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Reportaje:MUJERES

La tarea de sobrevivir

Estas cuatro mujeres han sobrevivido a la devastación y la barbarie causadas por la guerra y la posguerra. Algunas todavía lidian con la muerte, las bombas y la desesperación. El olor a pólvora salpica aún sus vidas y sus recuerdos están plagados de escombros. Irene Hazou, vicepresidenta para asuntos académicos de la Universidad de Belén, ha asumido vivir a pesar de la guerra, su parásito. La checa Ester Lauferova, experta en gestionar conflictos y miembro de la oficina de Derechos Humanos y Justicia en Bagdad, trata de cerrar heridas en un Irak donde trazar la frontera entre la guerra y la posguerra es una tarea inútil. Nayla Moawad, diputada de Líbano y viuda del ex presidente asesinado, y la argelina Baya Zitoune ya no tienen la sangre delante de sus ojos, pero trabajan en la reconstrucción de sus respectivos países, enlutados por el peso de la guerra civil y el lastre de horror y demencia que han heredado.

Muchos de sus alumnos tienen que pasar seis controles diarios para ir a Belén, y algunos, para evitarlos, cruzan montañas y ponen en riesgo su vida
"Hay un clamor general para que se penalicen los crímenes de honor. Pero es significativo que cinco embajadas árabes en París estén en manos de una mujer"

Las cuatro han visitado Madrid para participar en un encuentro sobre el papel de la mujer en el espacio euromediterráneo. He aquí sus voces. Así combaten la intolerancia y el olvido.

Irene Hazou

"En Palestina, la vida es absolutamente anormal". Cada día tiene que atravesar dos puestos de control antes de llegar a la Universidad de Belén desde su casa, al norte de Jerusalén. Un trayecto en coche de media hora se convierte así algunos días en un viaje de tres horas. "Los controles forman parte de la vida diaria: ha habido mujeres que han dado a luz en un control; o enfermos que encontraron la muerte antes de pasarlo". Ir al hospital o adquirir medicinas se ha convertido en un problema añadido. Salir de Hebrón o de Belén para visitar al médico es una carrera de obstáculos.

Tampoco hay normalidad en la Universidad: el año pasado se perdieron 71 días de clase en Belén por la Intifada. El 68% de los alumnos de su Universidad son chicas. Salen preparadas, sí, pero no hay más salidas que el infierno. Destinadas al desempleo, como los hombres, se las tienen que ingeniar para mantener a sus hijos en medio de la escasez. No hay desabastecimiento crónico, pero en ocasiones las ONG tienen que llevar comida a pueblos aislados o cercados por el ejército israelí. A pesar de todo, Hazou se considera una privilegiada: cuenta con una tarjeta especial con carné israelí (y pasaporte jordano) que le permite moverse y viajar. Muchos de sus alumnos tienen que pasar cinco o seis controles diarios para llegar a la Universidad. Algunos, para evitarlos, cruzan montañas y caminos difíciles con riesgo para su vida, pero siempre con la determinación de no perder las clases. "Estamos esperanzados con una posible paz, pero es absurdo que Israel vincule la Hoja de Ruta a hechos terroristas incontrolables". Sabe lo que dice: sus hijos, de nueve y 14 años, van al Liceo francés, en Jerusalén, y estaban dentro cuando un suicida palestino lanzó una bomba sobre el colegio. Por fortuna salieron ilesos. "Cuando podemos, mi marido y yo los sacamos fuera para que conozcan otra vida. Otros niños sólo conocen las bombas, la ansiedad y el miedo". Como esos chicos de Belén que tras un bombardeo no articularon palabra en varios días y apenas logran dormir aún hoy algunas horas cada noche.

