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Reportaje:AUTOMOVILISMO | Un español, en la élite

El año mágico de Alonso

El astuariano cierra la temporada con un triunfo, cuatro podios, dos 'poles' y una vuelta rápida

La imagen dio la vuelta al mundo. Un tipo vestido de azul, con una descuidada perilla, por llamarla de alguna manera, levantaba el dedo índice, el del número uno, tras la mesa desde la que los pilotos atienden a los medios de comunicación. A su derecha, su compañero en el equipo Renault, Jarno Trulli; a su izquierda, y con una sonrisa de oreja a oreja, Michael Schumacher, el grande entre los grandes. Ocurrió en Malaisia, y aquel chaval acababa de convertirse en el corredor más joven de la historia en conseguir la pole

position en un gran premio de fórmula 1.

Ventiún años, siete meses y 21 días tenía el protagonista de los hechos, un chico nacido en Oviedo, de nombre Fernando Alonso, que acababa de darle un vuelco a la historia del automovilismo y a la del deporte español, pionero como fue en conseguir algo prohibido hasta entonces para alguien de su nacionalidad. Antes de ello, fueron muchas las voces que hablaban de un corredor distinto, de esos que, no se sabe bien cómo, "gana un segundo a cada rival en una curva", que decía su mánager, Adrián Campos. También Schumacher reconoció que el chico tenía algo distinto.

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Pero lo mejor estaba por venir. Al día siguiente, allá en el circuito de Sepang, Alonso fue tercero, tras Raikkonen y Barrichello. Era el corredor con menos edad de cuantos en la historia han pisado un podio de. Lo hizo en unas condiciones indecentes, con 39 de fiebre, tras pasar la noche encuelto en toallas. "Parezco un zombi, ¿verdad?", comentó tras definir aquél como el mejor día de su vida.

Quince días después se disputaba el GP de Brasil, el tercero de la temporada. Arreciaba la lluvia y allí todo hijo de vecino se salió del asfalto. Entre las excepciones estaba Fernando Alonso. Pero lo suyo fue peor. Mark Webber estrelló su jaguar y en la pista quedaron esparcidos restos del coche. Contra una rueda se fue Alonso, cuyo Renault se fue a uno y otro lado, dando vueltas en redondo. Salió de allí en camilla, rumbo al hospital y no pudo subir al podio, a celebrar su tercer puesto.

Se reía Alonso a carcajada limpia cuando supo que un periodista le había preguntado, sin ruborizarse, a un miembro del equipo Renault si los colores azul y amarillo que distinguen a la marca francesa eran en honor de Asturias. Ocurrió aquello minutos antes del GP de Barcelona, en el que el español se dio un baño de multitudes y acabó segundo, sólo superado por Michael Schumacher. Estrenaba el alemán coche nuevo. "Por eso he ganado", reconoció después.

Comenzaron los problemas para Alonso, a quien el coche le jugó alguna mala pasada. Se retiró por vez primera en Austria, y cuando parecía deshincharse el globo, llegó la carrera de Hungría. "No creo que gane nunca pero, si lo hago, será en Hungría", vaticinó el español en el mes de febrero. Dicho y hecho. Se convirtió, como no podía ser de otra manera, en el más joven de la historia en ganar una carrera, una constante en un piloto que odie que le comparen con otros, pero que en su año mágico ha provocado una revolución en la fórmula 1, "que no se conocía desde los tiempos de Senna", en palabras de Adrián Campos.

De arriba abajo, Alonso celebra su <i>pole position</i> <b>en Malaisia; haciendo un gesto tranquilizador en la camilla después del accidente en Brasil, y saludando a Flavio Briatore en lo más alto del podio tras su triunfo en Budapest.</b>
De arriba abajo, Alonso celebra su pole position en Malaisia; haciendo un gesto tranquilizador en la camilla después del accidente en Brasil, y saludando a Flavio Briatore en lo más alto del podio tras su triunfo en Budapest.REUTERS / EFE

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