Sainz encalla otra vez
Al español se le para el coche y acaba el séptimo, lo que le supone ceder el liderato con los mismos puntos a Loeb, segundo por detrás de Panizzi en Lloret de Mar
Bajo la lluvia, las cosas no funcionaron. Toda la semana se había temido la aparición de las malas condiciones meteorólogicas y, al final, el agua se convirtió en un elemento decisivo en la última etapa del Rally Catalunya-Costa Brava. La clasificación final no dio un vuelco espectacular, al contrario de lo ocurrido en el de Córcega, pero modificó las cosas en detrimento de Carlos Sainz, que acabó el séptimo y perdió la ventaja que tenía en la clasificación general del Campeonato del Mundo.
Aunque ahora sigue arriba, con 63 puntos, Sainz ha cedido el liderato a su compañero en el equipo Citroën, el francés Sebastien Loeb, con los mismos puntos, pero con el detalle decisivo de haber ganado tres carreras por sólo una el madrileño. Y a un punto se halla el noruego Petter Solberg (Subaru). La prueba catalana la ganó el francés Gilles Panizzi (Peugeot), que desplazó al segundo puesto a Loeb en el último tramo. El podio lo completó el estonio Markko Martin (Ford) y Solberg, que realizó una remontada espectacular, fue el quinto.
La situación se le ha complicado a Sainz. Pero, a sus 41 años, salió de su coche sonriente al concluir la carrera. "Está muy difícil", dijo en referencia al título, que se decidirá en la última, el Rally de Gran Bretaña, del 7 al 9 de noviembre; "pero a otros les ha ido aún peor". Fue el caso del británico Richard Burns (Peugeot), que sufrió una salida de la pista en el tercer tramo y tuvo que abandonar. Sus posibilidades se han reducido notablemente. Sigue siendo el cuarto en discordia, pero se halla a cinco puntos de los líderes.
Aunque el resultado no fue para tocar campanas, lo cierto es que a Sainz se le fueron acumulando los desastres y todo empezaba a presagiar un final tan patético como el que sufrió en el Rally de Gran Bretaña en 1998, cuando se le paró el coche a 500 metros de la llegada y perdió allí el título. Resueltos sus problemas de suspensión del sábado, afrontó la tercera y última etapa, ayer, con la clara aspiración de mantener la cuarta plaza que había defendido con uñas y dientes.
La lluvia no le ayudó. Al contrario. Sainz descubrió ya en los tres primeros tramos que los neumáticos de su vehículo no ofrecían ni de lejos el rendimiento de los subaru con sus pirelli. "No hay más", manifestó, molesto con la merma que le suponían. La cuestión adquirió signos de gravedad en la conclusión del tercer tramo, Viladrau, de 35,1 kilómetros, cuando descubrió que Makinen y Solberg le habían arrebatado más de un minuto.
No fue el único que sufrió. "Es como si hubiera dos rallies: uno para los coches con neumáticos Pirelli y otro para los de Michelin", exclamó, resignado, Panizzi. "Es como conducir con slicks [neumáticos blandos para terreno seco] sobre hielo. No puedo controlar el coche", agregó Toni Gildemeister (Skoda).
De alguna forma, todos los pilotos se vieron obligaron a tomar decisiones. Y Sainz no fue la excepción. Cuando llegó al parque de asistencia de Vic, tras los tres primeros tramos, se bajó del coche, miró los neumáticos traseros del subaru de Solberg y se fue directamente a Michelin en busca de soluciones.
Decidió montar neumáticos slicks muy blandos en los que mandó realizar algunas ranuras en el centro y en los laterales para expulsar el agua acumulada en las carreteras, convertidas en trampas de barro y piedras. Aquello fue un desafio, un invento que podía relegarle peligrosamente o elevarle a los altares. "Me la voy a jugar", dijo. Y la cosa funcionó. A partir de la cuarta especial, los tiempos de Sainz se ajustaron más a sus necesidades y, al menos, pareció poder contener a sus perseguidores, el francés François Duval (Ford) y Solberg.
Era todavía cuarto antes de la última especial, la segunda pasada por Viladrau. Pero allí comenzó su último calvario. Justo debajo del puente del Eix Transversal -hacia la mitad del recorrido- su coche se paró por un fallo electrónico. Todos los fantasmas recorrieron su cerebro. Intentó ponerlo en marcha hasta que comprobó que incluso le fallaba el motor de arranque. "Era un desespero", explicó luego; "me quité el cinturón y me bajé del coche. Ya lo daba por perdido, pero se me ocurrió pedir ayuda a los aficionados para que me empujaran. Y entonces arrancó".
Así pudo Sainz acabar el tramo el undécimo, a 59,8s de Panizzi, intratable y arañando 44s a Loeb para proclamarse ganador. Las connotaciones fueron importantes porque de concluir el cuarto, como hacían presagiar sus tiempos intermedios, pasó a ser el séptimo, superado por Duval y Solberg. Y ahí no concluyeron sus problemas. Entre Vic y el último control de Lloret de Mar, su coche se paró varias veces y llegó con un minuto de retraso. Fue penalizado con 10s. Pero eso ya no le costó ningún puesto.
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