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Columna
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Fotografía

Miquel Alberola

La fotografía de los galardonados por la Generalitat el pasado jueves nueve de octubre, con Eduardo Zaplana pegado a Francisco Camps en el centro de la imagen, constituye la radiografía más certera del momento político que vive el PP valenciano. Zaplana se aferra (patéticamente, a juzgar por los titulares que le asestan a Camps sus cada vez más escasos terminales mediáticos) a seguir gravitando el centro de la política valenciana, aunque ya ha expirado su tiempo. Sin embargo, Zaplana persevera, incluso a costa de pervertir, con su presencia extemporánea y colonial, la soberanía que se supone que debe de mantener la máxima figura institucional autonómica, que es Camps, sobre todo en días como éste, en que los símbolos se cargan de acento y significado. Esa misma insistencia en permanecer en el vértice de la política valenciana demostrada por Zaplana en todos los actos oficiales del 9 d'Octubre es directamente proporcional a la que sus más entusiastas deudores desarrollan a diario en el subsuelo del partido para perpetuar, hasta el infinito y más allá, su supremacía así en el partido como en las instituciones. La visita de ayer de Mariano Rajoy a varios puntos sensibles del territorio popular valenciano (como lo son el Consell y Alicante) se enmarca en ese contexto de confrontación larvada y, además de tranquilizar ánimos, supone un espaldarazo a Camps por parte de quien ha de regir los destinos del PP después de José María Aznar. Y eso, es tanto como decir que no se trata precisamente de un masaje a Zaplana en su propio terreno. Y sobre todo, es un aviso a navegantes para los suyos en general y los del Grupo Parlamentario Popular en particular, que está controlado directamente por Zaplana, puesto que lo diseñó pensando en él y no en la nueva etapa que iniciaba su partido. En ese sentido, el horizonte electoral de marzo se perfila como el momento crucial para la renovación del partido. Aunque si lo que está en juego es la supervivencia, se puede apostar a que el cambio de filas acabará produciéndose en tropel y con José Cholbi en cabeza.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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