Ester Lauferova

Nacida en la República checa, respira ahora el mismo aire que los habitantes de Bagdad. Lauferova coordina a las ONG dentro de la oficina de Derechos Humanos y Justicia dependiente de la CPA (Administración provisional estadounidense). "Ocuparse de las partes más frágiles de la población, además de las infraestructuras, es esencial en la reconstrucción. Esta gente ha sufrido atrocidades en el pasado, y Derechos Humanos está reuniendo testimonios estremecedores", dice. ¿Y el sufrimiento generado por la guerra y esta confusa posguerra? "No puedo hablar de política. La situación está lejos de ser perfecta, no es estable, pero ya no estamos en guerra. La inseguridad no es igual en todas las zonas, pero ralentiza el proceso. Si usted va allí verá puestos de control y cosas que no le gustarán, pero yo he apreciado cambios. Al principio la gente tenía miedo de abrir las tiendas y las cafeterías, era muy triste". Ahora "las calles estan más animadas y me ha sorprendido la fuerza de las iraquíes. Están lejos aún de gozar de una situación de igualdad, pero les preocupa su alto índice de analfabetismo. Uno de mis objetivos es clarificar modelos para ayudar a mujeres y huérfanos. Para ello necesitamos que las ONG no abandonen Bagdad... Los orfanatos están a rebosar".

¿Huérfanos de guerra? "No sólo. En la etapa anterior también había, y por causas diversas. Un iraquí dirá que los familiares nunca abandonan a un huérfano, pero los éxodos de población, en algunos casos expulsada a la fuerza de su territorio, han influido, al igual que la huida del campo a la ciudad que se produce ahora. Luego están los niños educados para ser fedayin... Sacar adelante esto requiere medios humanos. Aquí hay psiquiatras y profesionales adecuados, pero faltan más proyectos psicosociales", advierte.

Nayla Moawad

Perdonó a los asesinos de su marido, pero mientras lo enterraba decidió que su revancha sería trabajar por la reconciliación. "Todavía quedan secuelas del conflicto", admite. En 1991 vivió la soledad de ser la única diputada de Líbano, aunque ya antes, en 1963, hubo otra parlamentaria. Desde 1992 está menos sola: ahora hay tres mujeres en la Cámara. Una representación exigua frente a los 128 hombres que la componen.

Líbano refleja de modo peculiar su doble herencia cristiana y musulmana. "Desde 1953 las mujeres tenemos derecho al voto. Pero Líbano, como otros países árabes, mantiene reservas sobre los estatutos personales de la mujer", afirma. No existe matrimonio civil. Cada religión impone el suyo, y dirime los posibles conflictos en sus propios tribunales.

Moawad es miembro de la Comisión Parlamentaria de Finanzas y preside la de Mujeres y Niños. Su esfuerzo para erradicar el trabajo infantil cristalizó en una disposición de 1996 que eleva a 14 años la edad de incorporación al mundo laboral. En 1998, el Parlamento aprobó su proposición de ley para que la educación primaria fuera obligatoria. "Pero el analfabetismo es más alto aún en las niñas", recuerda. "Ese dato contrasta, y a la vez cohabita, con la paulatina llegada de mujeres a la Administración, quizá porque durante la guerra la Universidad se fragmentó en varias sedes y estudiar fue más accesible".

"Hay claras demandas de cambio: por un lado, las leyes de la herencia discriminan a la mujer; por otro hay un clamor general para que se penalicen los crímenes de honor, una patente de corso que permite a cualquier varón matar a una mujer de su familia". La diputada y presidenta de la Fundación René Moawad cita un reciente informe de Naciones Unidas que relaciona el escaso desarrollo de los países árabes "con sus regímenes políticos, el nivel de educación y la exigua participación de la mujer". Un mundo en penumbra con algunos puntos de luz: "Es significativo que en París haya ahora seis embajadas árabes cuyo titular es una mujer".

Baya Zitoune

Mientras Argelia sepulta las heridas de sus recientes horrores, esta ingeniera agrónoma ha comprometido su suerte con la de la mujer rural, aislada y carente de información. "Uno de los estragos provocados por el terrorismo fue la huida del 45% de la población campesina". Mujeres y Desarrollo Rural, la asociación nacional que lidera, rehabilita pueblos en el área de la montaña y presta ayuda a los pequeños propietarios y a las mujeres que reciben concesiones del Estado para sacar adelante explotaciones agrarias. "Las argelinas somos combativas. Necesitamos reformar nuestro código de familia, pero el cambio se palpa ya en las nuevas generaciones. Las ciudades están llenas de cibercafés, y los jóvenes que, como mis hijos, han tenido la doble educación de asumir sus raíces y abrirse al mundo, se sienten afortunados".

La palestina Irene Hazou, vicepresidenta académica de la Universidad de Belén.
La palestina Irene Hazou, vicepresidenta académica de la Universidad de Belén.RICARDO GUTIÉRREZ

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