se escucha en condiciones favorables en España. Como Julio César en Valladolid con Minkowski y Les Musiciens du Louvre, como Alcina en Bilbao con Rousset y Les Talents Lyriques. Y es que Martín Haselböck dirigió maravillosamente en Salamanca a la Wiener Akademie, una orquesta llena de frescura, de vitalidad, de pasión y belleza en la elaboración del sonido. Una oboísta, por poner un ejemplo, como Emma Davislim-Black es como para quedarse embelesado.

Radamisto

De Haendel. Wiener Akademie. Director: Martín Haselböck. Producción del Barock Pfingsten del Festival de Salzburgo. Dirección de escena: Hans Gratzer. Con Carlos Mena, Curtis Streetman, Marina Rodríguez-Cusí, Melba Ramos, Florian Boesch, Anna Ryberg y Linda Perillo. Teatro Liceo, Salamanca, 31 de octubre.

El contratenor Carlos Mena encabezaba, como en Salzburgo, el reparto. Volvió a seducir por su musicalidad, por una concepción del canto que incide más en la intimidad que en el espectáculo. Tuvo a su lado una sensible Marina Rodríguez-Cusí y un reparto vocal más que correcto, aunque al final dio muestras colectivas de cansancio, seguramente por haber realizado el ensayo general el día anterior. Haendel es mucho Haendel, y necesita descanso, con lo que la función de esta tarde será otra cosa vocalmente, y también la próxima del teatro Arriaga de Bilbao.

El público aplaudió al final con enorme entusiasmo. Ojalá sea el símbolo definitivo de una recuperación del teatro Liceo en el repertorio barroco y Salamanca reanude las altas cotas artísticas conquistadas en este terreno durante su periodo de capitalidad cultural europea. Todo el país, y en primer lugar los salmantinos, se beneficiarían de ello.

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