Darío Silva entrega al Valladolid un punto en bandeja
El Sevilla se ha autoimpuesto dar un salto de calidad esta temporada. Y lo mejor de todo, lo más importante para que llegue a ser una realidad, es que todo el mundo en el club se lo cree. La esencia es la misma que Caparrós trajo para sacar al equipo de Segunda. A la defensa a cara de perro y la presión infatigable, se ha ido sumando gota a gota la calidad a lo largo de las temporadas. Saben a lo que juegan, en lo que son buenos y lo que está más allá de sus calidades.
Ayer, la actitud vergonzante de Darío Silva impidió que dieran un paso más en su autoafirmación. Destrozó un partido en el que los sevillistas ejecutaron una primera parte con poso de aspirante a grande.
El Valladolid salió generoso, a jugar al fútbol. Su diseño táctico, sin embargo, parecía hecho en abstracto, sin tener en cuenta las capacidades reales de sus jugadores. La distancia entre sus líneas y la lentitud de los veteranos defensas Julio César y Caminero facilitaron las travesuras a la carrera de Antoñito y Reyes. Sí, travesuras, porque eso parecieron dos notabilímas combinaciones entre ambos en los primeros minutos que no acabaron en gol porque sacrificaron la efectividad por el placer de jugar.
SEVILLA 1 - VALLADOLID 1
Sevilla: Notario; Redondo, Javi Navarro, Pablo Alfaro, David; Gallardo (Carlos, m. 75), Casquero (Marcos Vales, m.71), Martí, Reyes; Darío Silva y Antoñito.
Valladolid: Bizarri, Torres Gómez, Caminero, Julio César, Marcos; Jesús; Fernando Sales, Sousa (Jonathan, m. 72), Óscar, Chema (Zapata, m. 49); Makukula (Losada, m.80).
Goles: 1-0. M. 16. Darío Silva, de falta directa. 1-1. M. 51. Makukula, de cabeza
Árbitro: Puentes Leira. Amonestó a Redondo, Gallardo, Luis Gil (suplente), Caminero, Fernando Sales y expulsó a Darío Silva (m. 58), por insultar a un auxiliar y a Marcos (m. 67).
Unos 15.000 espectadores en el Pizjuán.
La intentona del Valladolid de despistar al Sevilla, de romperlo en dos pandillas de atacantes y defensores no tuvo demasiado éxito pues los sevillistas supieron jugar en corto y en largo y cuándo quedarse con la pelota o prestársela al Valladolid.
El equipo de Fernando Vázquez no se traicionó ni siquiera cuando encajó el tempranero gol de Darío Silva. La velocidad de Sales y Chema buscaba siempre el apoyo del corpachón de Makukula. Ya en la segunda parte, en una de ésas y tras un incomprensible fallo de Reyes, solo ante Bizarri, el congoleño marcó.
Darío Silva demostró que es uno de esos jugadores con los que hay que sopesar si su calidad es tanta como para justificar sus sandeces que, además, se suelen traducir en castigo para su propio equipo. Tras haber jugado de manera notable, la lengua del uruguayo se cargó a su equipo. Tras su expulsión, los sevillistas no fueron los mismos y el Valladolid sí.
El partido se rompió aún más con la expulsión de Marcos y los locales perdieron su celebérrimo temple. Hay cosas que sobran en este Sevilla que se ha autoimpuesto un salto de calidad.
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