La música toma el metro
La estación de Nuevos Ministerios fue ayer durante nueve horas escenario de conciertos y mensajes contra la piratería
"Es como una lucha contra el estrés", decía ayer la pinchadiscos madrileña Morgana al ver a los usuarios del metro plantarse ante su cabina a observarla cambiar los discos de los platos. "Nunca había pinchado en un lugar así, pero me parece una buena idea. La gente que tiene tiempo se para un rato a escuchar música y así se relaja". Morgana, como Skunk, Javi Bayo, Bombín o Chema Jazzin Club, participaba ayer tarde en el maratón musical que organizó la SGAE en la estación de Nuevos Ministerios del metro de Madrid bajo el nombre de Músicas en tránsito. Los cinco DJ alternaron su habilidad mezclando discos y ritmos con la habilidad y arte de los grupos con instrumentos convencionales, que desde el mediodía hasta las nueve de la noche llenaron de miles de músicas los rincones del vestíbulo principal de la estación.
El hielo lo rompió el grupo madrileño Mojo Project con esa sugerente música que combina enérgica descarga de decibelios rockeros con ajustes de jazz e ínfulas étnicas y electrónicas. Una suerte de música contemporánea, original y distinta que, por ser la primera del día, contó aún con el despiste de los responsables del metro.
El volumen del sonido era mayor del que esperaban, así que se apresuraron a solicitar a los organizadores que se bajara. Con Mojo Project a tope, los ordenadores de las taquillas más próximas temblaban y los funcionarios se las veían mal para expedir los billetes.
Los tambores brasileños Zum Zueh consiguieron poner a bailar a un montón de estudiantes que a esa hora, un poco después de la una del mediodía, llegaban de los trenes de Alcalá para hacer trasbordo. "Con más de quinientas personas a la vez, ha sido el momento de mayor afluencia de todo el día", reconocía luego una de las responsables de prensa del metro.
El objetivo de la jornada, continuación de las celebradas el pasado mes de abril dentro de la Quincena de la música, consistía en concienciar a la gente joven de los males de la piratería discográfica. Pedro Farré, director de la Oficina en Defensa de la Propiedad Intelectual, la sección de la SGAE que combate a la copia y venta ilegal de discos, se mostraba satisfecho al final de la tarde al comprobar la respuesta de los más jóvenes. "Es difícil hacerles llegar el mensaje de que, comprando discos en la manta, se hace un gran mal a la música y a sus creadores".
Para Farré, que se aleja del discurso de criminalizar al mantero o al comprador de discos piratas, hay que analizar el asunto desde "las medidas policiales de aplicación de la ley, la colaboración con las instituciones para instar al Gobierno a que considere la música como un hecho cultural al que se le aplique el mismo impuesto que los libros u otros objetos culturales".
Entre las actuaciones de Red House, Lou Garx, Galliza, Mojo Project, Zum Zueh o Guerrilla Gorila se repartieron unos 5.000 folletos explicativos con el eslogan Tira de la manta y con esos artilugios que sirven para desprecintar los CD legales. "No tenía ni idea de que habían inventado un aparatito así", reconocía un sorprendido estudiante cuando una de las azafatas del acto le regaló uno. "Es que pocas veces compro discos, y si lo hago es en la manta, que no tienen plástico", confesaba luego a su compañero en voz baja.
"No está mal que pongan música en el metro, pero podían bajarla un poco", se lamentaba una señora mayor. "Y a nosotros no nos dejan vender La Farola", decía Alfonso, un mendigo de mediana edad que se pasó el día entero entre los periodistas para asegurarse de que todos se harían eco de su queja.
De clandestinos a legales
"Por fin he tocado en el metro en condiciones. Aquí, a la luz de las autoridades, me pagan más, y tendrá más repercusión", constataba ayer el artista invidente brasileño Gladston Galliza, quien a media tarde, haciendo sonar con fuerza su guitarra, pero con la voz temblorosa, presentaba una canción en la jornada musical que se vivió en uno de los andenes del metro de Nuevos Ministerios. Su tema se titulaba A un paso del paraíso, pero pocos transeúntes y viajeros entendieron el porqué de la timidez de su voz, de normal firme y segura.
Galliza es un reputado músico inmigrante que de cuando en cuando consigue actuar en bares de la ciudad, algún club, colegio o asociación de barrio y hasta colaborar en las grabaciones de algún compañero. La mayoría de los días, sin embargo, para buscarse la vida, como hará hoy mismo, Gladston se baja a la estación del metro de Bilbao para que quienes por allí pasen le echen unas monedas en la funda de su guitarra a cambio de sus hermosas canciones.
Ayer iba de legal, lejos de esa clandestinidad diaria de cantar sin horario ni sueldo fijo.
Gracias a la iniciativa Músicas en tránsito, su actuación le situaba cercano al cielo, pues disponía de gran equipo eléctrico y hasta de la protección de los agentes de seguridad del metro, que en otras ocasiones y con menos decibelios le habrían puesto miles de pegas.
Y es que el metro ha sido siempre para muchos artistas el primer escenario con público del que han dispuesto para observar las reacciones externas a su arte. El grupo celta Labanda, los veteranos Suburbano o Javier Álvarez son los casos que siempre se cuentan en España de artistas ya consagrados cuyo primer peldaño de su carrera lo dieron ahí.
Pedro Farré, uno de los organizadores de la jornada de ayer, se lamentaba de que ahora ya no haya tantos músicos ambulantes por la estaciones del metro de Madrid, y ahí radicaba la elección del cartel de artistas participantes: "Hemos querido huir de los grandes nombres, era una manera de quitarle oficialidad al acto para llegar mejor a la gente joven y contar con artistas que alguna vez tuvieron cobijo en el metro".
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