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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Budas, mercados y 'tuk-tuks' en Bangkok

MUJERES LIVIANAS en el andar, vestidas y maquilladas como si salieran de un cuento, siempre bien dispuestas y complacientes. Hombres respetuosos, suaves y sonrientes. El saludo sawasdii: las manos unidas a la altura de la boca -como al rezar- y una leve inclinación de cabeza. Dulzura en la voz, los gestos, el aire y la mesa. Buda y sus más de doscientos templos, generosos en pan de oro: portento de imágenes, colores, olores, sonidos y contrastes. Ricos y pobres que viven prácticamente juntos, en condiciones del todo opuestas, pero compartiendo una sola fe. Cuartos de baño enormes como estadios en los hoteles de lujo, frente a aquellos que se bañan y también lavan sus alimentos y ropas en los canales que cruzan y envuelven la ciudad. Casas de madera y modernos edificios que coinciden en una misma foto. En unas y en otros, Buda tiene su pequeño o gran altar. Con más o menos riqueza, y ofrendas que parecen de mentira. Opulencia y miseria: misma sonrisa, mismo sonido. El idioma, lo ininteligible, el inglés que, de tan básico, no entiendes ni te entienden. Ser del todo extranjero. Los mercados: diurnos, nocturnos, flotantes, vertiginosos, ruidosos, hirvientes. El regateo inexcusable, las mil y una figuritas, los brillos, las frutas insólitas y las aromáticas comidas. El coco y las piñas que reparten jugos y recuerdos al desayuno. Las especias -El mundo aparte de Galeano-, que van sin disimulo de la dulzura al picante. El infaltable curry, los olores y sabores intensos, repetidos, aunque irreconocibles de un plato a otro. Relojes, joyas, ropa, marcas: imitaciones de todo y para todo. La humedad del aire, el calor, las tormentas, la lluvia imprevisible, imprecisa, pasajera. El paisaje urbano y los tuk-tuks, esos taxis-bicicleta con motor de automóvil. La sorpresa, el asombro. Los elefantes en medio del cemento. El barrio chino de Bangkok, esa otra China. Los hoteles de lujo asiático, los rascacielos, las autopistas, los canales. Los mosquitos, monstruos diminutos, venenosos e inolvidables por sus marcas en la piel, hasta ahora, casi un año después.

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